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30.04.2013 Views

social. Hay numerosos testimonios literarios de la época que dan muestra de esta naturaleza peligrosa y antisocial. Aunque militante republicano, el político y escritor Albornoz escribió en 1900 que “la taberna, ¡aquella atmósfera impura cargada de vapores alcohólicos en que flotan la miseria y el crimen, secuela inevitable de la embriaguez que degrada al hombre hasta rebajarle al nivel de la bestia!” (Instrucción 19-20). En 1900, en su análisis criminológico de la taberna en el que establece una relación directa entre alcohol, taberna y crimen, el criminalista Manuel Gimeno de Azcárate señaló que en la taberna “hay algo que ofende y predispone al delito… En esos momentos el amortiguado agravio se aviva, el instinto matón del pueblo domina a todo sentimiento” (Criminalidad 52-53). En sus estudios sobre la mala vida madrileña, Bernaldo de Quirós y Llanas Aguilaniedo también apuntaron al papel de las tabernas en 1901, aplicando incluso el juego espacial al señalar que “descendiendo a las tabernas miserables gozan embriagándose los malhechores” (Mala vida 94). Lo que tienen en común todas estas construcciones es la imagen de la taberna como espacio peligros y antisocial. Esta caracterización aparece también en otras disciplinas, por ejemplo la sociológica. González-Posada, jurista, sociólogo y escritor asturiano vinculado al Regeneracionismo expresó su preocupación ante las “disfunciones” sociales que, como las enfermedades, interferían en el “normal y equilibrado” discurrir de la sociedad. No es de extrañar que calificara a un anarquista de la propaganda de “desgraciado criminal”, “ciego por la vanidad”, afectado de un “orgullo insano” que le otorgaba un carácter de “fanático semiignorante, pseudo- ilustrado”. Interesante para nuestros propósitos, el escritor asoció este tipo de naturaleza enferma con el espacio de la taberna, la cual constituía “un verdadero abismo sin fondo hacia donde rueda la mayor parte de los nuevos rendimientos que obtiene el trabajador de la mina, del taller y del campo” (Prólogo XXXII). Hay que 182

distinguir, sin embargo, entre las referencias de estos autores respecto a los sujetos marginales, criminales y borrachos, y la taberna La Aurora. Baroja no construye la taberna como espacio principalmente entregado al vicio del alcohol como era el caso de la mayoría de las construcciones decimonónicas; por citar un ejemplo esclarecedor, el discurso sobre el alcoholismo en la novela entra a través de la figura de Jesús, pero ni siquiera este sujeto ebrio aparece ubicado en el espacio marginal de la taberna, sino en el mismo centro urbano, en la plaza del Callao. En la novela, la importancia principal de la taberna radica en su funcionalidad como escenario clandestino de actividades anarquistas, lo que revela la importancia de los barrios proletarios en la organización de futuras huelgas, como quedará plasmado por Sender en Siete domingos rojos. Las conversaciones en la taberna giran alrededor de los temas claves de la acción revolucionaria de aquellos años: la necesidad de acción directa y las ventajas de seguir una teoría de la destrucción, la diferencia entre la no participación política de los anarquistas frente a la participación política de los socialistas desde un partido obrero, la relación individuo-Estado, el colectivismo frente al centralismo, la corrupción y artificialidad que comportan las leyes sociales, entre otros. 42 La taberna representa un espacio amenazador, un “espacio de transgresión por excelencia para la mentalidad burguesa” (“Tabernas” 43), dice Campos Marín, especialmente por constituir una suerte de escuela proletaria donde se organiza, se instruye y se informa al obrero de las ideas políticas que circulaban por Europa en esos momentos y por tanto se le forma como sujeto político por medio de conversaciones y discusiones. Como ha documentado Thompson en relación a las 42 Del Moral ha documentado el tipo de conversaciones sobre la anarquía que mantienen los personajes de Aurora roja, y cómo estas actividades tienen todas las trazas de haber sido tomadas directamente de la realidad (Sociedad madrileña 189-92). 183

social. Hay numerosos testimonios literarios de la época que dan muestra de esta<br />

naturaleza peligrosa y antisocial. Aunque militante republicano, el político y escritor<br />

Albornoz escribió en 1900 que “la taberna, ¡aquella atmósfera impura cargada de<br />

vapores alcohólicos en que flotan la miseria y el crimen, secuela inevitable de la<br />

embriaguez que degrada al hombre hasta rebajarle al nivel de la bestia!” (Instrucción<br />

19-20). En 1900, en su análisis criminológico de la taberna en el que establece una<br />

relación directa entre alcohol, taberna y crimen, el criminalista Manuel Gimeno de<br />

Azcárate señaló que en la taberna “hay algo que ofende y predispone al delito… En<br />

esos momentos el amortiguado agravio se aviva, el instinto matón del pueblo domina<br />

a todo sentimiento” (Criminalidad 52-53). En sus estudios sobre la mala vida<br />

madrileña, Bernaldo de Quirós y Llanas Aguilaniedo también apuntaron al papel de<br />

las tabernas en 1901, aplicando incluso el juego espacial al señalar que “descendiendo<br />

a las tabernas miserables gozan embriagándose los malhechores” (Mala vida 94). Lo<br />

que tienen en común todas estas construcciones es la imagen de la taberna como<br />

espacio peligros y antisocial. Esta caracterización aparece también en otras<br />

disciplinas, por ejemplo la sociológica. González-Posada, jurista, sociólogo y escritor<br />

asturiano vinculado al Regeneracionismo expresó su preocupación ante las<br />

“disfunciones” sociales que, como las enfermedades, interferían en el “normal y<br />

equilibrado” discurrir de la sociedad. No es de extrañar que calificara a un anarquista<br />

de la propaganda de “desgraciado criminal”, “ciego por la vanidad”, afectado de un<br />

“orgullo insano” que le otorgaba un carácter de “fanático semiignorante, pseudo-<br />

ilustrado”. Interesante para nuestros propósitos, el escritor asoció este tipo de<br />

naturaleza enferma con el espacio de la taberna, la cual constituía “un verdadero<br />

abismo sin fondo hacia donde rueda la mayor parte de los nuevos rendimientos que<br />

obtiene el trabajador de la mina, del taller y del campo” (Prólogo XXXII). Hay que<br />

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