'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University
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utal, frentes estrechas y deprimidas, caras amarillas o cetrinas, mal barbadas, llenas de lunares; cejas torvas” (Aurora 235). En el marco de estos rasgos generales, el narrador individualiza las características físicas de cada sujeto con el fin de proporcionar diversidad y dar entrada a una pluralidad de voces, en consonancia con las diferentes opiniones y puntos de vista que se articulan en el espacio de la taberna: Prats es un sujeto desnaturalizado, con “pelos en toda la cara, alrededor de los ojos, en la nariz aguileña, en las cejas” (119); el francés Caruty era “un joven anguloso, torcido, raro, con los ojos bizcos, los pómulos salientes y una perilla de chivo” (156); Ofkin, judío de origen ruso, era “un fanático” en cuyo cuello “se le notaban cicatrices escrofulosas” (157); Rebolledo está deformado físicamente pues es un jorobado, el Libertario es un fanático, mientras que el Madrileño posee un “aspecto enfermizo” con una cara “picada de viruelas” (116). La asociación anarquismo-criminalidad en la novela es resaltada con la oscuridad que distingue a este espacio social, una oscuridad que se extiende a los individuos cuyas “miradas negras” (235) establecen una vez más la estrecha relación entre espacio y sujeto. Señala el narrador que la reunión anarquista tiene un “aspecto tétrico” (114) por la falta de sillas y mesas (una vez más, un escenario vacío, muerto), y por el ambiente sin luz, oscuro de la taberna, la cual está iluminada con bujías. No sólo la taberna sino las afueras (exceptuando los cementerios) son descritas como lugares oscuros, sin luz y por ello peligrosos y amenazadores, como las casuchas de la periferia por donde Juan pasea, que son “madrigueras” (247), lo que remite nuevamente a la imagen del sujeto marginal que habita en esta zona de Madrid como un animal agazapado, escondido, esperando su oportunidad para hacerse público. Recordemos cómo Alonso y Ortiz buscan al Bizco, criminal y anarquista, por las afueras, por las tabernuchas (180), en un itinerario por el Puente de Vallecas, las Ventas y la Elipa, es decir, por los ambientes marginales 186
asociados a la criminalidad. Lo encuentran finalmente en La Elipa, en una oscura cueva de tres metros de profundidad, como “un lobo en la madriguera” (185). El discurso de la criminalidad, de la golfería o del desvío siempre aparece en la novela asociado a los márgenes: el encuentro con la mujer que viene de los Cuatro Caminos donde su novio la ha emborrachado para engañarla, o los golfos y delincuentes que Juan conoce en sus paseos por las afueras de Madrid—y en especial al espacio de la taberna como punto de encuentro anarquista, por lo que es de menester que el narrador construya un sistema de vigilancia continuo de dicho espacio Ahora bien, cabe preguntarse hasta qué punto este espacio amenazador goza de una autonomía que permite a los sujetos actuar con cierta libertad. Al respecto, señala García Álvarez que la taberna de principios del siglo XX constituía “un espacio de libertad no interferido pese a los intentos de coacción de las clases dirigentes” (“La taberna” 92). Esta afirmación es contradicha por Uría, quien afirma que “ni siquiera en el caso de un espacio de tal vitalidad, la sociabilidad popular se ve libre de los intentos del poder o de las clases hegemónicas por interferir en los aspectos más problemáticos de los comportamientos populares frente al orden establecido” (“La taberna” 572). Es cierto que no existe en el espacio tabernario de La Aurora una voz representante del orden dominante; no hay referencia deliberada ni explícita a las clases dominantes, a pesar de estar éstas implícitas en las conversaciones de los obreros, las cuales giran en torno a los capitalistas y patronos, enemigos principales del proletariado. No sólo en los diálogos, sino que el enemigo parece estar siempre presente de manera clandestina en el espacio de la taberna mediante un sistema de vigilancia continuo. Así, para el anarquista “el polizonte es un individuo listo como un demonio, que se disfraza y no se le conoce, que se cuela en la taberna y en el club, y que está siempre en acecho” (Aurora 265). Este polizonte como cuerpo disciplinar que 187
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Prats es un sujeto desnaturalizado, con “pelos en toda la cara, alrededor de los ojos, en<br />
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que se extiende a los individuos cuyas “miradas negras” (235) establecen una vez más<br />
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tiene un “aspecto tétrico” (114) por la falta de sillas y mesas (una vez más, un<br />
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habita en esta zona de Madrid como un animal agazapado, escondido, esperando su<br />
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