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la oscura quintería - Bibliotecas Públicas

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el filme anterior. Su amigo “de <strong>la</strong> ciudad” no se<br />

siente atraído por <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong>s gentes del<br />

campo; en realidad, asegura en el prólogo, “sólo<br />

vuelvo para fiestas, bodas y ferias”. Observa<br />

cómo su amigo sufre todo tipo de penurias para<br />

sobrevivir y entonces le ofrece trabajar en una<br />

fábrica para obtener un sueldo que le permita a<br />

él y a su familia vivir en mejores condiciones.<br />

Pero Tim sabe que el sitio de su amigo Sam está<br />

en el campo:<br />

Algún día comprarás un tractor. ¿Y de dónde<br />

crees que saldrá? Créeme, hace falta gente para<br />

todo, y el mundo seguirá girando. Amas a tu<br />

granja y es justo que te quedes. A mí me gusta<br />

trabajar en una fábrica y vine para llevarte.<br />

Pero <strong>la</strong> vida en el campo sureño es muy difícil:<br />

mucho sufrimiento, especialmente por el<br />

insoportable calor, <strong>la</strong>mentables condiciones<br />

<strong>la</strong>borales, y escasas posibilidades de tomar<br />

iniciativas personales. Con todo, este es el único<br />

medio de salir del pozo de <strong>la</strong> pobreza. En <strong>la</strong><br />

primera secuencia Renoir muestra –ya vimos<br />

algo parecido en Swamp Water- de manera lírica<br />

y al mismo tiempo muy realista una escena de<br />

recogida del algodón: <strong>la</strong> cámara se mueve en<br />

ese medio natural con varios travelling muy<br />

ralentizados, siempre hacia <strong>la</strong> izquierda y a <strong>la</strong><br />

altura de los encorvados peones, acercándose a<br />

los personajes por medio de leves picados, para<br />

mostrarnos cómo trabajan estas gentes del sur.<br />

Emplea, además, un fondo musical muy<br />

elocuente, con ritmos y voces de blues.<br />

Observamos cómo Renoir no tiene prisa en su<br />

afán de realismo cinematográfico, de<br />

documentar con detalle <strong>la</strong> recogida y carga del<br />

algodón. El tío del protagonista es una víctima<br />

de este tipo de vida: antes de fallecer le invita a<br />

cosechar sus propias tierras, a no depender<br />

siempre de los terratenientes, de los jefes, de <strong>la</strong><br />

“gente con dinero”: “Cultiva tu propia cosecha”.<br />

Y en eso consistirá básicamente el resto de <strong>la</strong><br />

pelícu<strong>la</strong>: en una especie de “documental” sobre<br />

cómo hacerse granjero en <strong>la</strong> América profunda.<br />

No sería arriesgado aventurar que Renoir recibe<br />

<strong>la</strong> influencia del cine de Robert F<strong>la</strong>herty, el<br />

amigo que lo recibió con los brazos abiertos en<br />

DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 5 – JUNIO 2010<br />

22<br />

el puerto de Nueva York, y es muy probable que<br />

tomara ideas de su cine. “El verdadero tema –<br />

apunta Renoir en sus memorias- era el de <strong>la</strong><br />

ma<strong>la</strong> alimentación de los campesinos. El chico<br />

estaba afectado de pe<strong>la</strong>gra. El médico lo cura<br />

recomendándole que coma legumbres y beba<br />

leche, y los padres quedan asombrados”. Pero el<br />

auténtico mensaje de <strong>la</strong> pelícu<strong>la</strong> –suscribimos<br />

<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Faulkner y Duncan- es “el deseo<br />

y <strong>la</strong> necesidad de los <strong>la</strong>zos humanos”.<br />

Sam tiene ilusión en alqui<strong>la</strong>r un terreno en San<br />

Pedro, junto al río, para iniciar esta quijotesca<br />

empresa de convertirse en granjero: “Lleva tres<br />

años sin cultivar y debe ser fértil como el<br />

fango”. El camino no será nada fácil: antes al<br />

contrario, una serie de problemas se cruzarán<br />

una y otra vez en su camino, pero él no desiste<br />

en su empeño. Tardarán un año –le apunta su<br />

mujer al principio- en despejar, en limpiar este<br />

terreno adusto y agreste. Pero ya tiene todo en <strong>la</strong><br />

cabeza: pedirle prestadas unas mu<strong>la</strong>s al viejo<br />

Newar, a cambio de parte de <strong>la</strong> cosecha,<br />

semil<strong>la</strong>s y fertilizantes a Harmie, y un arado al<br />

viejo Pox. El tras<strong>la</strong>do de <strong>la</strong> familia al nuevo<br />

hogar recuerda sobremanera a Las uvas de <strong>la</strong> ira<br />

/ The Grapes of Warth, el filme de John Ford<br />

basado en una nove<strong>la</strong> homónima de John<br />

Steinbeck. (El mismo Ford realizó para <strong>la</strong> Fox<br />

La ruta del tabaco / Tobacco Road, 1941, que<br />

se sitúa en esta línea de cine “realista”<br />

comprometido.) Allí tendrán que vivir en un<br />

hogar inhóspito, una casa con “cuatro tab<strong>la</strong>s”, y<br />

soportar los rigores del invierno. (Es <strong>la</strong> cámara<br />

<strong>la</strong> que nos adentra en este espacio y nos lo<br />

muestra con todo detalle, moviéndose<br />

libremente, primero en su interior, luego, en <strong>la</strong><br />

escena siguiente, en su exterior: un rasgo propio<br />

del estilo de Renoir, que no debemos confundir<br />

en absoluto con <strong>la</strong> cámara subjetiva.)<br />

Sin duda alguna, <strong>la</strong> secuencia c<strong>la</strong>ve de <strong>la</strong><br />

pelícu<strong>la</strong> es el primer encuentro de Sam con el<br />

granjero Henry Devers. Éste –que más ade<strong>la</strong>nte<br />

mostrará una actitud muy insolidaria con Sam-<br />

le abre los ojos a partir del re<strong>la</strong>to de su propia<br />

miseria personal y familiar.<br />

-Y tú ¿cómo empezaste? –dice Sam.<br />

-Como aparcero. El primer año perdí <strong>la</strong><br />

cosecha por el granizo. Al otro <strong>la</strong> fiebre<br />

aftosa acabó con <strong>la</strong> vaca y el cerdo, mis<br />

ahorros. Mi esposa cogió una pulmonía y<br />

murió. Dos años después uno de mis hijos<br />

murió de fiebre de primavera. Tal vez los<br />

perdí porque no tenía dinero para médicos –<br />

le contesta Henry.<br />

Renoir tiene en muy alta estima <strong>la</strong> risa y el<br />

factor sorpresa, algo muy evidente tanto en el<br />

diseño de situaciones imprevisibles como en el<br />

tratamiento de los personajes y de los

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