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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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2.2.3. Los márgenes de los márgenes: civilización, barbarie y espacio formativo del<br />

sujeto<br />

Dos son las imágenes de la naturaleza que predominan en el texto: por un lado,<br />

el mundo natural es construido como escenario conflictivo de guerra permanente<br />

donde el individuo, alejado de toda ley social, busca su propia conservación al margen<br />

de cualquier distinción moral objetiva. Por otro lado, la naturaleza se revela como un<br />

espacio idealizado en el que el individuo, lejos de toda urbanización y civilización, se<br />

entrega a la reflexión, gestándose un nuevo sujeto capaz de ver la desigualdad social y<br />

ubicarse en un mundo donde el rico subyuga y aplasta implacablemente al débil.<br />

Aunque a simple vista pueden parecer opuestas, ambas construcciones están<br />

íntimamente relacionadas pues sólo tras experimentar el campo como ambiente de<br />

lucha se producirá el despertar de la conciencia social del sujeto, revelándose así la<br />

naturaleza como escenario de vida –donde el individuo encuentra los medios para<br />

subsistir y también donde acontece el renacer de nuevas subjetividades—pero<br />

asimismo de muerte, donde el débil sucumbirá ante el fuerte. 60<br />

El primer contacto del personaje con la naturaleza pura y genuina llega a<br />

través de un largo paseo nocturno por la carretera de Bellavistas al norte de Cuatro<br />

Caminos, hacia el Pardo con el Mosco, padre de Feli, famoso cazador de Tetuán.<br />

60<br />

En su artículo sobre La horda, Robin llama la atención a que la novela cubre el transcurso de un año,<br />

iniciándose y concluyendo en la primavera (“La horda” 475). Es significativo que sea en ambas<br />

estaciones primaverales cuando tiene lugar el despertar de la conciencia social del sujeto, al principio<br />

de la novela durante el episodio de la escena de caza y al final cuando el mismo personaje llamará a una<br />

concienciación social de la horda que lleve a la acción revolucionaria. Este “renacimiento” colectivo<br />

que siempre acontece en los alrededores de Madrid, nunca en el seno de la urbe (asociada, como se ha<br />

visto, al verano y al invierno, esto es, a la muerte y la vacuidad, al hundimiento físico y moral) quedará<br />

complementado con el renacer individual del sujeto por medio del amor. Isidro se ve impelido a<br />

declarar su amor a Feli en uno de sus primeros encuentros en un frondoso rincón que plantado por los<br />

constructores del canal de Lozoya había terminado por convertirse en un bosque “más allá de las<br />

últimas casas de los traperos, contrastando con la sórdida miseria del barrio, comenzaba el bosquecillo<br />

del Caño Dorado… una gran masa de árboles rumorosos, poblada de pájaros… Era un rincón apacible<br />

y silencioso, cargado en primavera de flores y trinos, que no conocían los habitantes de Madrid; un<br />

oculto paraíso; un trozo de poesía para la horda traperil acampada en el cerro inmediato” (La horda<br />

112-13).<br />

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