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30.04.2013 Views

efímeros, fugaces y carentes de profundidad con diferentes mujeres (lo que muestra una vez más que las relaciones personales son un correlato de las transacciones económicas propias de un sistema capitalista) se enamorará de Obdulia, una tanguista que pasará por modelo, querida de un burgués, venus mecánica (esto es, mujer alienada y despersonalizada, una mercancía al servicio de la producción capitalista) y por último virgen roja, adquiriendo mayor protagonismo en el texto como queda demostrado en el título de la novela, el cual remite a la imprecación de Obdulia como mujer alienada en el capítulo 17. En su transición de intelectual burgués erotómano a intelectual comprometido, Víctor escribirá artículos incendiarios y se implicará activamente en el movimiento formado por universitarios y obreros, lo que le hará terminar sus días en la cárcel. La calle en la novela adquiere un protagonismo esencial como espacio-tránsito, un lugar de paso en el que nada ni nadie parece poder quedarse y en el que todo fluye, circula a un ritmo vertiginoso, trasunto de la experiencia moderna del individuo. La calle madrileña registra este dinamismo de la sociedad urbana, no sólo en las nuevas transformaciones urbanísticas de las que el personaje es testigo en sus continuos paseos, sino en las nuevas subjetividades que se forman al contacto con este espacio itinerante—el intelectual comprometido, el obrero, el estudiante y la mujer activista, convertida en virgen roja ante la injusticia que observa en la calle. A continuación, la primera sección explora la experiencia de la modernidad en el texto a través del cuadro moderno de la acción, manifestado principalmente a nivel de la calle como espacio itinerante en el que se perfilan las subjetividades y en la que todo se halla en constante circulación –transeúntes, mercancías, medios de transporte, hábitos de convivencia y edificios, iconos del Madrid moderno, los cuales a veces son genéricos (el cabaret, el hotel) y otras veces cobran especificidad (el Banco Hispanoamericano, 316

el Ritz, el Alkázar), igual que los personajes que salen y entran de ellos. El dinamismo, concentrado principalmente en la Gran Vía como avenida céntrica de la modernidad, deriva entre otras cosas del progreso que viene a conquistar la ciudad bajo diversas formas y que convive con un persistente tradicionalismo que hace que Madrid, “con rascacielos y aeródromos” siga siendo “un lugar de la Mancha” (47). En la siguiente sección se analiza la presencia femenina en la calle madrileña, una presencia que va adquiriendo un protagonismo creciente acorde a la mayor libertad de movimientos que el autor concede a las protagonistas femeninas. Se explorará cómo mujer y urbe son identificables en sus simetrías, en lo efímero de sus contactos y en la materialidad que define a ambas. El análisis de centrará en Obdulia, protagonista principal, quien pasa de ser objeto de deseo, individuo alienado y cosificado en una sociedad mercantil, a sujeto agencial; en otras palabras, de venus mecánica a virgen roja que adopta e interioriza ese “nuevo romanticismo” comprometido con el cambio social que el autor publicaría bajo ese título un año después. En esta transformación la calle y los desplazamientos por la misma jugarán un papel esencial como escenario donde la mujer se exhibe, se compra y se vende, pero también donde se conciencia y perfila su subjetividad a través de las peripecias que le sobreviven. Por último paso a examinar el papel de las huelgas y manifestaciones populares como fenómeno político-social, una constante en la literatura de la época, que hacen de la calle un “site of contestation” en términos lefebrianos en el que no sólo se producen nuevos efectos de subjetivación sino también se abren nuevos caminos a una profunda transformación social. 317

efímeros, fugaces y carentes de profundidad con diferentes mujeres (lo que muestra<br />

una vez más que las relaciones personales son un correlato de las transacciones<br />

económicas propias de un sistema capitalista) se enamorará de Obdulia, una tanguista<br />

que pasará por modelo, querida de un burgués, venus mecánica (esto es, mujer<br />

alienada y despersonalizada, una mercancía al servicio de la producción capitalista) y<br />

por último virgen roja, adquiriendo mayor protagonismo en el texto como queda<br />

demostrado en el título de la novela, el cual remite a la imprecación de Obdulia como<br />

mujer alienada en el capítulo 17. En su transición de intelectual burgués erotómano a<br />

intelectual comprometido, Víctor escribirá artículos incendiarios y se implicará<br />

activamente en el movimiento formado por universitarios y obreros, lo que le hará<br />

terminar sus días en la cárcel.<br />

La calle en la novela adquiere un protagonismo esencial como espacio-tránsito,<br />

un lugar de paso en el que nada ni nadie parece poder quedarse y en el que todo fluye,<br />

circula a un ritmo vertiginoso, trasunto de la experiencia moderna del individuo. La<br />

calle madrileña registra este dinamismo de la sociedad urbana, no sólo en las nuevas<br />

transformaciones urbanísticas de las que el personaje es testigo en sus continuos<br />

paseos, sino en las nuevas subjetividades que se forman al contacto con este espacio<br />

itinerante—el intelectual comprometido, el obrero, el estudiante y la mujer activista,<br />

convertida en virgen roja ante la injusticia que observa en la calle. A continuación, la<br />

primera sección explora la experiencia de la modernidad en el texto a través del<br />

cuadro moderno de la acción, manifestado principalmente a nivel de la calle como<br />

espacio itinerante en el que se perfilan las subjetividades y en la que todo se halla en<br />

constante circulación –transeúntes, mercancías, medios de transporte, hábitos de<br />

convivencia y edificios, iconos del Madrid moderno, los cuales a veces son genéricos<br />

(el cabaret, el hotel) y otras veces cobran especificidad (el Banco Hispanoamericano,<br />

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