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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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como comenzó, con el alza del discurso del orden y el poder de los que tienen las<br />

armas que si bien al principio son puestas en manos de los cazadores, al final serán de<br />

los policías y los guardas, encargados de apoyar y mantener el status quo, los cuales<br />

se aseguran que el sujeto marginal, silenciado, retorne a su lugar periférico de origen.<br />

La circularidad de las novelas que asigna a los personajes la misma ubicación espacial<br />

marginal y periférica de la que partieron en su viaje urbano parece enmarcar el peso<br />

de las leyes deterministas que fija su destino. Ahora bien, aunque en esta línea<br />

Vickers afirma que el argumento de La horda “se desarrolla según las fuerzas<br />

deterministas que actúan sobre él” (“Blasco Ibáñez” 468), hay que señalar que frente a<br />

esta visión naturalista y limitadora propia de la novela decimonónica en que el medio<br />

social determinaba plenamente las acciones de esos niños criados en los suburbios<br />

madrileños cuyo destino era convertirse en criminales se erige una actitud optimista y<br />

prometedora, dinámica si se quiere, que pasa por hacer una llamada de atención, una<br />

denuncia al abandono e invisibilidad a la que se relega al sujeto marginal como<br />

problema social de índole nacional. Para ello, Blasco, igual que hiciera Baroja,<br />

concede una visibilidad a ese sujeto (bien bajo la forma del golfo como Manuel, del<br />

criminal como Jesús o del intelectual desheredado como Isidro) para proferir una<br />

amenaza a la clase media “que no ve a la muchedumbre famélica esparcida a sus pies”<br />

(La horda 335) y una llamada a la acción a la horda de desheredados para que deje de<br />

“permanecer inmóvil, exija con altivez y entre en Madrid, no al amanecer, sino al<br />

mediodía” (335). Las palabras del propio autor de que la literatura debe “representar<br />

las cosas como deben ser y no como son” (La maja 193) apuntan a que la exhortación<br />

a la acción, aunque ahogada por la resignación de Maltrana, abre nuevas<br />

posibilidades, nuevos caminos hacia un porvenir esperanzador de los más necesitados,<br />

de, como los denominaría Blanco Aguinaga, los “verdaderos asaltantes de la alta<br />

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