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30.04.2013 Views

poseen un fuerte espíritu de lucha. Esta obra ha sido a menudo pasada por alto por la crítica, que ha dedicado más atención a la obra valenciana del escritor. Sin embargo, esta novela de carácter social es altamente relevante pues no sólo supone una ampliación de la geografía novelesca de Blasco, sino que también ofrece una ficcionalización a nivel espacial de la lucha de la clase obrera ante la hegemonía del capitalismo liberal. El personaje principal es un sujeto marginal, huérfano y subversivo, no tanto por su pugna por alejarse del extrarradio madrileño y con él de su origen social como por su lucha por mantener su posición como productor de arte independiente. Los frecuentes paseos del personaje conducen al lector por los diferentes enclaves que se estaban consolidando en el Madrid de la época y ponen en contacto los diferentes mundos urbanos –diferentes “planetas” los llama el narrador— del Madrid-centro, el extrarradio y lo que queda afuera de éste. Además, estos paseos ponen de manifiesto la naturaleza nómada del personaje y de la comunidad de la horda que da título a la novela, así como el dinamismo de una obra que mediante la perpetua construcción a la que somete sus calles y sus personajes da salida a un sentimiento de protesta ante el cúmulo de injusticias que necesitan urgentemente de soluciones. Si bien esta novela tiene como marco de fondo la problemática del crecimiento demográfico en la ciudad moderna y la segregación del espacio urbano en términos sociales, será necesario examinar el tipo de conciencia económica, política y social que el sujeto marginal desarrolla en la calle y que guiará su experiencia urbana. Sólo mediante un conocimiento de lo que connota habitar y transitar los barrios de los bajos fondos madrileños y el tipo de sujeto que se mueve por los mismos será posible entender el intento del personaje de abandonar la periferia y apropiarse del centro de la ciudad, aunque sea transitoriamente, solamente para ser expulsado del mismo, no pudiendo desligarse nunca de su condición de desheredado. 152

Cabrá explorar ciertos elementos recurrentes en ambas obras literarias. La construcción de un mundo de conflictos donde predomina una “diaria lucha” por la vida, como diría el propio Blasco (La horda 95), un mundo en el que parece primar el orden natural y en el cual sobrevivirá únicamente el más fuerte, cayendo sobre el débil un destino adverso y cruel, dará paso a una visión naturalista y pesimista que parece soslayar cualquier posibilidad de cambio, manifestada principalmente en las numerosas escenas en que la miseria se muestra en toda su descarnada realidad. Dicha perspectiva naturalista cobrará en ambas novelas una dimensión filosófica de naturaleza determinista, según la cual el individuo adscrito a un determinado espacio social marginal –Arapiles, las Carolinas o las Cambroneras- parece estar encaminado a un desenlace fatídico certero sin posibilidad de tomar un desvío en dicha trayectoria que lo aleje de dicha resolución. Dicha sujeción contrastará enormemente con el dinamismo de la naturaleza nómada del sujeto en ambas novelas, que continuamente trata de escapar a su destino, ofreciendo así un rico contraste sobre el que descansarán estas obras. Al mismo tiempo, la idea rousseauiana de que la sociedad, bien estratificada en sus espacios, es un infierno donde el sujeto, al penetrar en el mismo, entra en un orden artificial, corrupto, perverso, es visible en las novelas en la idealización de la naturaleza y del campo yermo como aquello alejado de toda civilización y urbanización, y por ello del caos y del mal urbano que, según Cardwell, viene de la ciudad (“Blasco” 327). Se revela así la naturaleza como un espacio formativo que invita a la reflexión y por ello determinante en el proceso de subjetivación del sujeto que pasea por estos ambientes naturales y calmos. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la calle no constituye el origen de la situación laboral ni de las condiciones de vida de los desheredados, sino la expresión de éstas. Una vez más evitando la tentación de convertir a la calle en explicación 153

Cabrá explorar ciertos elementos recurrentes en ambas obras literarias. La<br />

construcción de un mundo de conflictos donde predomina una “diaria lucha” por la<br />

vida, como diría el propio Blasco (La horda 95), un mundo en el que parece primar el<br />

orden natural y en el cual sobrevivirá únicamente el más fuerte, cayendo sobre el débil<br />

un destino adverso y cruel, dará paso a una visión naturalista y pesimista que parece<br />

soslayar cualquier posibilidad de cambio, manifestada principalmente en las<br />

numerosas escenas en que la miseria se muestra en toda su descarnada realidad. Dicha<br />

perspectiva naturalista cobrará en ambas novelas una dimensión filosófica de<br />

naturaleza determinista, según la cual el individuo adscrito a un determinado espacio<br />

social marginal –Arapiles, las Carolinas o las Cambroneras- parece estar encaminado<br />

a un desenlace fatídico certero sin posibilidad de tomar un desvío en dicha trayectoria<br />

que lo aleje de dicha resolución. Dicha sujeción contrastará enormemente con el<br />

dinamismo de la naturaleza nómada del sujeto en ambas novelas, que continuamente<br />

trata de escapar a su destino, ofreciendo así un rico contraste sobre el que descansarán<br />

estas obras. Al mismo tiempo, la idea rousseauiana de que la sociedad, bien<br />

estratificada en sus espacios, es un infierno donde el sujeto, al penetrar en el mismo,<br />

entra en un orden artificial, corrupto, perverso, es visible en las novelas en la<br />

idealización de la naturaleza y del campo yermo como aquello alejado de toda<br />

civilización y urbanización, y por ello del caos y del mal urbano que, según Cardwell,<br />

viene de la ciudad (“Blasco” 327). Se revela así la naturaleza como un espacio<br />

formativo que invita a la reflexión y por ello determinante en el proceso de<br />

subjetivación del sujeto que pasea por estos ambientes naturales y calmos.<br />

Ahora bien, hay que tener en cuenta que la calle no constituye el origen de la<br />

situación laboral ni de las condiciones de vida de los desheredados, sino la expresión<br />

de éstas. Una vez más evitando la tentación de convertir a la calle en explicación<br />

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