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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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haciendo imposible la existencia. La calle penetra en el hogar, se funde con él,<br />

transmitiéndole su asfixia e impregnando la conciencia del individuo que en él habita<br />

y así “la calle, como dilatada por el calor, introducíase por todos los huecos, haciendo<br />

llegar sus hedores y ruidos a los extremos más recónditos de las casas” (229). Isidro y<br />

Feli no tardarán en ser expulsados de la casa que ocupan en el centro urbano igual que<br />

“los parásitos del verano”, esto es, chinches, pulgas y cucarachas, son arrojados por<br />

“las paredes caldeadas” (229). Con la llegada del verano el escenario callejero se<br />

convierte en un espacio vacío de la muerte en medio del cual perecen de hambre los<br />

desheredados. Madrid se paraliza y se vacía, pues los ricos abandonan la capital en<br />

manos de los desgraciados, obreros y desfavorecidos. Carr recuerda que hasta los años<br />

treinta del siglo XX muchos españoles de la clase media “consideraban que pasar el<br />

verano en la ciudad era un estigma social” (España 414). Con la ciudad vacía, sin los<br />

ojos de los transeúntes en los que reflejarse, se pone fin a las relaciones de<br />

dependencia del individuo que necesita de la vida callejera para sobrevivir pues para<br />

fomentar su actividad literaria era necesario “dejarse ver de las gentes y callejear” (La<br />

horda 217). 59 El miedo ante el “silencio de tumba” que “pesaba sobre la población<br />

invisible” (206) se repetirá con la llegada del invierno a la capital, cuando las calles se<br />

vacíen de peatones, el silencio absoluto ahogue la voz del sujeto, la blancura nítida y<br />

fúnebre de la nieve que cubre la urbe lo ciegue y la soledad a la que lo relegan todos<br />

sus conocidos, equiparable a la muerte, anule al personaje, “cerrándole todos los<br />

59<br />

La asociación calle y vida es particularmente ilustradora en la visita a la Cárcel Modelo donde<br />

Maltrana acude a visitar a su hermanastro. El pavor y la tristeza que siente Isidro ante “las naves<br />

enormes, las galerías superpuestas, y las puertas de las celdas con gruesos cerrojos” y la comparación<br />

de los presos con “fieras enjauladas” (206) recuerda la angustia que la imagen del zoológico generaba<br />

en Isidora, y deja traslucir la amenaza y las terribles consecuencias que la inmovilidad implica para<br />

estos sujetos que hacen de la calle su hábitat natural y en la mayoría de los casos, su espacio de<br />

supervivencia. En La horda, además, la visita a la cárcel tiene la función de dar visibilidad a todos esos<br />

individuos quienes como el hermanastro de Maltrana son criados en los suburbios madrileños y que<br />

parecen no tener más destino que la criminalidad. Frente a la asociación periferia-criminal de la novela<br />

decimonónica, Blasco llama la atención a estos personajes sometidos al abandono y la ocultación –bien<br />

en el extrarradio norte, bien en el espacio de la cárcel.<br />

241

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