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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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“rodeados de moscas” (170), estableciéndose una vez más una estrecha asociación<br />

entre sujeto y territorio.<br />

Cabe plantearse hasta qué punto es posible una ruptura con el origen social del<br />

individuo mediante un cambio en el emplazamiento urbano. A pesar de la pugna por<br />

alejarse de la periferia urbana y con ésta de toda carga familiar, la herencia genética y<br />

el entorno social y material parecen acompañar al sujeto en todos sus<br />

desplazamientos, determinando su destino. 57 Vuelve a permear aquí un discurso<br />

naturalista que explica los males de la sociedad de forma determinista; un<br />

naturalismo, no entendido como estilo artístico, pues estamos ya lejos de los<br />

presupuestos científicos anunciados en Le Roman Experimental en 1877 o de las<br />

novelas Lo prohibido (1884-85) de Galdós y Los Pazos de Ulloa (1886-87) de Pardo<br />

Bazán, novelas con las que periclita la tendencia naturalista en España, sino un<br />

naturalismo como forma de escritura y especialmente como forma en que el novelista<br />

percibe al ser humano y a la sociedad que lo rodea. Como señala don José, padrastro<br />

de Maltrana, cuando uno “nace para obedecer, para quedarse abajo” (44) es inútil<br />

luchar contra el orden natural. En este sentido, a pesar del capital cultural adquirido a<br />

través de una instrucción y de su pugna por asentarse en el centro, el capital social<br />

(esto es, biológico y heredado) es fundamental y así el propio personaje es capaz de<br />

reconocer su gran defecto, “el mal de su generación, en la que un estudio desordenado<br />

57<br />

Algo parecido ocurre con el tío de Isidro, quien posee una tienda en el patio de las Américas viejas.<br />

El sujeto afirma orgullosamente que ha perdido todo contacto con la gente de Tetuán, incluida su<br />

madre, pues “Madrid terminaba para él en el café de San Millán” (174), en las inmediaciones de la<br />

plaza de la Cebada. Este acto subversivo, que Isidro imitará sin correr la misma suerte que su tío,<br />

implica una concienciación social que impele al sujeto a alejarse de la familia, sinónimo en este caso de<br />

origen social y de periferia urbana. El narrador enfatiza que el acto de abandono del espacio urbano<br />

propio de la marginalidad, la invasión del centro urbano y el rechazo de cualquier herencia familiar no<br />

erradica la lacra social que acompaña al sujeto de por vida, como bien indica el aspecto deplorable del<br />

tío, su “fama vergonzosa en todo el barrio” y su tara física, que afecta principalmente a la vista. Dicha<br />

limitación visual no deja de ser significativa: el narrador destaca “las dos manchas negras de los<br />

anteojos con bordes de paño que abrigaban su vista enferma” (171), justificando así la marginalidad del<br />

sujeto que puja por alejarse de los de su clase, vive al margen y es incapaz de ver la realidad tal y como<br />

es.<br />

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