la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Masculló algo de “los cabrones de los<br />
mastines”. Nunca refirió lo que le había pasado<br />
en aquel<strong>la</strong> negra <strong>quintería</strong>; porque estaba seguro<br />
de que lo habrían tomado por loco. Su secreto<br />
continuó siéndolo, incluso para su mujer y sus<br />
hijos. “So<strong>la</strong>mente te lo he contado a ti, porque<br />
siempre he pensado que eras una persona de<br />
mente abierta... Aunque <strong>la</strong> verdad es que si lo<br />
pienso, no sé porqué a ti, después de tantos<br />
años… Quizás porque creo que sabes escuchar.”<br />
Yo me quedé pensativo. Mirándole con<br />
admiración y sin saber que decir. Acudieron a<br />
mi mente <strong>la</strong> célebre frasecita de “Si non é<br />
vero…”, pero <strong>la</strong> deseché inmediatamente,<br />
porque no se me antojaba Juan capaz de<br />
inventarse no esa historia sino de imaginar el<br />
cuento más sencillo. Luego de un rato, por decir<br />
algo, le hice <strong>la</strong> pregunta más ramplona que se<br />
me vino a <strong>la</strong> cabeza.”¿Y <strong>la</strong> Orbea? Porque yo sé<br />
lo que apreciabas <strong>la</strong> bicicleta y lo que te costó<br />
poder<strong>la</strong> comprar”. Juan se me quedó mirando un<br />
<strong>la</strong>rgo rato, después apuró el vino que tenía en el<br />
vaso y se sirvió otro. Me miró de hito en hito, y<br />
me respondió: “La bicicleta (pausa). La bicicleta<br />
allí estará, mejor dicho allí está.” Se inclinó<br />
sobre <strong>la</strong> mesa y agarrándome el brazo me dijo<br />
en voz baja; su cara casi pegada a <strong>la</strong> mía:<br />
¿conoces a mi cuñao Joaquín qu’es mu listo, mu<br />
tonto diría yo. Te via contar lo que le pasó , pero<br />
que no s’entere, que le dá mucho coraje. Sobre<br />
tóo porque va a saber que’sio yo el que te lo ha<br />
dicho.”<br />
Un día que pasábamos por el camino La Cañá<br />
que como sabes está a unos doscientos metros<br />
de <strong>la</strong> Casa el Fraile, se empeñó en ir allí. Ni yo<br />
ni ninguno de <strong>la</strong> cuadril<strong>la</strong> quiso acompañarle. Y<br />
él por’acese el valiente, fue. Lo vimos dende<br />
lejos. Se acercó a <strong>la</strong> casa, a <strong>la</strong> de más abajo, ya<br />
sabes cuál, y pasó. Enseguida salió haciéndonos<br />
señas con una bomba de bicicleta. De pronto<br />
vimos cómo volvía <strong>la</strong> cabeza hacia el pozo de<br />
noria, como si algo le l<strong>la</strong>mara <strong>la</strong> atención,<br />
Luego se acercó al pozo (yo con el alma encogía<br />
DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 5 – JUNIO 2010<br />
16<br />
por lo que me había pasao). Después se asomó<br />
al brocal múu despacico, atisbó un momento…<br />
y después arrancó a correr como un loco hacia<br />
donde estábamos nosotros. Cuando llegó, sin<br />
aliento a hab<strong>la</strong>r le tuvimos que dar un traguillo<br />
de vino, (media cuartil<strong>la</strong>, diría yo) para que se<br />
calmara. Cuando pudo empezar a hab<strong>la</strong>r nos<br />
contó, con los pelos de los brazos como<br />
alcayatas, que oyó una especie de chapoteo en el<br />
pozo y pensó: “!Coño, cangrejos!” y fue a<br />
mirar. Se asomó y vio cómo el agua del pozo se<br />
remecía, como si algo se agitara en el fondo. Al<br />
fijarse mejor, notó que algo o alguien que<br />
trepaba por <strong>la</strong> pared del pozo. Cuando su vista<br />
comprendió lo que estaba presenciando se<br />
quedó mudo de terror. El dice que no lo olvidará<br />
mientras viva. Por <strong>la</strong> pared del pozo,<br />
agarrándose a <strong>la</strong>s piedras que sobresalían, con<br />
<strong>la</strong>s ropas chorreantes de agua, subía algo que a<br />
él le pareció una persona con un hábito de fraile<br />
harapiento. Las manos ensangrentadas parecidas<br />
a garras. Mi cuñado se quedó inmóvil por el<br />
terror. De pronto, el fraile o lo que fuera<br />
aquello, levantó <strong>la</strong> cabeza y se le quedó mirando<br />
con unos ojos l<strong>la</strong>meantes donde ardía el odio.<br />
Un odio atroz, inhumano. Sus ojos refulgían<br />
entre los chorretones de sangre que corrían por<br />
<strong>la</strong> cabeza destrozada, sobre un rostro deformado<br />
por los vicios más horribles. A punto de<br />
desmayarse de <strong>la</strong> impresión, sacó fuerzas de<br />
f<strong>la</strong>queza y corrió hasta nosotros. Juan se volvió<br />
a rascar <strong>la</strong> cabeza por debajo de <strong>la</strong> boina y<br />
sonriendo con sorna me dijo.: “El gilipol<strong>la</strong>s lo<br />
cascó ante toos antes de volvese a desmayar.<br />
Así que sirvió de cachondeo durante un par de<br />
meses. El del fraile, le decían los de <strong>la</strong> cuadril<strong>la</strong>.<br />
Pero, lo más grande, pa que veas si es tonto, es<br />
que cuando de nuevo volvió en sí, me dice con<br />
mu poquita voz:” Una Orbea igualita que <strong>la</strong> tuya<br />
está en <strong>la</strong> <strong>quintería</strong>. Yo me quedé mirándolo y le<br />
dije muy serio. “Allí está güena“.<br />
Vil<strong>la</strong>rrubia de los Ojos, 5 de mayo de 2010.