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30.04.2013 Views

de Tristana era un personaje trastornado, cuyo “cerebro no funcionaba como Dios manda” y entre cuyas manías sobresalían dos: la “de mudarse de casa y la del aseo” (Tristana 129). La obsesión de Josefina Solís por “pasear los trastos por cuantas calles y rondas hay en Madrid” cada semana es atribuida, según el narrador, al “ansia infinita de lo desconocido” (129) que mueve al personaje, un delirio (en palabras del narrador) el cual será heredado por su hija, como una enfermedad que se transmite por la sangre. Aunque referido a intereses diferentes, Tristana se embarcará en una búsqueda parecida, motivada por el deseo de aprender, de conocer (lo desconocido) y así, su naturaleza nómada e itinerante será una constante fija en el proceso formativo de su subjetividad, la cual a pesar de transformarse a cada paso frente a las fuerzas que conforman su configuración inestable, mantendrá la muda constante, la movilidad física y el rechazo a cualquier sujeción a un espacio concreto como huella indeleble en su subjetividad. Dicha naturaleza errante quedará manifestada en el texto en las salidas a la calle como punto de partida del afán de búsqueda, tanto de una profesión artística como de un espacio físico acorde a su personalidad. Pero la identificación con la madre va más allá del instinto nómada: si bien la “insana manía del aseo” no parece haber dejado huella considerable en Tristana (de ello sólo nos dice el narrador que la joven “llevaba en toda su persona la impresión de un aseo intrínseco, elemental, superior y anterior a cualquier contacto de cosa desaseada o impura”, 123) el ansia de instrucción y los intereses intelectuales de Tristana sí son herencia materna pues su madre era “bastante instruida y hasta con ciertas puntas y ribetes de literata de buena ley” (130). En definitiva, todo ello está relacionado con el afán de búsqueda y el ansia infinita de lo desconocido, que será lo que lleve a Tristana a la perdición. El miedo de naturaleza hipocondríaca que la madre siente a contraer cualquier enfermedad –que toma la forma casi psicótica de ama de casa—no es transmitido a Tristana, pero es 98

significativo que el personaje contraiga una enfermedad hacia la que se ha encaminado por sus “desvíos”, enfermedad metafórica primero, real después, que supondrá la derrota del sujeto, la destrucción de sus ideales y el fin de su movilidad física. Hasta lo que yo conozco, sólo el artículo de Tubert alude a esta identificación entre Tristana y su madre. Sirviéndose de las teorías edípicas de Freud, la autora explica la importancia de la relación con el otro (en este caso, con la madre) para el proceso de subjetivación de Tristana en tanto que esta relación tiene gran peso en el destino erótico del sujeto femenino. Sin embargo, en ningún momento se alude a las salidas a la calle y a la búsqueda de espacios abiertos como componente esencial de esta identificación. Encerrada en el ámbito doméstico como protectora y guardiana de su propia madre, el personaje pasará a ser protegida y “guardada” en otro espacio similar, cerrado y reducido, localizado en los márgenes de la ciudad, en el barrio de Chamberí. 21 Alejado del centro urbano donde se estaban produciendo procesos de urbanización y modernización, con todas las connotaciones de orden y poder que aquéllos representan, la casa que Tristana comparte con don Lope se encuentra en un barrio inseguro, en “ruidoso vecindario de taberna, merendero, cabrería” (119). La localización de la casa en este barrio no es casualidad. Señala Anderson que “there is clearly an historical basis for Galdós’ selection of Chamberí as a place of exile and unfulfillment. The unfinished quality of the area provides a natural context for the incompleteness of the characters who live there” (“Ellipsis” 64). Esta correspondencia 21 La segunda parte de Fortunata y Jacinta se desarrolla también en el barrio de Chamberí, introducido en la novela como un barrio nuevo al que han sido expulsadas las órdenes religiosas tras la desamortización decimonónica, ubicación de la casa de la familia Rubín y doña Lupe. Igual que en Tristana, le sirve al escritor para establecer una tensión entre el centro capitalino y la periferia. También en esta novela el barrio es presentado en términos negativos, asociado con la marginalidad, pero la diferencia es que en Fortunata los personajes se moverán entre este barrio al norte de la capital y el sur, así como en el centro urbano, mientras que en Tristana este desplazamiento hacia el interior nunca se produce. 99

significativo que el personaje contraiga una enfermedad hacia la que se ha<br />

encaminado por sus “desvíos”, enfermedad metafórica primero, real después, que<br />

supondrá la derrota del sujeto, la destrucción de sus ideales y el fin de su movilidad<br />

física. Hasta lo que yo conozco, sólo el artículo de Tubert alude a esta identificación<br />

entre Tristana y su madre. Sirviéndose de las teorías edípicas de Freud, la autora<br />

explica la importancia de la relación con el otro (en este caso, con la madre) para el<br />

proceso de subjetivación de Tristana en tanto que esta relación tiene gran peso en el<br />

destino erótico del sujeto femenino. Sin embargo, en ningún momento se alude a las<br />

salidas a la calle y a la búsqueda de espacios abiertos como componente esencial de<br />

esta identificación.<br />

Encerrada en el ámbito doméstico como protectora y guardiana de su propia<br />

madre, el personaje pasará a ser protegida y “guardada” en otro espacio similar,<br />

cerrado y reducido, localizado en los márgenes de la ciudad, en el barrio de<br />

Chamberí. 21 Alejado del centro urbano donde se estaban produciendo procesos de<br />

urbanización y modernización, con todas las connotaciones de orden y poder que<br />

aquéllos representan, la casa que Tristana comparte con don Lope se encuentra en un<br />

barrio inseguro, en “ruidoso vecindario de taberna, merendero, cabrería” (119). La<br />

localización de la casa en este barrio no es casualidad. Señala Anderson que “there is<br />

clearly an historical basis for Galdós’ selection of Chamberí as a place of exile and<br />

unfulfillment. The unfinished quality of the area provides a natural context for the<br />

incompleteness of the characters who live there” (“Ellipsis” 64). Esta correspondencia<br />

21<br />

La segunda parte de Fortunata y Jacinta se desarrolla también en el barrio de Chamberí, introducido<br />

en la novela como un barrio nuevo al que han sido expulsadas las órdenes religiosas tras la<br />

desamortización decimonónica, ubicación de la casa de la familia Rubín y doña Lupe. Igual que en<br />

Tristana, le sirve al escritor para establecer una tensión entre el centro capitalino y la periferia. También<br />

en esta novela el barrio es presentado en términos negativos, asociado con la marginalidad, pero la<br />

diferencia es que en Fortunata los personajes se moverán entre este barrio al norte de la capital y el sur,<br />

así como en el centro urbano, mientras que en Tristana este desplazamiento hacia el interior nunca se<br />

produce.<br />

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