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30.04.2013 Views

novela en un intento por transmitir una imagen positiva de la ciudad y sus calles como escenarios lúdicos que posibilitan nuevos comportamientos, actitudes y libertades conducentes al placer del transeúnte, una imagen que se consigue a través de la canonización del deseo como elemento urbano materializado en la figura de la mujer. 3.1.2. Calles como mapas del deseo Hacia el final del prólogo de Flores del mal, Baudelaire se refiere a ese monstruo delicado y exquisito, feo y perverso llamado Ennui, sujeto conflictivo, producto de la vida metropolitana moderna. Caracterizado por “the suffocating inability to feel” (Choi 711), este modelo moderno emerge en la literatura decimonónica de Baudelaire o de Leopardi como consecuencia del triunfo del individuo de despojar de interés su existencia urbana. La principal diferencia con el individuo que adopta una “blasé attitude” es, tal y como explica Choi, que “the blasé individual derives no pleasure from the meaninglessness of a life in which everything can be obtained for money. Rather, ennui struggles to find salvation in momentary excitement, impression, stimulation” (“Metropolis” 711). El personaje de Lamentación se correspondería con este modelo urbano, un ennui que transita las calles urbanas con indiferencia, con temor y resignación, pero que consigue encontrar en ellas el escenario propicio para dar rienda suelta al deseo, la excitación y el despertar de los estímulos más básicos. El placer de los itinerarios urbanos se deriva fundamentalmente de la presencia femenina en los mismos y si bien sus días en la ciudad transcurren en medio de “un sopor de muerte… en un aburrimiento aplastante” (Lamentación 53), todo cambia ante el espectáculo placentero femenino en la calle: En la acera de Teléfonos, adonde me llevaron mis pasos, una monstruosa ola de gente dificultaba la circulación. Había muchas mujeres, algunas deliciosas. 292

Comencé a mirarlas, preferentemente a la boca y los pechos, volviéndome luego para aquilatar el mérito de las caderas, en un festín de deseos, siempre excitado con la sorpresa de nuevas mujeres. Estas oferencias ininterrumpidas concluyeron por ponerme en un estado de tensión muscular anormal, catatónico, haciéndome oscilar como un beodo. Comprendí que no podía permanecer en la calle, y me encaminé hacia casa con una depresión grande, extrañamente ensimismado. (25) Si bien la calle se configura como espacio oscuro y temeroso, la presencia de la mujer en el mismo lo convierte en espacio soportable, hasta placentero, configurando una imagen más familiar y accesible. La “ola de gente” monstruosa y anónima va perdiendo su carácter amenazador al ser identificada con la mujer, objeto deseado, paseante y flâneur en las calles de la urbe moderna en parte debido a la eclosión de galerías comerciales y el progreso económico que favorece e invita a todo tipo de mujeres a pasear, mirar, desear en la calle urbana, tal y como el personaje de Lamentación observa en su función de espectador callejero: “En un comercio abierto entraban y salían lindas mujeres” (21) pero también “mujeres feas se miraban constantemente en los espejos” (61), poniendo una vez más de manifiesto el dinámico trasiego y la constante circulación que tiene lugar en la calle; incluso en las “lunas de los escaparates podían observarse las idas y venidas de los dependientes” (21). Es éste otro guiño a la desarrollada economía capitalista que domina la ciudad de Madrid, la cual erige edificios dedicados al comercio, como los grandes almacenes Madrid-París o la Casa Matesanz, casa ubicada en la Gran Vía (que apunta al protagonismo de esta calle en la presencia de nuevas formas de capital en Madrid, como se verá en La Venus mecánica) y construida en 1923 como uno de los primeros centros comerciales al estilo estadounidense con una instalación interior de tiendas, despachos y oficinas. 293

Comencé a mirarlas, preferentemente a la boca y los pechos, volviéndome<br />

luego para aquilatar el mérito de las caderas, en un festín de deseos, siempre<br />

excitado con la sorpresa de nuevas mujeres. Estas oferencias ininterrumpidas<br />

concluyeron por ponerme en un estado de tensión muscular anormal,<br />

catatónico, haciéndome oscilar como un beodo. Comprendí que no podía<br />

permanecer en la calle, y me encaminé hacia casa con una depresión grande,<br />

extrañamente ensimismado. (25)<br />

Si bien la calle se configura como espacio oscuro y temeroso, la presencia de la mujer<br />

en el mismo lo convierte en espacio soportable, hasta placentero, configurando una<br />

imagen más familiar y accesible. La “ola de gente” monstruosa y anónima va<br />

perdiendo su carácter amenazador al ser identificada con la mujer, objeto deseado,<br />

paseante y flâneur en las calles de la urbe moderna en parte debido a la eclosión de<br />

galerías comerciales y el progreso económico que favorece e invita a todo tipo de<br />

mujeres a pasear, mirar, desear en la calle urbana, tal y como el personaje de<br />

Lamentación observa en su función de espectador callejero: “En un comercio abierto<br />

entraban y salían lindas mujeres” (21) pero también “mujeres feas se miraban<br />

constantemente en los espejos” (61), poniendo una vez más de manifiesto el dinámico<br />

trasiego y la constante circulación que tiene lugar en la calle; incluso en las “lunas de<br />

los escaparates podían observarse las idas y venidas de los dependientes” (21). Es éste<br />

otro guiño a la desarrollada economía capitalista que domina la ciudad de Madrid, la<br />

cual erige edificios dedicados al comercio, como los grandes almacenes Madrid-París<br />

o la Casa Matesanz, casa ubicada en la Gran Vía (que apunta al protagonismo de esta<br />

calle en la presencia de nuevas formas de capital en Madrid, como se verá en La<br />

Venus mecánica) y construida en 1923 como uno de los primeros centros comerciales<br />

al estilo estadounidense con una instalación interior de tiendas, despachos y oficinas.<br />

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