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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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comportamiento de cada individuo en una ciudad (“Decorar” 166). Si todo paseo por<br />

las calles urbanas puede constituir una actualización de las reglas, también puede<br />

significar una transgresión de las mismas. Esto es precisamente lo que ocurre durante<br />

el entierro de Juan y de don José, momentos de alta crispación social que producen<br />

una desestabilización de la ciudad de Madrid, subvirtiendo la normatividad de la urbe,<br />

pues “el ciudadano, en ese tipo de situaciones, altera las reglas de comportamiento<br />

urbano y transgrede los límites normativos de la ciudad” (Santiáñez 213). Para el<br />

orden dominante, lo familiar y lo conocido –el Madrid ordenado, cuyo mapa urbano<br />

reprimía las masas proletarias a la periferia y a los barrios suburbiales, ocultándolas de<br />

esta manera y manteniéndolas “en secreto”- se torna extraño. Durante el entierro de<br />

Juan, las masas de obreros violan los límites urbanos, haciéndose visibles y<br />

apropiándose de lo que nunca les ha pertenecido y por medio de esta acción, no sólo<br />

las muchedumbres devienen en ese ente siniestro que “debiendo permanecer secreto,<br />

oculto, se ha manifestado” (Freud, “Lo siniestro” 225) sino que la propia ciudad se<br />

metamorfosea en un espacio extraño e incómodo para el narrador, que pone fin a esta<br />

situación mediante la imposición de un fuerte sistema panóptico disciplinario que<br />

somete y silencia a los obreros que “fueron saliendo del camposanto y volvieron por la<br />

carretera hacia Madrid” (Aurora 309), hacia sus lugares de origen. En La horda opera<br />

el mismo sistema de vigilancia y control bajo el disfraz de un cuerpo disciplinado, que<br />

con “la mano al sable”, lanza su amenaza: “Nada de entrar en la población, de<br />

atravesar el centro, buscando la calle de Alcalá… Todo lo que quisieran, menos<br />

desfilar por las calles de Madrid y que la gente del centro presenciase el entierro, con<br />

su séquito de jornaleros” (La horda 240). Esta represión policial, así como la<br />

presencia de los tres policías en la casa de Manuel para advertir de que no causen<br />

“ninguna manifestación en el entierro” (Aurora 307) o irán a la cárcel, las parejas de<br />

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