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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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mujer que toma un taxi apresuradamente; el resto del texto está poblado de figuras<br />

femeninas que pasean, a pie o en coche, que viajan, dentro y fuera de la ciudad, que<br />

bailan. Y estos avances no son privativamente espaciales, sino que afectan a otras<br />

esferas: la mujer fuma (porque en los tiempos que corren “¡fuma todo el mundo!”,<br />

Venus 108); flirtea (27); se divorcia y se permite afirmar que lo mejor es estar<br />

“soltera” por ser éste “el estado ideal de la mujer” (39). Se perfilan así condiciones de<br />

desarrollo social y económico que ofrecen otras alternativas a la mujer previamente<br />

inexistentes. Se da igualmente un intento por incorporar a la mujer al mundo laboral y<br />

así Obdulia, tras dejar el cabaret, “quería trabajar, ganarse la vida como una obrera,<br />

como una de aquellas muchachas de los talleres y las oficinas que cruzaban en grupos<br />

alegres la Puerta del Sol” (89). 78 El centro de Madrid es invadido por grupos<br />

minoritarios que hasta ese momento tenían vetado el paso, que luchan por el derecho<br />

de ganarse la vida honradamente y con éste, una representatividad social, lo que<br />

prefigura la huelga general en la que los mismos espacios son igualmente invadidos,<br />

pero de manera mucho más caótica y desordenada. Obdulia lucha por su autonomía,<br />

por encontrar ocupación honrada: “Hizo cola en las antesalas de los despachos donde<br />

se precisaba señorita que sepa idiomas; compareció en algunos pisos lujosos de la<br />

Castellana, cuyos dueños buscaban señorita de compañía; ella misma se anunció como<br />

78<br />

A mi entender, este intento y su satisfacción no sólo queda plasmado en la aparición de mujeres<br />

obreras en la Puerta del Sol, sino también en la introducción de personajes ficticios con referentes<br />

reales, mujeres que fueron reconocidas en su época en ambientes culturales madrileños por sus<br />

ocupaciones artísticas: “La señorita Gloria Martínez, poetisa y nadadora y Maruja Montes, pintora”<br />

(Venus 165), esto es, Concha Méndez y Maruja Mallo. La inclusión de estas mujeres en la vida pública<br />

madrileña no fue nada fácil (síntesis de la experiencia de Obdulia en la gran ciudad). La misma Concha<br />

Méndez explicó en sus memorias que “a las tertulias de Valle Inclán en el café de la Granja del Henar y<br />

a las de Gómez de la Serna en el café del Pombo no podía ir; terminaban sobre las tres de la mañana y<br />

yo tenía que volver a casa para la cena” (Ulacia Altoaguirre 59-60). Pero a pesar de eso, la introducción<br />

de estos personajes en el texto de Díaz Fernández proporcionan una garantía de validez a los avances<br />

que, aunque lentamente, se estaban logrando para la mujer en los años veinte.<br />

334

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