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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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“Éste es mi destino…”, afirma el personaje justo antes de lanzarse a la calle,<br />

decidida a ejercer la prostitución, en un movimiento en pendiente hacia abajo, tanto<br />

geográfico como metafórico: “Así cayó ella despeñada en el voraginoso laberinto de<br />

las calles. La presa fue devorada, y poco después en la superficie social todo estaba<br />

tranquilo” (La desheredada 500). La imagen final de Isidora como una presa devorada<br />

por las laberínticas calles recuerda a la de un animal salvaje, suelto en el espacio<br />

urbano, peligroso, que se mueve irracional e instintualmente, en un mundo al margen<br />

de la sociedad humana. Es por ello que la mujer, igual que el animal, debe ser<br />

encerrada, enjaulada y confinada a un espacio acorde a su naturaleza impetuosa y<br />

desenfrenada. Lo natural, lo salvaje ha sido contenido en los confines de la ciudad<br />

bajo la forma de un “hunted animal”, igual que los animales salvajes enjaulados en el<br />

zoológico de El Retiro. La naturaleza ha sido domesticada y el orden social ha sido<br />

restaurado: la mujer sigue suelta en la calle, inescapable a la atracción que ésta le<br />

sigue generando, pero ha sucumbido a la misma, se ha convertido en su presa. De<br />

modo parecido, Fermín de Pas devoraba la ciudad de Vetusta, “su presa”, desde su<br />

atalaya pero luego el mismo personaje será descrito como “una fiera en su jaula” (La<br />

Regenta 505) en tanto que procede del mundo rural y en términos de la prisión que la<br />

ciudad impone sobre el bajo la forma de la Iglesia.<br />

Del mismo modo que Isidora ya no es peligrosa porque tiene una función<br />

concreta que cumplir, la de canalizar el deseo masculino, Tristana tampoco lo es, pues<br />

su función será también canalizar el deseo de Lope. La calle ha sido recreada a nivel<br />

textual para ser sometida a crítica y si en primer lugar fue el canal elegido para el<br />

Mariano es un individuo marginal en constante construcción y transformación ubicado en los márgenes<br />

sociales. Sin conciencia moral asentada, la adopción de su identidad viene marcada mediante la<br />

escritura de su nombre: “Mariano Rufete, alias Pecado” (246). La pronunciación de dicho nombre, a la<br />

cual le sigue la escritura del mismo, constituye un intento de autoconstitución de una subjetividad de un<br />

ser aún sin formar.<br />

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