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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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Los conocimientos médicos de Baroja le permiten medicalizar la pobreza y la miseria<br />

como enfermedad social utilizando una terminología médica que contribuye a<br />

establecer asociaciones más directas entre la pobreza de estas gentes y su condición<br />

física. No sólo la urdimbre humana es basura, sino que el barrio en el que habita<br />

“vomita”—otro término médico—todos los estigmas de la enfermedad. En La horda,<br />

la relación entre la pobreza como enfermedad social y el denigrante aspecto físico<br />

impregna todo el relato pero está particularmente individualizada en la descripción de<br />

Coleta, “el trapero más pobre de todos los traperos” (21): “Era viejo… La parte de sus<br />

mejillas acariciada por la rasura era lo único limpio de su cara. El resto estaba<br />

ennegrecido por la suciedad. Cada arruga era un surco fangoso; el cuero cabelludo<br />

mostraba las púas blancas del rapado por entre las escamas de la caspa endurecida”<br />

(20). El sujeto lleva inscrito en su cuerpo la miseria y el capital social de su casta. A<br />

pesar de “no haber estado nunca enfermo” (21), Coleta arrastra los estragos físicos del<br />

alcoholismo, lacra social que junto a la prostitución se medicalizará desde principios<br />

del XIX por estar vinculado “al proceso de racionalización social burguesa y a la<br />

consolidación del orden social” (Uría, “La taberna” 595). Coleta habita en el barrio de<br />

las Carolinas, “en una especie de gallinero al extremo de un corral, ocupado por<br />

montones de basura” (La horda 22), para dejar constancia de que las taras sociales,<br />

como se vio en Aurora, están asociadas a un escenario urbano concreto, la periferia.<br />

La imagen galdosiana de la “ciudad hecha de cartón podrido” que refleja el estado<br />

interior de sus habitantes es retomada en la novela de principios de siglo para<br />

establecer conexiones entre la apariencia de las calles y viviendas de los barrios<br />

marginales y el estado deplorable de sus habitantes. Estos habitantes de las Peñuelas<br />

en La desheredada, de las Carolinas en La horda o de las Cambroneras en Mala<br />

hierba, todos ellos sucios, pobres y hambrientos, funcionan como metáfora de la<br />

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