'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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30.04.2013 Views

por diferentes mundos en contacto con los cuales el protagonista perfilará su subjetividad. En estos mundos la calle jugará un papel esencial como escenario inhóspito y hostil pero también definitorio de estatus y condición social, y servirá para subrayar el itinerario de un individuo cuyo destino parece estar determinado en todo momento por su origen social y geográfico. El análisis del texto se organiza espacialmente. Las tres secciones que siguen se corresponden con los tres espacios geográficos en los que se desarrolla la novela: el extrarradio, el centro urbano y todo lo que queda más allá de éste. Para entender el desesperado intento del individuo por abandonar la periferia y conquistar el centro urbano, cabe preguntarse qué tipo de individuos habitan el extrarradio madrileño, qué implica vivir en las afueras de Madrid a principios de siglo y bajo qué condiciones. Será éste el objetivo de la primera sección. La segunda se ocupará de un análisis del “tortuoso camino” (86) del personaje principal, Isidro Maltrana, cuyo periplo vital y distintos emplazamientos urbanos dictarán su proceso formativo en términos del territorio que ocupa. El tortuoso camino plagado de altibajos guiará las peripecias urbanas y vitales del individuo y mostrarán cómo la calle funciona como marca social o al menos, constituye una vía principal para su expresión. Por último, nos desplazamos a los márgenes de los márgenes, esto es, todo lo que queda más allá del extrarradio madrileño, lejos de toda urbanización, un espacio donde la calle se disuelve y con ella toda ley social para dar paso a las leyes naturales. Se explorará el papel de la naturaleza en la construcción subjetiva del sujeto, quien pasea por el entorno natural buscando una transición del caos al orden. Será éste el escenario de la barbarie donde el hombre se convierte en un lobo para el hombre, pero al mismo tiempo un espacio idealizado que invita a la reflexión y al despertar de la conciencia, fundamental para la lucha contra la desigualdad. Los desplazamientos urbanos, tanto 208

verticales como horizontales, ponen en contacto los distintos mundos del Madrid de la época, o como el narrador indica, “el tránsito de un planeta a otro” (89), mostrando así ese Madrid “símbolo de la vida moderna” y al mismo tiempo símbolo de “la desigualdad social implacable y sin entrañas” (95). Al cabo de un análisis de las tres secciones se podrá concluir que estos desplazamientos constituyen una estrategia narrativa para visibilizar un problema “oculto” de índole nacional –las enormes desigualdades sociales, esos sujetos ocultos en los márgenes en condiciones deplorables y la indiferencia de la clase media hacia los mismos. En esta visibilidad reside una voluntad de acción que pasa por poner los cimientos para una futura acción revolucionaria de las masas la cual debe empezar, como bien el narrador señala, por abandonar “el antro” en el que se ocultan y “entrar en Madrid” para “exigir con altivez” lo que les pertenece (335) 2.2.1. El extrarradio norte: urbanismo al margen de la civilización Aunque Madrid había sido hasta mediados del XIX “una ciudad socialmente confusa, sin nítidas fronteras de clase” (Juliá, Madrid 369), a principios del XX nadie hablaba de mantener juntas en los mismos edificios a todas las clases sociales. El espacio urbano se dispone jerárquicamente para acoger a los distintos estamentos de la población. La clase media quiere a los pobres lejos y así, en el siglo XIX, tanto el proyecto urbanístico de rompimientos y ensanches de Mesonero Romanos como la propuesta quirúrgica de Fernández de los Ríos estaban orientados a una reorganización del espacio urbano según la cual se solucionaría el problema de hacinamiento en el casco histórico, y se “limpiaría” la ciudad de pobres y mendigos, enfermos y criminales, los cuales serían expulsados al exterior para así mejorar el aspecto indecoroso y miserable de la capital y de sus calles. Lo subraya Zaratrusta, 209

verticales como horizontales, ponen en contacto los distintos mundos del Madrid de la<br />

época, o como el narrador indica, “el tránsito de un planeta a otro” (89), mostrando así<br />

ese Madrid “símbolo de la vida moderna” y al mismo tiempo símbolo de “la<br />

desigualdad social implacable y sin entrañas” (95). Al cabo de un análisis de las tres<br />

secciones se podrá concluir que estos desplazamientos constituyen una estrategia<br />

narrativa para visibilizar un problema “oculto” de índole nacional –las enormes<br />

desigualdades sociales, esos sujetos ocultos en los márgenes en condiciones<br />

deplorables y la indiferencia de la clase media hacia los mismos. En esta visibilidad<br />

reside una voluntad de acción que pasa por poner los cimientos para una futura acción<br />

revolucionaria de las masas la cual debe empezar, como bien el narrador señala, por<br />

abandonar “el antro” en el que se ocultan y “entrar en Madrid” para “exigir con<br />

altivez” lo que les pertenece (335)<br />

2.2.1. El extrarradio norte: urbanismo al margen de la civilización<br />

Aunque Madrid había sido hasta mediados del XIX “una ciudad socialmente<br />

confusa, sin nítidas fronteras de clase” (Juliá, Madrid 369), a principios del XX nadie<br />

hablaba de mantener juntas en los mismos edificios a todas las clases sociales. El<br />

espacio urbano se dispone jerárquicamente para acoger a los distintos estamentos de<br />

la población. La clase media quiere a los pobres lejos y así, en el siglo XIX, tanto el<br />

proyecto urbanístico de rompimientos y ensanches de Mesonero Romanos como la<br />

propuesta quirúrgica de Fernández de los Ríos estaban orientados a una<br />

reorganización del espacio urbano según la cual se solucionaría el problema de<br />

hacinamiento en el casco histórico, y se “limpiaría” la ciudad de pobres y mendigos,<br />

enfermos y criminales, los cuales serían expulsados al exterior para así mejorar el<br />

aspecto indecoroso y miserable de la capital y de sus calles. Lo subraya Zaratrusta,<br />

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