la oscura quintería - Bibliotecas Públicas

argumentos más serios. El director francés ha
visto y ha admirado a los clásicos del cine
cómico norteamericano. Y ha interpretado
papeles cómicos en algunas películas suyas. En
este sentido, no podemos pasar por alto la
escena que se desarrolla en el Bar Rainbow
protagonizada por Sam y Tim (el amigo “de la
ciudad”); aquél le acaba de contar a éste sus
penurias económicas y lo de la enfermedad del
niño; el amigo se compadece y le sugiere un
trabajo mejor. Pero lo que se anuncia como una
escena melodramática, más próxima a la
lágrima fácil, se resuelve magistralmente en
forma de comedia: estos dos amigos calman las
pelas con una birritas, Sam rechaza las
insinuaciones de una prostituta, y Tim destroza
el garito.
Véase, en esta misma línea, la escena del baile
de la boda de la madre de Sam en la que casi
todos terminan etílicos y tirados por el suelo:
una vez más, la broma procede de la actuación
de Tim que esconde una botella de whisky en la
estufa para que nadie la encuentre, pero que
termina prendiendo el fuego. Logra salvarla a
tiempo en otra escena más de clara
reminiscencia cómica que recuerda a los
Keaton, Chaplin, Lloyd y compañía. Sin
embargo, al contrario que en la secuencia
anterior, a la comedia le sigue de inmediato la
tragedia: la fiesta se cierra con una trágica
tormenta que inunda los campos y acaba con
toda la cosecha. Un ejemplo claro de maestría
en la concepción del guión.
Pero para mí la secuencia más hermosa del
filme, al mismo tiempo la más tierna, ocurre
mucho antes. Un brevísimo plano secuencia. No
hay apenas diálogo, ni voz en off; sólo vemos lo
que quiere la cámara de Renoir, en una escena
de enorme intimismo: un cubo recoge el agua
que entra por el tejado, los niños y la abuela
duermen plácidamente, la estufa mantiene
caliente el hogar. (A esto Pasolini lo hubiera
llamado cine-poesía.) Y muy del mundo de
Renoir es también la escena de los personajes en
la ribera del río en la que no se necesitan las
palabras para mostrar cómo vive y cómo son los
seres de esta entrañable familia. Así es: la madre
lava la ropa, el niño se baña y juega
prácticamente desnudo, el padre pesca con las
manos. (No muy lejos de esta visión idílica del
hombre en un marco natural encontramos en
The River, un título inmediatamente posterior y
otra de sus obras maestras.)
2.2. This Land is Mine (1943): un filme
político antinazi.
Renoir inicia este filme bélico con una
contextualización histórica, aunque con una
voluntad generalizadora muy clara al apuntar
DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 5 – JUNIO 2010
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imprecisamente el espacio de la historia, casi a
la manera cervantina: “Somewhere in Europe”
(En algún lugar de Europa). Pero en realidad la
acción se sitúa en Francia durante la ocupación
de los alemanes.
Comienza el filme con un plano fijo que
muestra una estatua dedicada a los héroes de la
Primera Guerra Mundial, en el que se indica lo
siguiente: 1914-1918 In memory of those who
died to bring peace to the world (A la memoria
de los que murieron por la paz del mundo). Y,
por fin, un leve picado para fijar la atención del
espectador en un titular periodístico “HITLER
INVADES”. Un bando municipal del alcalde
aboga por el colaboracionismo del pueblo
invadido por los alemanes.
Pero enseguida pasamos al nivel cotidiano de la
historia: la vida de un maestro soltero que vive
con su madre, quien, por cierto, lo trata en todo
momento como un niño. Es éste un recurso muy
propio en el cine histórico de Jean Renoir:
abordar un momento clave en la historia
contemporánea desde las vidas de los seres
sencillos y no desde los grandes nombres, desde
la “intrahistoria” en definitiva. (Así, por
ejemplo, lo hace con la Revolución Francesa en
La Marsellesa, y con la Primera Guerra
Mundial en La gran ilusión.) Albert Lory
(Charles Laughton) representa a lo largo del
filme la sumisión al pueblo invasor. No
cuestiona en ningún momento la invasión.
Íntima amiga de Lory es la señorita Louise
Martin (Maureen O’Hara), quien, a pesar de su
amistad, no duda en recriminarle su actitud
pasiva ante tal situación. Son, sin duda alguna,
las dos posturas (por supuesto habría más) que
suscita la invasión ilegal de un pueblo soberano:
el colaboracionismo (Laughton) o la resistencia
(O’Hara). Laughton no esconde la cobardía y el
miedo que le provocan los ataques aéreos, pero
el amor por la señorita O’Hara lo retiene en ese
lugar.
La acción bélica de la película descansa en la
palabra. No es, pues, un filme que se desarrolle
en los campos de batalla, en las trincheras, en el
mar o en el aire. Ésta es a nuestro juicio una de