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30.04.2013 Views

Max Stirner, el cual se distingue por ver al ego como la fuente de todo lo humano, no creyendo en la sociedad colectiva. Aquí señala Blanco Aguinaga que se filtra el subjetivismo de Baroja, siendo él mismo quien habla, no sólo por boca de su personaje, sino en nombre propio (Juventud 271). El escritor nunca creyó en la política de masas, como ha documentado Bello Vázquez, pues la masa “anida el rencor, la violencia, lo irracional” (Pensamiento social 64) frente al humanitarismo y la bondad. En el artículo “El espíritu de las masas” Baroja profesaría su incredulidad e incompatibilidad con la masa en términos psicológicos, morales y sociológicos, llegando a afirmar que “tanto el hombre del proletariado como el conservador, al incorporarse a la masa, sienten la fuerza terrible que les da el número y la conciencia de su poder… Entonces sale de su boca una consigna que quiere ser rápida y justiciera: ¡A Berlín! ¡A las armas! ¡A fusilar a los presos!” (279). Aunque este artículo fue escrito a finales de la década de los 30, estas palabras son perfectamente coherentes con el sueño de Manuel al final de Aurora en el que los desheredados invaden el centro urbano, la Puerta del Sol, celebrando la “fiesta de la Anarquía” (Aurora 306), pone igualmente de manifiesto que las soluciones colectivas no son viables y que, aunque lograra hacerse con el poder, el anarquismo sería una forma más de gobierno inicuo. Adelanta así Baroja la construcción de una masa que hace perder la individualidad del sujeto y que insta al mismo a la acción violenta y caótica, una imagen que Sender heredará y examinará con precisión en Siete domingos rojos. Las masas deben estar sujetas y controladas por leyes que, aunque injustas y arbitrarias, mantienen el orden y evitan el caos, y el hombre debe transformarse a nivel individual, pues sólo mediante la voluntad y la acción individual el sujeto será capaz de sobrevivir, como es efectivamente el caso de Roberto, quien sabe aprovechar sus posibilidades inmediatas, arrogándose una posición de influencia económica. Según 174

Novicow, el más apto en la lucha por la supervivencia es “el que mejor se adapta al medio” (Crítica 23-24), idea expresada por el propio personaje cuando afirma que “hay que adaptarse al medio o aparentar conformidad con él” (Aurora 142). Puede parecer contradictoria la falta de crítica hacia la abulia de Manuel especialmente si se tiene en cuenta que en la novelística de Baroja hay reiterados ataques contra la pasividad e inacción de la sociedad española. En efecto, Manuel Alcázar no es objeto de ataque por parte del narrador, y de hecho constituye el sujeto más y mejor adaptado en un mundo injusto y cruel. Las críticas y acusaciones a Manuel por ser propietario, explotador, “burgués infecto” (113) o “cochino burgués” (131) llegan de otros personajes, nunca del narrador, quien justifica la postura de Manuel porque en un mundo donde prima la lucha por la vida, “entre explotado o explotador”, prefiere “ser explotador” (90), mejor ser dueño de una empresa que trabajar en ella. Tras el entusiasmo hacia las ideas revolucionarias y las transformaciones a nivel social que busca el anarquismo se esconde un conformismo que queda bien recogido por las palabras de Manuel: “A mí la anarquía me parece bien, con tal de que venga en seguida y le dé a cada uno los medios de tener su casita, un huertecillo y tres o cuatro horas de trabajo” (113). Se esconden tras estas prácticas palabras un conservadurismo y una mentalidad burguesa que Roberto resume en la fórmula “anarquista por dentro, pero por fuera, conservador” y que coincide con ese instinto burgués de Manuel, con la tendencia al orden que heredó de su madre y que le hará desconfiar plenamente de las ideas anarquistas. Es por ello que, pese a la atracción que siente hacia las reuniones de la taberna, el “encarrilamiento” que ha conseguido con su aburguesamiento pesa más en su propósito personal y así decide continuar por ese “camino recto, la calle larga que él iba recorriendo con el carretoncillo poco a poco” (112). Esa calle larga en 175

Novicow, el más apto en la lucha por la supervivencia es “el que mejor se adapta al<br />

medio” (Crítica 23-24), idea expresada por el propio personaje cuando afirma que<br />

“hay que adaptarse al medio o aparentar conformidad con él” (Aurora 142). Puede<br />

parecer contradictoria la falta de crítica hacia la abulia de Manuel especialmente si se<br />

tiene en cuenta que en la novelística de Baroja hay reiterados ataques contra la<br />

pasividad e inacción de la sociedad española. En efecto, Manuel Alcázar no es objeto<br />

de ataque por parte del narrador, y de hecho constituye el sujeto más y mejor adaptado<br />

en un mundo injusto y cruel. Las críticas y acusaciones a Manuel por ser propietario,<br />

explotador, “burgués infecto” (113) o “cochino burgués” (131) llegan de otros<br />

personajes, nunca del narrador, quien justifica la postura de Manuel porque en un<br />

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explotador” (90), mejor ser dueño de una empresa que trabajar en ella. Tras el<br />

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palabras de Manuel: “A mí la anarquía me parece bien, con tal de que venga en<br />

seguida y le dé a cada uno los medios de tener su casita, un huertecillo y tres o cuatro<br />

horas de trabajo” (113). Se esconden tras estas prácticas palabras un conservadurismo<br />

y una mentalidad burguesa que Roberto resume en la fórmula “anarquista por dentro,<br />

pero por fuera, conservador” y que coincide con ese instinto burgués de Manuel, con<br />

la tendencia al orden que heredó de su madre y que le hará desconfiar plenamente de<br />

las ideas anarquistas. Es por ello que, pese a la atracción que siente hacia las reuniones<br />

de la taberna, el “encarrilamiento” que ha conseguido con su aburguesamiento pesa<br />

más en su propósito personal y así decide continuar por ese “camino recto, la calle<br />

larga que él iba recorriendo con el carretoncillo poco a poco” (112). Esa calle larga en<br />

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