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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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confusión social de la calle (tanto a nivel humano como animal) podría interpretarse<br />

como una alusión directa a la anarquía como ideología dominada por el desorden y la<br />

desorganización en un sentido general. Sin embargo, la confusión a nivel callejero va<br />

a encontrar su excepción honrosa en la calle de Magallanes. Esta vía, “cerca de<br />

antiguos y abandonados cementerios” (43) tiene la peculiaridad de ser una calle<br />

especializada, por su carácter fúnebre y sepulcral, en la muerte. Lo documenta Pedro<br />

de Répide en Las calles de Madrid, quien afirma que fue durante todo el siglo XIX<br />

una vía funeraria “en la que durante muchos años se alzaron solamente las tapias de<br />

cuatro cementerios” (371-72). Estos cementerios, de fundamental importancia en la<br />

novela como también lo serán en La horda, eran “el general del Norte, las<br />

Sacramentales de San Luis y San Ginés y la Patriarcal” (Aurora 43), estando todos<br />

ellos presididos por las copas puntiagudas, rígidas en el horizonte, de los cipreses del<br />

cementerio de San Martín, cerca del depósito de aguas. Hay que rastrear el origen de<br />

estos cementerios a la iniciativa de Carlos III de prohibir enterramientos en el interior<br />

de las iglesias, una tradición que data del siglo XIII, y de establecer cementerios en el<br />

exterior de la ciudad. La Cédula promulgada por Carlos III en 1787 no se respetó, y no<br />

fue hasta la invasión francesa y el gobierno de José Bonaparte en 1808 cuando se<br />

prohíbe por Real Decreto los enterramientos en los templos religiosos y se pone en<br />

marcha la construcción de los primeros cementerios de Madrid. El cementerio general<br />

del Norte fue el primero en construirse, en 1809. Su entrada principal se hallaba en la<br />

calle de Magallanes y se ubicaba entre esta calle y la de Fernando el Católico,<br />

Plaza Mayor (Répide 189) o las calles adyacentes al Rastro, en cuyos aledaños se ubicaban desde el<br />

siglo XVII los mataderos y fábricas de curtidos y donde se realizaban tareas relacionadas con el curtido<br />

de las pieles de los animales sacrificados en sus calles adyacentes: las calles del Carnero, Cabestreros,<br />

Ribera de Curtidores, también llamada de las Tenerías, así lo indican. El desorden que Baroja ve con la<br />

desaparición de las calles profesionales puede ser debido a su dificultad de “interpretar” lo que ahora<br />

está todo mezclado.<br />

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