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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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ético” 88). Si para Juan, el sujeto más idealista y político de la novela, tener<br />

conciencia social es sinónimo de manifestación callejera (Aurora 198) y si, según<br />

palabras del propio autor, el mito anarquista en su ramificación española coincide con<br />

el mito marxista del Gran Día cuando las hordas de las chabolas invadan la ciudad<br />

burguesa y la quemen” (citado en Ricci 74), se debe concluir con que la toma de<br />

acción y la voluntad de actuar para cambiar y mejorar la situación social debe<br />

comenzar con la salida a la calle y la toma del centro urbano por parte de los más<br />

desfavorecidos, como demostrará Sender en Siete domingos rojos. En este sentido, la<br />

actitud de Manuel, a quien le fastidia ir al centro de Madrid por las noches, queda<br />

explicada por las palabras del mismo personaje: “es que soy un hombre que no tiene<br />

energía para nada, y hago lo que hacen los demás” (Aurora 74). Hay numerosas<br />

referencias en la novela a esta falta de energía y la falta de “condiciones para la<br />

dirección” (147) de Manuel, lo que justifica su conformidad con la situación y la<br />

modorra general fácilmente extensible al conjunto de la sociedad española, objeto de<br />

crítica por parte del narrador. 39<br />

La apatía y desidia no es privativa de Manuel: todos los personajes que lo<br />

rodean participan de una realidad física exterior que provoca una sensación de tedio:<br />

39 Esta crítica no dejará de repetirse en la novelística barojiana. En El árbol de la ciencia (1911) se<br />

pone de manifiesto de nuevo el conflicto entre acción y contemplación, entre vida y conocimiento, y se<br />

evidenciará aún con más nitidez el absurdo de la vida española del momento ante la falta de iniciativas,<br />

el atraso científico y la falta de sentido social de esos pueblos fácilmente manipulados por una<br />

oligarquía caciquil, dispuesta a arrinconar cualquier suerte de reforma. Aquí reside el verdadero<br />

“desastre”, no sólo en la derrota militar de 1898 como hecho aislado, sino en la actitud indiferente de<br />

los españoles ante estos acontecimientos: “A Andrés le indignó la indiferencia de la gente al saber la<br />

noticia. Al menos él había creído que el español, inepto para la ciencia y la civilización, era un patriota<br />

exaltado, y se encontraba que no; después del desastre de las dos pequeñas escuadras españolas en<br />

Cuba y en Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros tan tranquilo; aquellas manifestaciones y<br />

gritos habían sido espuma, humo de paja, nada” (El árbol 237). Mediante este sangrante retrato, el<br />

narrador denuncia la política inmovilista de la restauración, el parlamentarismo y el juego democrático<br />

de conservadores y liberales, cuya política responde al estado de inercia del pueblo, incapacitado para<br />

la acción. Ante este panorama, tanto el novelista como su personaje se muestran totalmente escépticos<br />

respecto a las posibilidades de regeneración de la vida española, idea que quedará expresada por las<br />

punzantes palabras de El Libertario al afirmar que “la sociedad española es un desfile de cosas muertas<br />

(la monarquía) ante la indiferencia de un pueblo de eunucos” (Aurora 298).<br />

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