'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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la complejidad de lo moderno. El paso de Venus a mecánica sugiere la transformación de la mujer femenina, natural y auténtica en un ser artificial, mecanizado y robotizado. El mismo protagonista masculino así lo percibe: “Víctor pensó en lo lejos que se encontraba aquella mujer de la mujer académica, mórbida y maternal, capaz de promover el entusiasmo erótico del bosquímano. Esta sería el tope de la especie, la etapa última del sexo. En realidad, aquella figura no era ya un producto natural, sino artificial… Era un sutil colaboración de la máquina y la industria, de la técnica y el arte” (19-20). La venus mecánica es la de la ciudad. Una vez más, la simbiosis urbe- mujer se hace explícita en la materialidad que domina a ambas. Si, como se vio en Lamentación, las relaciones personales entre individuos en la urbe se racionalizaban y todo cobraba un valor material, afirmándose así el valor de artificialidad de la ciudad, la mujer torna en un ser autómata, en un maniquí al servicio de los demás, trasunto de lo urbano como experiencia del individuo moderno. 80 Las ocupaciones de Obdulia, representante de las mujeres que habitan este universo urbano –bailarina, prostituta, modelo de alta costura—apuntan a esta “maniquización” y a las dinámicas desarrolladas alrededor de los maniquíes como sujetos-objetos de la nueva sociedad capitalista y los consumidores de la misma. La mujer se convierte en un objeto que se compra y se vende y por ello debe cumplir ciertos ideales de belleza. La crítica por parte del narrador al excesivo maquillaje que las mujeres urbanas llevan (115) apunta a la pérdida de femineidad en favor de “bellezas preparadas por la química cosmopolita” (19). Como mercancía, es inspeccionada por los hombres, no sólo como 80 La misma protagonista asume su posición en el engranaje del sistema social y es consciente de su pérdida de individualidad y de valor humano. La condición alienante de la sociedad moderna no reside en la trapería, en la mercancía ni en los lujos, es decir, en el exceso (como era el caso de Isidora Rufete, para quien el exceso era motivo de perdición), sino en mostrarse a otros: “Obdulia invirtió ese tiempo en vestirse, en vestirse para ella, transformada de maniquí en mujer por la más sencilla de las metamorfosis. Un acto tan simple le restituía independencia y altivez” (135). El paso de mujer a robot, de Venus a mecánica, es “fácilmente” reversible, como quedará manifestado con la rebelión de Obdulia más adelante. 336

objeto erotizado de deseo, sino también como producto encantador con “cifra de enorme cociente universal” (134). Ante la atenta mirada de Víctor, personaje erotómano antes de convertirse en intelectual comprometido y establecerse con Obdulia, desfilan diferentes mujeres que despiertan su deseo: “Una eminente actriz española… una abundante matrona de provincias. Una cocotilla insignificante… dos damas que comían lejos. A una la veía difícilmente… a la otra, en cambio, pudo observarla Víctor a su antojo… Ningún instrumento tan primoroso como ellas para comer bombones, sumergirse en la electricidad de las pieles o surcar el lomo de las alfombras” (19, 21). En un trabajo en el que compara La Venus con la película de Fritz Lang Metropolis, Vicente Hernando señala que “en La Venus mecánica el maniquí- robot es una metáfora de la posición social a que es sometida la mujer, su deshumanización y su utilización como juguete erótico” (“Representaciones” 120). La conversión en objeto de deseo masculino es una condición casi indispensable en el establecimiento de relaciones entre los sexos en la urbe y en ello la calle juega un papel fundamental. Recordemos cómo el primer encuentro fortuito entre Víctor y Obdulia acontece en la calle de Alcalá, la cual invita a las relaciones sexuales –y transitorias—y a la gestación del deseo erotizado de Víctor hacia la “imponderable transeúnte” (Venus 11). Cierto es que la calle facilita la alienación de la mujer al funcionar como vía donde ésta se expone y se ofrece al hombre, igual que las calles del Rastro en La horda facilitaban la exhibición de los trastos viejos y usados, poniéndolos a la vista del paseante y al alcance del comprador. Pero la calle también jugará un papel fundamental en la concienciación del sujeto femenino para acabar con dicha alienación. El papel de la mujer en la novela no se limita al de ser objeto de deseo para el hombre, sino que se convertirá en un sujeto agencial capaz de manifestar una resistencia fructífera a la imposición de la sociedad mercantil. 337

la complejidad de lo moderno. El paso de Venus a mecánica sugiere la transformación<br />

de la mujer femenina, natural y auténtica en un ser artificial, mecanizado y robotizado.<br />

El mismo protagonista masculino así lo percibe: “Víctor pensó en lo lejos que se<br />

encontraba aquella mujer de la mujer académica, mórbida y maternal, capaz de<br />

promover el entusiasmo erótico del bosquímano. Esta sería el tope de la especie, la<br />

etapa última del sexo. En realidad, aquella figura no era ya un producto natural, sino<br />

artificial… Era un sutil colaboración de la máquina y la industria, de la técnica y el<br />

arte” (19-20). La venus mecánica es la de la ciudad. Una vez más, la simbiosis urbe-<br />

mujer se hace explícita en la materialidad que domina a ambas. Si, como se vio en<br />

Lamentación, las relaciones personales entre individuos en la urbe se racionalizaban y<br />

todo cobraba un valor material, afirmándose así el valor de artificialidad de la ciudad,<br />

la mujer torna en un ser autómata, en un maniquí al servicio de los demás, trasunto de<br />

lo urbano como experiencia del individuo moderno. 80 Las ocupaciones de Obdulia,<br />

representante de las mujeres que habitan este universo urbano –bailarina, prostituta,<br />

modelo de alta costura—apuntan a esta “maniquización” y a las dinámicas<br />

desarrolladas alrededor de los maniquíes como sujetos-objetos de la nueva sociedad<br />

capitalista y los consumidores de la misma. La mujer se convierte en un objeto que se<br />

compra y se vende y por ello debe cumplir ciertos ideales de belleza. La crítica por<br />

parte del narrador al excesivo maquillaje que las mujeres urbanas llevan (115) apunta<br />

a la pérdida de femineidad en favor de “bellezas preparadas por la química<br />

cosmopolita” (19). Como mercancía, es inspeccionada por los hombres, no sólo como<br />

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La misma protagonista asume su posición en el engranaje del sistema social y es consciente de su<br />

pérdida de individualidad y de valor humano. La condición alienante de la sociedad moderna no reside<br />

en la trapería, en la mercancía ni en los lujos, es decir, en el exceso (como era el caso de Isidora Rufete,<br />

para quien el exceso era motivo de perdición), sino en mostrarse a otros: “Obdulia invirtió ese tiempo<br />

en vestirse, en vestirse para ella, transformada de maniquí en mujer por la más sencilla de las<br />

metamorfosis. Un acto tan simple le restituía independencia y altivez” (135). El paso de mujer a robot,<br />

de Venus a mecánica, es “fácilmente” reversible, como quedará manifestado con la rebelión de Obdulia<br />

más adelante.<br />

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