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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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más débil: “Da rabia pensar que hombres tan hombres mueran como perros, por<br />

querer vivir de lo superfluo, de lo que otros no necesitan; que los cacen como fieras,<br />

sin haber hecho otro delito que cobrar algunos conejos… ¡Puñales! ¡Y después aún se<br />

extrañan de que pidamos la revolución…!” (La horda 223). El personaje se refiere al<br />

asesinato de su hermano el Mosco, trapero cazador quien ha sucumbido como un<br />

animal y ha sido cazado como una presa por parte de los esbirros. Se empieza a gestar<br />

así la idea de la revolución entre estas muchedumbres desfavorecidas que<br />

significativamente asumen su propia animalización –condición indispensable para la<br />

toma de acción— y reclamarán un espacio de representación y una visibilidad pública<br />

de la que hasta ese momento no han gozado. Otro ejemplo ilustrativo lo constituye la<br />

escena del entierro de don José, padrastro de Isidro. En el funeral las masas adquieren<br />

plena concienciación social en la calle en la que vociferan, piden venganza y se<br />

autocomparan con el ganado maloliente: “Debemos marchar por las rondas como los<br />

ganados que van de paso… Los pobres, a la cuadra… porque olemos mal” (240-41).<br />

La deshumanización y desnaturalización a la que Blasco hace que el pobre se someta<br />

a sí mismo identifica a la masa humana con el ganado mediante una referencia física<br />

al lugar y a la manera en que son acorralados por los señores, en este caso, por la<br />

policía que ejerce su labor disciplinaria y restrictiva sobre la masa de cabezas que se<br />

manifiestan, invadiendo el centro urbano y haciendo valer su subjetividad colectiva.<br />

En el gesto de autocomparación con los animales reside no sólo una denuncia social<br />

hacia la indiferencia y ocultación a la que se relega a los pobres, sino también y más<br />

importante una voluntad de acción por parte del narrador que exhorta a dicho<br />

colectivo a, precisamente, abandonar las rondas y tomar la calle del centro urbano.<br />

Aunque expulsados y devueltos a su suelo geográfico, estas masas de “monstruos”<br />

con “caras amenazantes” y con “anhelos locos y criminales de destrucción” (335)<br />

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