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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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ser realizada desde la ficción (Sobre políticas 19). En este sentido, la dimensión<br />

política de una obra cuestiona las exclusiones y las invisibilidades existentes de una<br />

determinada sociedad, esto es, reivindica la voz de los que han permanecido<br />

invisibles, reivindica el derecho a la palabra de aquellos que sólo tenían el derecho al<br />

grito inarticulado y reclama el derecho a un cuerpo (esto es, una vida vivible, digna y<br />

justa) para aquellos que había sido reducidos a lo inhumano, como bien manifiestan<br />

las palabras del narrador de Lamentación. La horda de cadáveres como personaje<br />

colectivo que por primera vez alza la voz para reclamar derechos políticos y sociales<br />

no refleja una realidad previa, sino algo que no existía –de ahí su carácter amenazador,<br />

intensificado porque además, no aparece como un hecho claro y nítido, sino como un<br />

fantasma, un espectro, gestado en la imaginación del paseante, y por ello mismo<br />

transmite inseguridad. El mismo narrador reflexiona sobre la función de la ficción:<br />

“¿Y si fuese verdad? ¿Y si tuviesen una realidad objetiva las fantasías imaginadas…?”<br />

(Lamentación 110). La ficción colectiva se convierte en realidad objetiva unas páginas<br />

más adelante, cuando estalla la huelga general revolucionaria, invadiendo e<br />

interrumpiendo la realidad circundante para proponer una nueva. El pueblo tenía<br />

hambre, nos dice el narrador, y los gobernantes intentaban calmarla a golpe de<br />

pólvora. Una vez más, se pone de manifiesto la importancia de la calle como espacio<br />

de protesta donde se gesta una nueva conciencia social y política, y donde se<br />

establecen dinámicas del poder y la resistencia que la convierten en un escenario tanto<br />

ficcional como geográfico privilegiado para alterar la realidad circundante. La calle<br />

favorece la meditación y así durante el paseo nocturno, primero por la calle de Atocha<br />

donde se encuentra el caserón de San Carlos y luego en los jardines del Prado,<br />

mientras “caminaba insensiblemente” (110), la imaginación del narrador-paseante se<br />

abre a una nueva realidad social. Y es en las calles urbanas céntricas, en las<br />

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