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población” (6) para desarrollar su actividad laboral, puede “despertar” y decidir, como apuntaría Vidal en La busca de Baroja “dejar las afueras y meterse en el centro” (248) para conquistarlo. La conquista de la calle, como se verá en novelas como Un hombre de treinta años o Siete domingos rojos significa la adquisición de otros poderes a nivel político y social que vendría a desestabilizar el status quo de la sociedad. Si a ciertas horas en el boulevard de Vetusta o en la Castellana madrileña la clase media paseaba para mostrar su consumo ostensible y hacer visible su anhelado capital social, el mantenimiento del mismo capital en La horda dependerá de la conservación de los límites ideológicos que se traducen y plasman en límites geográficos pues, retomando las palabras de Labanyi, la estabilidad de una sociedad dependía “on the maintenance of the boundary which separates the city (that which is inside society) from the country (that which is outsider society)” (“City, Country 54-55). La necesidad de una estricta separación espacial queda reforzada con la exhaustiva descripción del fielato de los Cuatro Caminos y de la actividad diaria que tiene lugar en sus inmediaciones, punto de referencia geográfica de especial importancia puesto que separa el extrarradio del terreno del ensanche. Si bien la RAE describe un fielato como una oficina a la entrada de las poblaciones en la cual se pagaban los derechos de consumo, la glorieta de los Cuatro Caminos puede considerarse como una puerta de entrada (o de salida) a la ciudad la cual separa dos espacios, dos mundos, interrumpiendo la continuidad entre ambos. A diferencia del puente, que según Simmel conecta o une dos puntos separados en el espacio, la puerta separa el afuera del adentro y gracias a ella “a fragment of space is unified and separated from the rest of the world” (“Bridge” 65). La referencia espacial a la puerta del fielato como punto de separación entre la urbe y del extrarradio otorgará una personalidad propia al núcleo y al barrio formado en torno a ella pues constituye el radio delimitante de la villa a nivel espacial 214

a la vez que clasifica, excluye y separa a una población con rasgos característicos, con una lacra social, una peculiaridad periurbana, caminera, marginal y laboral. 54 Añade Simmel que una puerta queda principalmente definida por la actividad humana en torno a ella: “The moments of separation and connection penetrate to the same extent into human activity, as human activity” (65). La dirección con la que se cruza la puerta determina la ubicación geográfica y social del individuo que bien entra o sale por ella y así el fielato queda definido por la actividad de los traperos que cada madrugada salen por el mismo para entrar en la población a llevar a cabo una actividad laboral que define su clase social y por extensión su ubicación geográfica, y abandonar dicha población bien entrada la tarde, cruzando de nuevo la puerta del fielato para retornar a sus puntos de origen. Estrechamente unido al establecimiento de límites geográficos, en la función o actividad laboral de los traperos reside otra manifestación de la necesidad del pobre por parte del rico y por tanto otra forma de hacer visible la posición de superioridad. Como documenta Del Moral, “los traperos recorrían las calles de Madrid a primeras horas de la madrugada, con carros tirados por mulos o burros, recogiendo las basuras de las casas y calles en sacos y trasladándola a sus vertederos particulares, situados en solares del extrarradio” (Sociedad madrileña 60). A diferencia de otros sujetos marginales como pícaros, mendigos y vagabundos, la figura del trapero entra en la ciudad de forma ordenada y 54 La glorieta de Cuatro Caminos presentaba a principios de siglo dos sectores bien diferenciados: el sur, dentro de los terrenos del ensanche, con un aspecto más urbanizado y organizado y el norte, que ya pertenecía a terrenos del extrarradio. Señala Martínez de Pisón que el hecho decisivo que diferenció ambas zonas de la glorieta fue un proceso histórico coetáneo, pero de naturaleza distinta: “Mientras la parte septentrional se formaba y crecía como un poblado caminero al margen del ensanche, oficialmente delimitado y sin otro criterio de ordenación que el señalado por la carretera de Francia, que partía hacia el norte desde la actual glorieta, la parte meridional quedaba incluida dentro de un espacio planificado de desarrollo urbano. La población que se asentaba en aquel poblado en formación tenía sus especiales características sociales y de género de vida. Inmigrados con preferencia del campo castellano o procedentes del casco superpoblado de la ciudad. Al instalarse en aquel sector imprimió en él peculiares rasgos derivados de su nivel económico y social y de la homogeneidad profesional de sus componentes, casi exclusivamente, jornaleros, obreros, peones” (“El barrio” 195). 215

a la vez que clasifica, excluye y separa a una población con rasgos característicos, con<br />

una lacra social, una peculiaridad periurbana, caminera, marginal y laboral. 54<br />

Añade Simmel que una puerta queda principalmente definida por la actividad<br />

humana en torno a ella: “The moments of separation and connection penetrate to the<br />

same extent into human activity, as human activity” (65). La dirección con la que se<br />

cruza la puerta determina la ubicación geográfica y social del individuo que bien entra<br />

o sale por ella y así el fielato queda definido por la actividad de los traperos que cada<br />

madrugada salen por el mismo para entrar en la población a llevar a cabo una<br />

actividad laboral que define su clase social y por extensión su ubicación geográfica, y<br />

abandonar dicha población bien entrada la tarde, cruzando de nuevo la puerta del<br />

fielato para retornar a sus puntos de origen. Estrechamente unido al establecimiento<br />

de límites geográficos, en la función o actividad laboral de los traperos reside otra<br />

manifestación de la necesidad del pobre por parte del rico y por tanto otra forma de<br />

hacer visible la posición de superioridad. Como documenta Del Moral, “los traperos<br />

recorrían las calles de Madrid a primeras horas de la madrugada, con carros tirados<br />

por mulos o burros, recogiendo las basuras de las casas y calles en sacos y<br />

trasladándola a sus vertederos particulares, situados en solares del extrarradio”<br />

(Sociedad madrileña 60). A diferencia de otros sujetos marginales como pícaros,<br />

mendigos y vagabundos, la figura del trapero entra en la ciudad de forma ordenada y<br />

54<br />

La glorieta de Cuatro Caminos presentaba a principios de siglo dos sectores bien diferenciados: el<br />

sur, dentro de los terrenos del ensanche, con un aspecto más urbanizado y organizado y el norte, que ya<br />

pertenecía a terrenos del extrarradio. Señala Martínez de Pisón que el hecho decisivo que diferenció<br />

ambas zonas de la glorieta fue un proceso histórico coetáneo, pero de naturaleza distinta: “Mientras la<br />

parte septentrional se formaba y crecía como un poblado caminero al margen del ensanche,<br />

oficialmente delimitado y sin otro criterio de ordenación que el señalado por la carretera de Francia,<br />

que partía hacia el norte desde la actual glorieta, la parte meridional quedaba incluida dentro de un<br />

espacio planificado de desarrollo urbano. La población que se asentaba en aquel poblado en formación<br />

tenía sus especiales características sociales y de género de vida. Inmigrados con preferencia del campo<br />

castellano o procedentes del casco superpoblado de la ciudad. Al instalarse en aquel sector imprimió en<br />

él peculiares rasgos derivados de su nivel económico y social y de la homogeneidad profesional de sus<br />

componentes, casi exclusivamente, jornaleros, obreros, peones” (“El barrio” 195).<br />

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