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30.04.2013 Views

empiezan a mostrar conciencia de la situación y pronto demandarán ciertos derechos y buscarán entrar en la capital para quedarse. El primer paso de esta invasión lo dará a nivel individual Isidro Maltrana, principal representante de la horda de la que proviene, pero este paso, desde la perspectiva del narrador, lo dará de forma errónea: Isidro mirará a los traperos entre los que ha nacido como “bestias” y “monos malignos” (214) y tenderá a separarse de ellos. Sin embargo, a pesar de su “altivez intelectual” y su deseo de distinguirse del pueblo traperil, el narrador se asegura de que el personaje termine percibiendo su propio itinerario callejero como el de un “lobo” que desciende “desde las cumbres a la llanura, empujado por el hambre” (249). Si bien en las alturas de un cuarto piso del centro urbano el personaje se ve como un animal hábil, agresivo y cazador, terminará sus andanzas callejeras en un sector marginal como un roedor que escarba entre la basura, igual que esas ratas que se desplazan por las calles de las Carolinas, entre los desechos, portadoras de la triquinosis que pasa de los cerdos a los humanos. Aunque disfrazado bajo la forma de un determinismo que marca la degeneración del personaje quien parece no poder deshacerse de una herencia ambiental adversa, en este desenlace hay que vislumbrar una crítica hacia la primacía de la individualidad frente al compromiso colectivo, traducido en un alejamiento del individuo de la horda periférica con todas sus connotaciones animales, movido por sus aspiraciones burguesas, lo que implica una negación a la acción. Sujeto siempre en construcción al contacto con los mundos urbanos diferentes por los que deambula, la experiencia urbana de Maltrana vendrá marcada por la idea de que la identidad social se distingue y se afirma en la diferencia pues, como sostiene Bourdieu, aparte de organizar las prácticas y la percepción de las mismas, el habitus se define también por un sistema de diferencias, de posiciones diferenciales, es decir, 226

“todo lo que lo distingue de todo lo que no es y en particular de todo aquello a que se opone” (La distinción 170). Es por ello que el personaje, haciendo gala de su naturaleza nómada, tenderá a alejarse lo máximo posible de las zonas periféricas en las que ha nacido, pues “un sabio como él no podía estar en un capuchón de las afueras, entre albañiles, obreros de la villa y vagabundos” (La horda 49), actitud mediante la cual Blasco Ibáñez determina el gradual descenso y final caída del personaje en la más oscura abyección. 2.2.2. Dime por dónde andas y te diré quién eres: centro urbano y sujeto marginal No es casualidad que el nombre del personaje principal de La horda tenga cierto parecido con el nombre de la Rufete. Isidora e Isidro, hijos del pueblo, comparten mucho más que una semejanza en el nombre propio. Ambos son personajes huérfanos, cuyo destino al margen de las convenciones sociales les viene impuesto desde afuera. Si las ideas quijotescas de Isidora, responsables del destino fatalista del personaje, son inducidas por su tío Alonso Quijano, el mismo destino de Isidro vendrá impuesto por unas circunstancias que en un principio pretenden allanarle el camino de la vida pero terminarán endureciéndolo. La señora rica y bondadosa para quien “Isidro era su obra” (43) se encarga de proporcionarle una educación y darle una carrera, esto es, de formarlo a su imagen y semejanza, pero ésta fallece cuando Isidro está en el último curso de la carrera de Filosofía y Letras, un hecho que sumirá al personaje en la más completa desorientación y marcará su marginalidad. A partir de este momento el personaje luchará por “encontrar su camino” (10). Sin carrera, carece de capital social y no pertenece a “los de arriba”, que lo miran con desprecio por su origen social y tampoco a “los de abajo” pues, como señala Zamacois, “le estorbaba su ilustración y poseía unas manos y unos 227

empiezan a mostrar conciencia de la situación y pronto demandarán ciertos derechos y<br />

buscarán entrar en la capital para quedarse. El primer paso de esta invasión lo dará a<br />

nivel individual Isidro Maltrana, principal representante de la horda de la que<br />

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Isidro mirará a los traperos entre los que ha nacido como “bestias” y “monos<br />

malignos” (214) y tenderá a separarse de ellos. Sin embargo, a pesar de su “altivez<br />

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una crítica hacia la primacía de la individualidad frente al compromiso colectivo,<br />

traducido en un alejamiento del individuo de la horda periférica con todas sus<br />

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negación a la acción.<br />

Sujeto siempre en construcción al contacto con los mundos urbanos diferentes<br />

por los que deambula, la experiencia urbana de Maltrana vendrá marcada por la idea<br />

de que la identidad social se distingue y se afirma en la diferencia pues, como sostiene<br />

Bourdieu, aparte de organizar las prácticas y la percepción de las mismas, el habitus<br />

se define también por un sistema de diferencias, de posiciones diferenciales, es decir,<br />

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