la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
CREACIÓN LITERARIA<br />
Mi nombre es Doña Inés Díaz de Guzmán, mi<br />
padre era (Dios lo tenga en su gloria, pues a mí<br />
nadie sabe lo que me espera…) un poderoso<br />
acauda<strong>la</strong>do de <strong>la</strong>s tierras de Castil<strong>la</strong> en tiempos<br />
del reinado de Isabel y Fernando. No escribo<br />
esto para que lo lean mis coetáneos, sino más<br />
bien para que futuras sociedades, más<br />
iluminadas y menos anc<strong>la</strong>das en el <strong>oscura</strong>ntismo<br />
imperante en este momento, tengan a bien<br />
juzgarme con <strong>la</strong> mayor objetividad que les sea<br />
posible y les permita su conciencia.<br />
Mi padre siempre fue persona ade<strong>la</strong>ntada a su<br />
época, y deseaba fervorosamente que su única<br />
hija, aunque no gozara de los privilegios de que<br />
disponen los varones -pues éstos son bendecidos<br />
en el mismo momento de su nacimiento con<br />
ventajas con <strong>la</strong>s que nosotras no podemos ni<br />
soñar siquiera- tuviese una educación que nada<br />
habría de envidiar a <strong>la</strong> de los mismos<br />
marqueses. Como he mencionado<br />
anteriormente, mi padre, bendito sea, poseía<br />
cierta fortuna, no heredada, sino amasada como<br />
comerciante, y no dudó en gastar un séptimo de<br />
ésta (según leería con posterioridad en su diario)<br />
en dedicar<strong>la</strong> a <strong>la</strong> formación cultural de su única<br />
descendiente. Para ello contrató a una institutriz<br />
recién llegada de Francia, que me habría de<br />
enseñar francés, y un preceptor que debía<br />
iniciarme en <strong>la</strong> música y otras artes, además de<br />
en los números.<br />
Mi infancia y juventud pasaron felices, porque<br />
aunque no recordaba a mi madre -pues murió<br />
cuando yo aún no contaba con uso de razón- mi<br />
padre se esforzaba en que no me faltara de nada,<br />
desde el punto de vista material e intelectual. De<br />
manera que a casa acudían poetas, músicos,<br />
arquitectos a debatir los mismos temas (segura<br />
estoy de ello) que se trataban en pa<strong>la</strong>cio en esos<br />
días.<br />
Como corresponde a una mujer de mi posición,<br />
cuando no era más que una niña (16 años) el<br />
hijo de otro poderoso comerciante de <strong>la</strong> ciudad<br />
vino a cortejarme. El padre de éste era el mayor<br />
rival de mi padre en cuestiones de compra y<br />
venta, por lo que contrariamente a lo que yo<br />
había podido pensar en un principio, a mi padre<br />
<strong>la</strong> idea le hizo inmensamente feliz, pues<br />
comprendió que con <strong>la</strong> unión de los vástagos se<br />
acabarían <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s tretas en el negocio, y<br />
aceptó de buen grado <strong>la</strong> petición de matrimonio<br />
de Don Joaquín Ferraz. El mozo era alto y bien<br />
parecido, de manera que no me costó trabajo<br />
DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 5 – JUNIO 2010<br />
ÍNCUBO<br />
10<br />
Pau<strong>la</strong> Martín-Moreno Romero<br />
acostumbrarme a él en el p<strong>la</strong>no físico. Su<br />
conversación, por otra parte, era más bien<br />
mediocre, pero yo me prometí a mí misma que<br />
una vez los dos viviéramos en el mismo hogar<br />
podría hacer que ciertas nove<strong>la</strong>s y tratados le<br />
sedujeran, y así poder hab<strong>la</strong>r, no sólo de<br />
negocios y de los dimes y diretes de <strong>la</strong> zona.<br />
Los desposorios tuvieron lugar un 15 de Marzo,<br />
y mi condición cambió en <strong>la</strong> medida en que dejé<br />
de ser una propiedad de mi padre (aunque éste<br />
nunca me hizo sentir como tal) para ser<strong>la</strong> de mi<br />
esposo. Nos insta<strong>la</strong>mos en un austero pa<strong>la</strong>cete<br />
de nuestra ciudad que mi suegro nos había<br />
ofrecido como presente por nuestra alianza<br />
matrimonial.<br />
Al principio, me desilusionaba con frecuencia,<br />
pues tenía que acostumbrarme a una vida<br />
distinta a <strong>la</strong> que había tenido en casa de mi<br />
padre: ya no había institutrices, ni libros con<br />
ideas modernas -pues a mi consorte no le<br />
parecían apropiados para una “dama”-, ni<br />
tampoco pensadores que vinieran a cenar y a<br />
compartir sus puntos de vista con nosotros. Mi<br />
idea de forjarlo de otra manera, más abierta,<br />
había fracasado. Después de un año de<br />
convivencia nació un niño: Diego. Y fue con<br />
Diego que mi vida volvió a tener algo de luz.<br />
Tenía <strong>la</strong> cara de su padre, que, como he dicho<br />
antes, es bien parecido. Pero su interior es mío,<br />
tiene <strong>la</strong>s mismas inquietudes y anhelos que su<br />
madre. Le gusta preguntar por <strong>la</strong> causa de todo<br />
y experimentar sin descanso. Confío en que<br />
sabrá alimentar ese espíritu despierto con que<br />
nuestro Señor le ha bendecido. Por mi parte,<br />
después de mucho pleitear con mi esposo<br />
conseguí que accediera a contratar una<br />
institutriz para una educación completa. Mi<br />
dicha en estos momentos era infinita, pues<br />
disfrutaba de los ade<strong>la</strong>ntos de mi hijo <strong>la</strong>s<br />
veinticuatro horas, y su vivez, su cara de ojos<br />
negros inquietos me conquistó de tal manera<br />
que cuando miraba <strong>la</strong> de su padre (tan parecida<br />
a <strong>la</strong> de Diego) veía una belleza que antes no era<br />
capaz de reconocer. No es que Joaquín hubiese<br />
cambiado, es que Diego me hacía verlo de otro<br />
modo. Además, mi hijo adoraba a su padre, y el<br />
padre al hijo, y a mí me gustaba observar (no sin<br />
cierta dosis de celos) cómo el niño abrazaba a<br />
Joaquín cuando éste llegaba de vuelta a <strong>la</strong> noche<br />
y le asía un mechón de pelo de manera cariñosa,<br />
no soltándolo hasta que transcurría cuestión de