naturaleza dominicana - Grupo Leon Jimenes
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FÉLIX SERVIO DUCOUDRAY<br />
pulgadas de alzada cuando mucho: una en el tallo,<br />
y en las hojas otra. Y asimismo, después, en la parte<br />
exterior de la otra cueva en que anduve: la de la<br />
Boca del Infierno (o cueva del Ángel Gabriel), donde<br />
era más evidente su hábito de crecer en parchos,<br />
congregada, obediente al rizoma que la multiplica<br />
en vecindario adyacente.<br />
Y ahora quizás parezca raro, por la escasa medida<br />
de la planta, esto que les diré: que tiene en<br />
ese bosque parientes que son árboles gigantes, de<br />
la misma familia de las Moráceas, como el pan de<br />
frutas y el higo, incluido el yagrumo aunque no<br />
sea tan alto.<br />
Pero estos llegaron después, cuando hubo suelo.<br />
Otras de las primeras pudieron ser epífitas. Esto<br />
es, plantas que viven sobre otras plantas pero sin<br />
obtener de ellas (de ahí que no sean parásitas) sustancias<br />
orgánicas para alimentarse. Sólo un punto<br />
de apoyo para sostenerse.<br />
Y pudieron ser de las primeras, porque muchas<br />
de ellas también crecen en el piso, con tal de que<br />
sea en lugar abierto al que le llegue bien la luz del<br />
sol: en la roca pelada, o en costas o en sabanas.<br />
La Pitcairnia domingensis no me dejará mentir:<br />
con frecuencia verá usted colgar en los farallones<br />
la melena de verdes ripios de esta bromeliácea<br />
propia de Los Haitises. A otras del mismo género<br />
las he visto en muchas costas del país, e incluso en<br />
barrancos de río.<br />
Por lo que no parecería muy descaminado conjeturar<br />
que la llegada del bosque de aguaceros les<br />
perturbó en Los Haitises a muchas epífitas el baño<br />
de sol que estaban dándose.<br />
Porque ese bosque trajo el piso de penumbras,<br />
y las tales epífitas, que dicen como Goethe —aunque<br />
no para morir sino para vivir— «luz, más luz»,<br />
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tuvieron que subirse, buscando la que necesitaban,<br />
a las ramas y troncos de los árboles.<br />
Por suerte estaban preparadas para ello por la<br />
forma en que se dispersan sus semillas: son de las<br />
que vuelan con el viento —escaso tamaño y poco<br />
peso—, o pueden ser llevadas por las aves que las<br />
dejan en sus excrementos sobre las ramas.<br />
Algunas semillas incluso tienen recubrimiento<br />
pegajoso que les permite adherirse a cualquier punto<br />
que toquen. ¿Cómo explicaría usted, si no, que<br />
muchas bromeliáceas del género Tillandsia (de ésas<br />
que parecen moño de greñas vegetales) crezcan<br />
tan numerosamente en los alambres del tendido<br />
eléctrico, a veces hasta el punto de casi cubrirlos<br />
totalmente? Pues imagínese: lo mismo que las fija<br />
en los alambres las sujeta a las ramas de su bosque.<br />
Cerca de la Pitcairnia de Los Haitises crece (en<br />
los muros de roca pero baja también al suelo) la<br />
Gesneria sintenisii, encontrada además en Puerto<br />
Rico.<br />
De las 22 especies de este género (Gesneria) que<br />
se dan en el país, 18 son endémicas; todas de flores<br />
muy vistosas, por lo que muchas del grupo son<br />
plantas de jardín.<br />
Otra que se vio en el bosque y que podría, por<br />
su belleza, cultivarse en jardines, es la guayaba de<br />
indio (Theophrasta jussiaei), que no obstante su<br />
nombre nada tiene que ver con la guayaba «propiamente<br />
dicha» (como suelen decir los maestros de<br />
primaria), que en latín de ciencias se llama Psidium<br />
guajava.<br />
La de indios es endémica; ésta no.<br />
Otra diferencia: la de indios es propia del bosque<br />
de aguaceros primario; la otra es planta del bosque<br />
secundario. O en otras palabras: se apresura a crecer<br />
donde se tumba el bosque virgen.