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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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peregrinación a la villa, Isidro regresa a su casa desde el centro. Incluso los perros de<br />

Zaratustra sienten extrañeza ante Isidro, “irritados por su exterior de hombre de<br />

ciudad” (101). Como señala el narrador en varias ocasiones, o se es madrileño o se es<br />

trapero: o se pertenece al mundo de la urbe o al mundo del extrarradio, sin posibilidad<br />

de mezcla. Isidro eligirá ser madrileño, pero no podrá ocupar esta posición<br />

completamente debido al peso de la herencia social, lo que lo colocará en un espacio<br />

liminal, intermedio, entre el afuera y el adentro, sin posibilidad de adaptación<br />

completa a ninguno de los dos espacios urbanos. Igual que Tristana, tomará<br />

conciencia de sus aspiraciones en forma de altos espacios futuros: “Maltrana, con<br />

gran detrimento de su dignidad de filósofo, soñaba despierto muchas veces al pensar<br />

en el porvenir. Cuando su imaginación tomaba vuelos de águila, se veía aclamado por<br />

las naciones, reconocido por todas como el genio más grande del siglo, presidiendo,<br />

en nombre de la ciencia, los Estados Unidos de Europa, que vivían felices gracias a<br />

Maltrana, al gran Maltrana I…” (127). En estas ansias de altura y ambiciones sociales<br />

que persistirán a lo largo del relato yace uno de los principales desvíos del personaje,<br />

por los que será duramente castigado. Podría afirmarse que sus deseos por distinguirse<br />

y por romper la “continuidad social” se gestan en el sujeto como una imposición<br />

desde afuera, y son fruto de una herencia social transmitida de padres a hijos: según<br />

los habitantes del extrarradio, “toda la culpa la tuvo la madre de Isidro, por su empeño<br />

en huir del barrio…” (261). La ambición geográfica de la madre, quien por medio del<br />

matrimonio logró abandonar el oficio de trapera y “escalar” un peldaño en la pirámide<br />

social, es proyectada en su descendencia; desde que Isidro es niño, la mujer estaba<br />

dispuesta a “hacer de él un señorito, un hombre de carrera” (42), convenciéndole de<br />

que “un sabio como él no podía estar en un casuchón de las afueras, entre albañiles,<br />

obreros de la villa y vagabundos” (49). En un proceso formativo siempre influido por<br />

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