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'ANDANDO SE HACE EL CAMINO - DataSpace - Princeton University

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Estas peripecias por el norte de la capital quedarían explicadas por dos<br />

motivos, íntimamente relacionados: en primer lugar Tristana se refugia en los paseos<br />

por la necesidad de alejamiento de la casa de su amo, símbolo del decaimiento, la<br />

inmovilidad y el enclaustramiento. El rechazo que le inspira el hogar no es tanto por lo<br />

que éste tiene de represor como por lo repugnante de las acciones que tienen lugar<br />

dentro de él. Tras el despertar de su letargo, Tristana huye de un comportamiento<br />

antinatural –el incesto—para refugiarse en el mundo natural, saludable y libre. El<br />

placer que su nuevo mundo le inspira está generado por el odio hacia el viejo mundo.<br />

Podría decirse que el proceso de búsqueda está estimulado por el deseo de evasión. En<br />

segundo lugar, derivado de su profundo rechazo y frente al ejercicio del poder<br />

patriarcal impuesto sobre ella, el personaje se rebela y se resiste a entrar en los moldes<br />

de la sociedad burguesa. Las excursiones a los márgenes del norte de la ciudad deben<br />

leerse como un alejamiento de la norma y un desvío consciente por parte de un sujeto<br />

subversivo que se ha construido como respuesta a los muchos ejercicios del poder<br />

patriarcal que intentan restringirla al espacio privado con todas las connotaciones<br />

negativas que ello tiene. Pasear por los márgenes corresponde a una construcción de<br />

un sujeto marginal que, como argumentaba Sinnigen, se rebela contra las normas<br />

sociales en busca de un papel social nuevo y así, en un movimiento contrario a Isidora<br />

Rufete, se desplaza a los márgenes urbanos en busca de un sentido a su vida. Es por<br />

ello que la felicidad que estos paseos por las afueras inspiran contrastan con la<br />

desorientación que el centro urbano representa: “¡Con decirte que no conozco ninguna<br />

calle ni sé andar sola sin perderme! El otro día no supe ir de la Puerta del Sol a la calle<br />

de Peligros, y recalé allá por la plaza de la Cebada. No tengo el menos sentido<br />

topográfico” (Tristana 197-98). Podría explicarse esta desorientación en el centro<br />

como una excusa para deambular sin rumbo por la ciudad, para perderse y pasear sin<br />

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