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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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espacios de ocio en la novela: el cabaret, el café, el teatro… todos ellos, según<br />

Martínez Latre “serán marcas de esta vitalista y pragmática civilización urbana en<br />

donde existen refinados placeres” (“Aspectos” 191). El ser humano, consciente de su<br />

caducidad, desarrolla una euforia física y busca el placer inmediato que haga su vida<br />

más agradable. Esto lo consigue en los cabarets, en el baile con mujeres que no<br />

volverá a ver, en el placer del sexo fácil, en el consumo de champán y en los<br />

cigarrillos ingleses. Sería ésta la vida del sujeto moderno, deshumanizado en palabras<br />

del propio Díaz Fernández, de todos los “hijos del siglo más científico y mecanizado”<br />

que viven sólo para “esto tan breve, tan personal, tan egoísta y tan efímero”<br />

(“Literatura de avanzada” 98). El mismo autor afirma que “nada hay tan falso, efímero<br />

y externo como la pasión del músculo o del sexo. El deporte o el baile son válvulas de<br />

escape para la exuberancia vital de ciertos años de juventud; pero transcurren éstos y<br />

el espíritu necesita un alimento más delicado y continuo” (Nuevo romanticismo 26-<br />

27). Por ello, su protagonista masculino se debatirá entre esta experiencia efímera y<br />

aquélla más trascendente, más permanente, una disyuntiva que no sólo se evidencia en<br />

el espacio abierto de la calle, sino también en el privado, expresado en términos de la<br />

diferencia entre habitar en un hotel (experiencia efímera) y en el hogar (expresión de<br />

la permanencia), un dilema que casualmente surge con la posibilidad de adoptar una<br />

vida burguesa al lado de una sola mujer, lo cual implicaría el fin de sus aventuras con<br />

diferentes mujeres:<br />

Cuando abro la puerta del piso me horroriza encontrarme con esa palabra que<br />

rueda por la boca de todos los vencidos: el hogar. Un hotel tiene algo de<br />

estación, de movilidad y de partida, con sus baúles tachados por una geografía<br />

de etiquetas, con sus gentes que se informan de todos los horarios y viven<br />

siempre en el inmaterial espacio del viaje. Allí me engañaba yo todos los días,<br />

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