DON JOSÉ JOAQUiN ORTIZ - Biblioteca Nacional de Colombia

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V '
DON JOSE JOAQUIN ORTIZ
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DON
JOSÉ JOAQUlN ORTIZ
POR
-..
CON UN PRÓLOGO
DE DON
ANTONIO JOSÉ DE SUC&E
(Artículos publicados en El Porveni1'-)
Santiago de Chile
IMPRENTA BARCELONA
86, SANTO DOMINGO, 86
1892
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1

INTRODUCCIÓN
DON JOSÉ JOAQUÍN ORTIZ
Al recorrer en estos días alguno que otro
periódico de Colombia, que por acaso ha
venido á mis manos, he tropezado con la
noticia de un doloroso suceso que ha de interesar
vivamente á toda la América española,
puesto que se trata del fallecin:tiento
de uno de los hombres más distinguidos
que ha producido este continente, para honra
de las letras hispano-americanas.
Sin la pretensión de bosquejar siquiera
imperfectamente la brillante carrera ptí.blica
de don José Joaquín Ortiz, ya que para
ello me escasean aptitudes de toda especie,
créome obligado á tributar á su memoria
humilde homenaje de amistad y gratitud,
porque con . ese hombre üustre por
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muchos respectos hube de estrechar relaciones
muy íntimas en la época mas memorable
de mi vida.
Hijo de un mártir de la independencia
hispano-americana, inmolado por la ferocidad
peninsular en 1816, regaron su cuna
las lágrimas de una madre que, digna viuda
de un patriota y de un cristiano, supo
inculcar en el pequeño huérfano los dos
grandes amores que de él hicieron, cuando
hombre, tipo acabado de acrisolado patriotismo
y de ferviente fe.
Favorecido el niño por la naturaleza con
superiores dotes intelectuales y con un corazón
de temple delicadísimo, hizo lo demás
la abnegación maternal, que luchando
á brazo partido con todos los obstáculos
que en su camino encuentran el infortunio
y el desamparo, logró dar á su hijo educación
tan esmerada cuanto fecunda en hermosos
frutos.
Salía apenas el joven Ortiz de las aulas
universitarias y ya el criterio público comenzaba
á señalarlo como figura notable
en el campo de la literatura y la política
al lado de José Eusebio O aro y Julio Arboleda,
contemporáneos y émulos suyos
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en las lides inocentes del talento y la
virtud.
Poeta, orador y publicista como ellos,
formó con ellos la lucida trinidad que dió
lustre inmarcesible al partido conservador
neogranadino en la éra más crítica y ll'lás
gloriosa de sus batallas con el partido liberal,
no menos abundante que su adversario
en notabilidades de todo género.
En los períodos más culminantes de la
historia de su patritr distinguióse siempre
el señor Ortiz por la perspicacia de su ingenio,
.por su luminoso saber, por su acendrado
civismo, por la lealtad incontrastable á
su bandera, y, más que todo por su ejemplar
austeridad de principios, así en la
próspera como en la adversa fortuna de su
colectividad política. ·
En la tribuna parlamentaria lo mismo
que en la cátedra de la prensa, fué invariablemente
homb?'e de una p1"eza como conservador
neto y católico sin adjetivos. Con
la santa intolerancia y la virtuosa intransigencia
de la doctrina que se halla en
posesión de la verdad, encontró el secreto
de aliar, gracias á su índole benigna y á sus
sentimientos prácticamente cristianos, to.
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lerancia sin igual y mansedumbre nunca
desmentida para con los lidiadores .del
opuesto campo : tanto así que no obstant2
el denuedo y la entereza que siempre desplegó
cual esforzado y perseverante campeón
de su causa, jamAs hubo un solo hombre
que lo quisiese mal entre sus muchos
y apasionados antagonistas.
El señor Ortiz fundó El P01·venú· de Bogotft
con el obj eto de sostener la gran
contienda electoral en que se empeñaron
los dos partidos históricos de Colombia,
que personificaron sus aspiraciones en las
candidaturas presidenciales de sus célebres
caudillos doctrinarios, don Mariano Ospina
y don Manuel Mnrillo.
No predicó en desierto el periodista conservador:
don Mariano Os pina entró al palacio
de Gobierno, llevado en hombros de
una espléndida mayoría á despecho de las
poderosas fuerzas con que contaba su prestigioso
adversario; porque In. batalla se libró
en el palenque cerrado de los principios
sin presión impura de intervención de
ninguna laya y fué por eso inevitable el
triunfo de las ideas conservadoras y cristianas
que instintiva y tradicionalmente
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predominan en las masas populares de
aquel país.
Desde esa época se conquistó el señor
Ortiz puesto eminente en la polémica de
buena ley: sus numerosos escritos de controversia,
donde por lo regular marchan
siempre unidas la precisión y el rigor de
b dialéctica con la hermosura y dignidad
del lenguaje, lo exiben como insigne maestro
en ciencias políticas y morales, y lo colocan
en primer término entre los más hábiles
apologistas contemporáneos de nuestra
santa religión.
Tu ve el honor y la dicha de ser su
compañero en la redacción de El Catolidsmo
y fuéme dable entonces apreciar y admirar
el chro talento y ]a -vasta ciencia del
experimentado controversista; puedo dar
testimonio de que, en los momentos más
apremiantes de la fatigosa y ardiente polémica
que apenas daba tregua y respiro á
los contendientes para concebir y llevar al
papel el pensamiento, improvisaba el señor
Ortiz sus atinadas réplica¡; con la misma nitidez
de estilo y la misma variedad de erudición
que caracterizan sus producciones
de largo aliento y meditada preparación.
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La florida y valiente pluma no envejeció
con los años del que la manejaba, ni vino
nunca á menos por las tribulaciones y vicisitudes
que invariablemente entretejieron
la existencia del incansable escritor: ost.entóse
más galana y primorosa que enantes
en La Oarz'dad y El Oo1·1·eo de las Aldeas,
periódicos fundados y redactados por el veterano
de la prensa católica en los peores
tiempos de la opresión radical, y encaminados
á vivificar y fortalecer en los vencidos
el espíritu que injo1·ma en Colombia al
partido conservador. Fué un continuado
pelear, nu.'lz'tz'a homz'nz's, la agitada vida del
eximio publicista; hubo siempre de bregar
con mil y mil dificultades de variadísimo
carácter, capaces de desalentar á hombres
que como él, no hubiesen tenido la. fortaleza,
constancia y magnanimidad que sólo
puede dar la fe de buenos quilates y limpia
de toda impura aligación.
Bien puede afirmarse que el atleta de la
causa católica ha muerto bandera en mano,
sosteniendo límpida y refulgente la consigna
tradicional de su escuela. Casi octogenario
ha descendido al sepulcro, dirigiendo
la porción más sana del antiguo partido
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conservador, que hoy pugna en Colombia
por emanciparse de la ominosa tutela que
tanto lo compromete y desnaturaliza.
La candidatura del señor Ortiz, para la
vice-presidencia de la República y la de
don Marceliano V élez para la presidencia,
fueron recientemente contrapuestas á las
candidaturas oficiales de los señores Núñez
y Caro, como enérgica protesta contra los
abusos que allá se perpetran en són de Regeneradón.
•
Absténgome de contemplar al señor Ortiz
en el aspecto literario de su hermosa
carrera, porque aparte de mi incompetencia
para ese género de estudios, sólo me he
propuesto, como lo indico en el comienzo
de este tosco esbozo, rendir modesto tributo
de cariño y agradecimiento á la memoria
venerada del amigo y del colega que·
tan saludable influencia ejerció sobre el espíritu
y el corazón del que esto escribe.
Las obras poéticas y didácticas del señor
Ortiz, conocidas en toda la América por
los hombres del oficio, dan copiosa materia
de variado análisis á la juventud chilena,
ávida de distinguirse noblemente en las
provechosas labores de la inteligencia y
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del saber: acaricio, por eso la esperanza de
que algunos de los muchos jóvenes que
aquí abundan en tan plausibles aspiraciones
ensayen sus fuerzas al respecto, para
rriayor loor del distinguido literato y consiguiente
lucimiento de los que sepan comprenderlo
y estimarlo en todo lo que él vale.
Al poner punto :final á este pequeño trabajo,
inspirado únicamente en cordial amistad
é imprescindible reconocimiento, he de
permitirme reclamar del patriotismo chileno
un recuerdo de caballerosa retribución
para el publicista hispano-americano que
en más de una ocasión solemne honró á
Chile con significativas muestras de ardorosa
simpatía, y convencida admiración.
Cuando, en 1863, se sintió en toda la extensión
de nuestro continente el horrísono
eco de la gran catástrofe de la Conpañía,
dedicó el señor Ortiz á Chile una sentidísima
composición elegíaca, cuyos fragmentos
reproduzco al pie de estas líneas, en la
que con exquisita delicadeza principia el
poeta cantando las glorias militares de Chile
y su floreciente prosperidad en la paz,
para exhalar en seguida su profundo dolor
en presencia del trágico suceso que tan-
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to consternó á Jn. patria chilena y á todos
los americanos que, como el señor Ortiz,
sabemos amarla y ensalzarla cual ella Jo
merece (1).
ANTONio JosÉ DE Su eRE
Santz"ago, 10 ele mayo ele 1892.
(1) La poesía está en el apéndice A.
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fuerza de apropiarse todos los esplendores,
parece que ahoga la actividad del espíritu;
otros en que la energía humana da al olvido,
en nuestra memoria, con las feracÍdades
de la tierra; mas los hay también, aunque
muy pocos, y Colombia es de éstos, en que
el espíritu y b materia están elevando
eternamente concierto mudo y sublime á
las bondades del Hacedor. Allí las cosas y
los hombres viven luchando por conquistar
nuevos títulos con que atraerse la admiraci6n
de todos sus hermanos extranjeros; allí
la naturaleza está cautivando los sentidos
con la exuberancia y hermosura de sus
formas; allí el talento llevándose está en
pos de sí todas las simpatías y estupores
del alma. Montes que elevan sus cimas
altaneras como encanecidas por el interminable
curso del tiempo; á cuyos pies
extienden su manto verdinegro selvas seculares
que sombrean las riberas de caudalosos
ríos y abrigan en sus inextricables
arcanos á los reyes de los animales; praderas
á modo de tapices que revientan en
multiforme variedad· de flores, 6 extensas
sábanas donde la vista corre sin tropiezo
alguno hasta la línea horizontal que señaln.
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la intersección del cielo y de la tierra : esta
es la parte recreativa y hermosa para los
sentidos, que hace cantar á nuestro bardo:
¡Oh Patria! yo bajé tus grandoR ríos,
y tus S

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tal de conseguir sus ideales? ¿Y esos otros
que, cuando manejan la pluma, van jugando
donosamente con todas las galas y lindezas
de la lengua?
N o se ha de extrañar, pues, que noso'tros,
admiradores de lo grande y lo bello, que
andamos en busca de hechos reveladores
de almas que van escaseando por este mundo,
mantengamos fijos nuestros ojos en esa
tierra y admiremos sus dotes y sintamos
sus desgracias.
Si la eterna partida de sus hijos esclarecidos
es para e1la ocasión de llanto y duelo,
para nosotros lo es también de sentimiento,
y si los llora aquélla con lágrimas
maternales, nosotros con las que se escapan
al hombre cuando mira desaparecer personas
que por sus prendas se hicieron acreedoras
al respeto de todo el género humano y
que en la ciencia del pensar alto y del bien
decir pudieran ser maestros de muchas generaciones.
Por eso nosotros, al saber la noticia
del fallecimiento de don José Joaquín
Ortiz, nos hemos entristecido; hemos visto
en ella la desaparición de un hombre ilustre,
la pérdida de un buen cristiano, de un
insigne literato, de un profundo filósofo, y
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todo ello nos ha movido á hacer memoria,
siquiera malamente, de las cualidades hermosísimas
que piden para él todo nuestro
respeto y veneración.
Quienquiera que vaya á registrar los
anales políticos y lit.erarios de Colombia,
desde cincuenta años acá, encontrará escrito
en casi todas sus páginas el nombre de
don José Joaquín Ortiz: ora sea en el campo
tranquilo de las letras; ora en el revuelto
y tormentoso de la política, siempre aparece
defendiendo l::ts tradiciones católicas y
los principios de la más sublime :filosofia,
de un modo tal, que se lleva tras de sí las
admiraciones de todos los hombres sus contemporáneos.
Observad que esos hombres se llaman
Caros y Arbo1edas, Mosqueras y Pombos,
Vargas y Os pi nas; observad que todos ellos
pertenecen á una misma generación, á esa
que nació en los años de la epopeya americana
y pudo asistir después, en sus mocedades,
á los primeros respiros de la patria
libertada. En esa generación fuerte y robusta
que parece como una hija de las batallas,
tanto tiene de energía y libertad, don
José Joaquín, ya lo dijimos, ocupó uno de
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beldes naturalezas y cuya manifestación sucesiva
viene á constituir toda la admirable
unidad y energía de esas vidas intelectuales.
Cuando la fe e>cupa un lugar tan privilegiado
aparecen esos hornb1·es de una pz'e·
za, como los llama el doctor Sucre; esos
espíritus majestuosos y atrevidos que si
siempre son los mismos, viven empero,
desarrollándose constantemente y van marchando
siempre hacia un punt.o determinado
sin parar mientes en obstáculos ni
vallas.
'l'odo esto viene á producir unidad, y en
la unidad producida de-tal manera fué donde
se fundó la grandeza de nuestro varón:
aquí echa sns bases el rasgo más precioso
de sn fisonomía. moral y se despierta igualmente
el interés primero de sus escritos.
Sus escritos, si están llenos de cieucia y donaires
de lenguaje, también sou estrecho
cauce por donde el inmenso caudal de fe,
que no le cabe en el pecho, se está desbordando
á cada instante y llama más la atención
que cualquiera otra cualidad.
ccSoy cristiano, exclamaba; éste es el
sólo título de mi gloria y el único timbre
de mi raza.
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sólo á los OJOS de las demás, sino á sus
propws OJOS.
«No hay sentimiento que ennoblezca
más que el sentimiento religioso; y así no
debemos avergonzarnos de la confesión
,.. sincera de nuestras creencias y de la práctica
del culto, á pesar de las burlas de los
irreligiosos; pues son tan sólidas las pruebas
históricas, que vencen sus fútiles sofismas.
La lista de sus instituciones de caridad
y misericordia y la de sus hombres
ilustres por su altísima ciencia, heroico
valor y servicios al género humano es tal,
que nos deberían llenar de orgullo, si el
orgullo no fuera una culpable pasión, y
esa es una prueba también de que el ingenio,
el verdadero valor y la grandeza
del ánimo están de acuerdo con la verdad
católica)) (1 ).
Él hacía esta magnífica y valiente profesión
de fe y :fijaba también el camino que
en lo futuro deberían seguir sus pensamientos,
en la primera edición de su Lz"bm
del Estud1"ante para repetirla después en
(1) El Libr·o del Estudiante, páj. 15, 6.a edición, Bogotá,
1880.
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las numerosas reimpresiones que se le sigmeron.
Pocas obras que como ésta se hayan
asegurado tan prontamente un honroso
lugar en la historia de la enseñanza de· ese
país y proporcionado más lisonjera gloria.
á su autor.
¡Cosa rara! me diréis. Ordinariamente
los que se dedican á producciones de este
género, más ajenas que propias, con ser
que tan grandes senricios prestan á la difusi6n
de las luces intelectuales, reciben
como pago el olvido cuando no el desprecio
de aquellas mismas personas que
aprendieron en ellos sus fundamentales
conocimientos.
Papel más triste y desgraciado que el
de maestro, hoy pedagogo, casi no lo hay:
él luchando con la naturaleza ind6mita del
pequeñuelo; él pugnando por abatir el orgullo
del mocito que se cree un gigante
con saber deletrear en su libro de lectura;
él formando el carácter de rapaces que
quizás ya están abriendo con sus dedos de
rosa las puertas del más brillante templo
del porvenir; él sacrificándose en todo para.
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después morir en un rincón, sin amistades,
sin abrigo, á veces hasta. sin pan!
Pero hn.y un medio de luchar victoriosa-
- mente contra ese destino malo: y es el de
saber inculcar en la juventud estos santos
principios que- templan al corn.zón en la
liza de la rectitud y del deber; el despertar
y acrecentar en la conciencia esa constante
aspiración hacia lo bueno, cuyos
gérmenes tenemos depositados desde pequeiíuelos
en lo más recóndito del alma á
la par de lo verdadero y lo bello; si además
sabe robar á la naturaleza el secreto
de conmover y deleitar enseñando, la obra
está hecha y Ja victoria de su parte.
Don José J oaquin asi lo comprendió, y
pudo trocar la aridez de la materia didáctica
en florido campo de entretenimiento,
en tal grado, que esas cortas páginas de
moral y urbanidad son admirables. Si queréis
que os conceda que hay en su fondo
poca originalidad y á veces trivialidades,
os lo concedo gustoso á trueque de que no
me neguéis su dulzura, y aquel irse la
vista tras de ellas cuasi sin ser dueños de
pararla.
Y ¿por qué esos mismos defectos no han
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T.A.TE CON LOS DEMÁS HOMBRES COMO QUISIE­
RAS QUE SE PORTARAN CONTIGO! Ut amerzs,
amabz'Hs esto» (1 ).
Tentado estoy de llamar la atención de
aquellos hombres que, pregonándose virtuosos
y observantes de la ley, descuidan,
cuando no lo hacen de propósito, todas las
reglas de buena educación, los cuales acostumbran
á decir que lo único que importa
es la vida eterna, negándose á pensar y
creer en la obligación que tenemos en seguir
el camino que verdaderamente sea el
mejor. En este punto también me está repitiendo
]a memoria aquellas palabras del
ilustre Balmes cuando dice que la virtud imprudente
é indecente no sería virtud y que
la buena educación es también una virtud.
¿Qué dijeran e1los si, llevando la lógica
á sus extremos últimos, los declarásemos
continuadores de la famosa escuela cínica?
Ella es igual á ellos : so capa de virtud y
humildad, escondiéndose el orgullo, el desprecio
por los demás y la soberbia, ese
vicio del cual dice rrobías que ocasionó
nuestra perdición.
(1) Id., pág. l.
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Mas no lleg_aremos de seguro á la malevolencia
de aquel francés que no ha mucho
retrató en una obra á todos los personajes
de su patria, cubriéndolos con el manto y
nombre de los célebres asistentes á .Oinocerges;
deseamos solamente hacerles notar
lo arrevesado de su modo de pensar, y
cómo ese prurito, bueno para ellos, para la
humanidad no es más que una manía de
trastornar el orden de la naturaleza.
Ortiz también señala en otra parte, aunque
en distinto orden de cosas, ese como
respecto á la propia naturaleza cuando
aconseja á los niños no hacer ni más ni
menos que lo que ha menester su cuerpo
J' alma no maduros todavía. ccUn gran
vicio del corazón es la presunción de sí
mismo; nos ciega respecto de nuestra ignorancia,
y nos obstruye la senda para
adelantar en toda clase de conocimientos . ..
Lo que importa es no hablar mal de nadie.
Por poco se empieza á entrar en este vedado
terreno·. La demasiada intimidad es
el origen de la detracción en las conversaciones
familiares. Se comienza por contar
lo que sucede en las casas, y de ahí se llega
fácilmente á la murmuración. «Cada
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muy malos: los hay peores que el mismo
cólera asiático; pues éste hiere y mata, y el
hombre pasa, y el daiio acaba con él; cuando
el que causa un mal libro, va de generación
en generación derramando el contagio
de la mala doctrina, é irá hasta que el
Ángel del juicio toque la trompeta en el
ultimo día. La curiosidad es un estímulo
natural que contribuye al progreso del género
humano; pero á la imprudente curiosidad
alcanza el mismo anatema impuesto á
Adán respecto del fruto prohibido: ce En
cualquier día que comiereis de este fnüo,
moriréis.)> El deseo de distraerse, el de
ociar unido al propósito de la frívola curiosidad,
ponen en manos de los jóvenes una
mult.itud de libros inútiles y pmjudiciales,
entre los cuales deben contarse las novelas.
Como los autores de ellas de lo que
tratan es de excitar el sentimiento, han ido
apurando las situaciones hasta rayar en la
enajenación. El paladar del borracho pierde
el estímulo con las bebidas ferment::.das,
y necesita ir apurando las más fuertes : así
son los novelistas, así los lectores de novelas.
Desde los tiempos de Cervantes Saavedra
hasta los de Sué y Dumas, el género
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se ha sublimado; hoy las novelas antiguas
parecen frías, son el agnardiAnte común;
ee necesitn. beber fuego : iY so bebe!» (1).
Me diréis acaso que si cuando las novelas
no sirven para alimento real del espíritu,
son útiles con todo para la sublimación
de nuestros más hermosos sentimientos.
Él os replica de este modo :

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haced valerosos esfuerzos para ennoblecer
vuestra mente y vuestro corazón con el
estudio y los magnánimos sentimientos,
pensando que no se dan de balde las palmas
de la gloria sino al que pelea y vence.
Unid á la bondad del corazón la elegancia
de las acciones, que sólo pueden dimanar
de aque1la fuente, teniendo siempre fija en
la memoria esta máxima de Mont.aigne :
Gualq_uÜ31·a cienáa es z"nútil al que no posee
la cienda de la bondad; y así os haréis
acreedores al amor consolador de nuestros
padres, al respeto de vuestros conciudadanos.
«El que ve un enemigo en el que profesa
principios religiosos ó políticos 6 científicos
diferentes de los suyos, es un espíritu
apocado que ·no sabe que todos los hombres
son hijos de Adán, condenados al error y
dignos de compasión, como también hijos
del que hace nacer el sol sobre buenos y
malos, sobre justos y pecadores.
ccDebemo.a asemejarnos, añade en otra
parte, en cuanto lo comportan las flacas
fuerzas de la naturaleza, á aquel que dijo:
ccSed vosotros perfectos como vuestro Pace
dre Celestiab, y no podemos aspirar á
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asemejarnos á aquel tipo de perfección absoluta
sino por medio de la caridad: al manso
y humilde de corazón, al amigo de los pobres
y necesitados, al que no busca ni ciencia,
ni hermosura, ni prosperidad ni linaje,
ni riqueza sino sólo bondad de corazóm>.
II
El hombre que de este modo aconsejaba
el espíritu de caridad según las palabras
del Apóstol:

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dar feliz cabo á sus intenciones y deseos.
Si esto de las virtudes consideradas en
general; ¿qué decir de aquella, la más preciosa
entre todas, la caridad?
Ortiz, que siente un amor desconocido y
un influjo irresistible hacia ella, en Í864
emprende la publicación de esa famosa revista
La Can'dad, que debió bajar al sepulcro
alg·unos años después con las bendiciones y
agradecimientos de todos aquellos pobrecitos
que fueron socorridos con el óbolo de
su venta. Su naturaleza encontró aJH ancho
campo de acción donde dejar derramar libremente
el sagrado fuego que ardía en su
, pecho, y ayudado de las mejores plumas de
la patria erigió, en esas páginas, hermosos
monumentos á santas afecciones y pudo
trazar en sublimes apologías los esplendores
de nuestra santa religión.
Fné allí donde apareció sucesivamente
una larga serie de artículos filosóficos
y literarios sobre la moral utilitaria,
que más tarde reunió en un pequeño
volumen con el título de Las Sú·enas (1) .
Vosotros los que andáis buscando en cada
(1) Las Sirenas. Discurso contra la moral sensttalista
de Bentham, París.
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libro ideas nuevas y originales, aun á costa
de la verdad; para quedar deslumbrados
por la exuberante magnificencia, y aquellos
que no dais el título de pensadores sino
á los que van analizando con estoica calma
los más atroces principios del error, cual
si se tratara de un examen crítico de la
verdad, no abráis este libro; aquí vuestro
desengaño será grande, pues aquí habla el
cristiano, el hombre de corazón por excelencia.
ccEntiendo escribi'r para cristianos,
para hombres de la civilización cristiana;
si escribiera para otros hombres y otros
pueblos, muy pocas serían las discordias
que notaría entre los máximas de Bentham
y los preceptos, por ejemplo, de los sectarios
del Corán. Contrapongo, pues, los principios
morales de la civilización cristiana á
las del resucitado paganismo)) ...
ccEl error que combato en este estudio es
uno y es múltiple: su padre es el sensualismo,
él no es más que sensua11smo: sus hijos
pudieran llamarse legión, porque son
muchos)). (1)
Para combatir á Bentham, estas fueron
(1) Id., Introducción.
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]as armas que eligió: la fiel pintura del error
valiéndose de las mismas palabras de su
propagador, con la contraposición de la.
verdad, y las palabras y las acciones del
Divino Maestro. No es de extrañar, pues,
que resultara un libro hermosísimo, sobretodo
si traemos á cuento cuán vasto era el
caud::lil de su ilustración y cuánta la solidez
de sn talento. Aquello no es una fría expresión
de un alma despiadada, ni confusa algarabía
de fórmulas más ó menos rebeldes
para penetrar en la inteligencia; aquello es
un himno brillante, hermosísimo y lleno decolorido
en honor deJa verdad; es el grito
de alerta que lanza el centinela para prevenir
á sus camaradas contra los engaños
del enemigo ...
ce Buen viaje, pues ¡oh peregrino de la vida!
Ya se tienden para ti los amplios cielos.
azules; suenan los céfiros llenando las velas;
el sol está claro; nada anuncia por ahora
la tempestad. Pero ¡oíd! se percibe como·
eco lejano de voces humanas acompauadas
de la lira. . . es el canto de las Sirenas . . .
¡Ay del imprudente que se detenga á oírlas!
dice Homero; ese nunca volverá a en.:
trar á su casa; su mujer y sus hijos no h
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dose de magnífico pincel, se complace en
presentar á los ojos en una serie de cuadros
el estado, ideal en un principio, pero al cual
necesariamente tendrían que llegar un .dia
las naciones 6 los individuos que aceptasen
como código, ya en ciencia, ya en artes, los
fundamentos de un tan monstruoso sistema.
La refutación que emprende es original
sólo en su forma; en el fondo no lo es. ¿Qué
podía decirse ya sobre esa doctrina que no
estuviera expresado de antemano? ¿Acaso
el sistema que levantó Bentham no había
sido reconocido como un hecho por la antiquísima
escuela jónica, y de Epicuro no
había recibido la potencia de todo un método
?'acional? ¿Quién podría negar que el
error es tan antiguo como la misma verdad?
Su marcha va remontándose aguas
arriba por la corriente de los tiempos, y su
cuna se mece en los parajes deliciosos del
paraíso después de la caída de nuestros
primeros padres. Por consiguiente, la refutación
del amigo de Brissot no es más
que la millonésima condenación de Demócrito,
Epicuro, Hobbes, y por decirlo todo
de una vez, de la secta que hace la apología
de los sentidos y del placer.
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«El error fundamental de Bentham (1) y
de todas las escuelas materialistas, arranca
de ahí: negando el alma y la vida futura,
desvarían como locos por encontrar soluci6n
á este pavorosísimo problema, y después
de revolverse en el intrincado laberinto
sin luz y sin salida, habiendo empezado
por considerar al hombre como no es en
sí, concluyen por fijarle un destino que no
es el suyo. En esto consiste el error, error
16gico y fundamental, porque el hombre
no es s6lo materia organizada; porque el
hombre es compuesto de cuerpo y alma,
sér duplo, colocado en medio de la creación,
que toca por una parte con el mundo
corp6reo por la materia, y, por otra, con el
mundo superior por el alma: sér destinado
á pasar ce breves días repletos de muchas
miserias)), para merecer perfeccionándose,
criatura formada de greda y de espíritu, y
que participa del animal y del ángel.:D
Contemplado desde ese punto de vista,
el sistema utilitario se confunde con el sensualista
pagano, como también con todas
las doctrinas que no admiten las verdades
(1) Las Sirenas, cap. III, pág. 44.
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'
de esa que hoy en són de mofa, llaman algunos
espi1·z'tualúmo, sin parar mientes en
que no es sino la añeja escuela de la verdad
que se renueva. Las consecuencias
serán siempre las mismas, porque el error
es siempre uno mismo, y si los sistemas
no se reunen en cuanto á la letra, vienen
formando á la postre uno solo en cuanto á
las intenciones. Andar hoy distinto camino
para llegar mañana á un mismo punto
¿qué más da? Al fin y al cabo ¿no viene á
reducirse á cuestión de 6empo empleado
y de excelencias de tránsito? .
Si elevamos la consideración á este modo
de discurrir, veremos c6mo el inglés y el
pagano no tardan en confraternizar, puesto
que el uno con su contento loco y con su
estirada seriedad el otro, terminan aconsejando
al hombre la utilidad cual regla suprema
de moral. Y como esta utilidad se
refiere solamente á la naturaleza física, y
como ésta busca siempre por instinto lo
que produce una sensación dulce y huye
todo aquello que se la pueda quitar 6 procurarla
amarga, de aquí que ambos, ya en
un modo ya en otro, traten de divl.nizar el
placer.
©Biblioteca Nacional de Colombia

-45-
Pero en lo que no se asemejan es en el
proceso seguido para sus conclusiones. Á
este respecto Bentham ocupa un lngar más
honroso que el maestro; ya no es ]a utilidad
egoísta de Hobbes, ya no la utilidad
del mayor número de Helvecio, la base de
su sistema, sino que la mayor utilidad del
mayor número posible.
La dificultad está en encontrar este principio
que después de mucho se deshace en
nuestros dedos, dejando ver en toda su repugnante
desnudez la consagración del
placer no sólo como medio sino también
como fin. La conclusión es la misma, pero
el punto de vista es más ampho y ya se
comienza á adivinar la transformación curiosa
que debía sufrir esta escuela hasta
venir á tocar en el p1;esente con los confi- _
nes donde empieza la verdadera.
Hoy día, cuando ya nada va quedando
de las ardientes luchas promovidas por
estos mot.ivos años há, cuando las presentes
generaciones comienzan á mirar con
ojos de indiferencia y á sonreír así como
sarcásticamente á tan atrevida pretensión,
la de Bentham, una crítica imparcial ayudada
de una filosofía más severa comienza
©Biblioteca Nacional de Colombia

-47-
sensaci6n que no revele un germen de conodmiento,
ni conocimiento que á su vez no
tenga germen de sensaci6n; quiero decir
que no hay z'cleas sin fundamentos en los
hechos, ni hechos sin sólida raíz en las ideas.
Mas, como las sensaciones y los hechos
estén tirando de la parte del cuerpo, siempre
que consigan arrastrar al ánima, irán
á parar en las escalas inferiores, donde
están colocados los demás animales de la
tierra; mientras que ideas y conocimientos,
rayos de luz partidos de quien es supremo
conocimiento y suprema idea, tienden á
elevarle hacia las esferas divinas; pero
como sea la razón muy débil para subirse
á tamaña altura, de aquí el error también,
á menos de apoyarnos en el báculo de
la fe.
Si esto, pues, sucede en todo orden de
cosas ¿por qué se ha de ver libre de ello el
conocimiento? ¿Acaso el problema del conocer
es simple y n6 compuesto? Quien
dice conoce1·, dice obse1·va1·, compam1· y abstme?·:
observación de hechos, comparación
de tradiciones, abstracción de reflecciones
que éstas y aquéllas nos sugieren; cuando
cada uno de estos tres elementos se desa·
©Biblioteca Nacional de Colombia

-48-
rrolla en la ·proporción que es debida, se
produce una especie de equüib1·io ó justo
medzo, trono de la verdad más completa;
cuando alguno de ellos se excede en la manifestación
de sus fuerzas el equ't"lz'brio se
rompe, elfusto medio desaparece y la verdad
ya no es entera.
Podemos decir que el error nace del olvido
en atribuir á cada uno lo que es suyo :
nació el idealismo del exceso de abstmcción:
el ejemplo es Kant; la obsm·vad6n
exclusiva dió origen á la escuela positivista
en general, utilitarista en ética: el ejemplo
es Bentham. Por tal nos parece que esta
escuela tuvo su origen racional como cualquien!,
y su aparición constante no debe
ser mirada con desdén por ninguna persona.
Doctrina que se muestra primero como
hecho, después como método y que por último
va á refugiarse en las aspiraciones sublimes
de un sistema; que no se pierde
completamente jamás en ningún tiempo de
la vida social de los pueblos, no obedece á
móviles bastardos é inicuos, y echa sus
raíces en terreno más sólido que el halago
de los apetitos y la propia conveniencia.
La observación de nuest.ra naturaleza
©Biblioteca Nacional de Colombia

-49-
física es su fuQrte; las primeras auroras de
la vida social fueron su teatro; pero nos o.
tros no somos cuerpo solo, ni la vida primitiva
del género humano desde que cae
bajo la mano de la historia es toda nuestra
vida socia], ni el concepto de utilz'dad es el
primero en regir á las inteligenciq.s que
saben comprender las sublimes ideas de
momh'dad y Justicia.
Esto es lo que no ha comprendido jamás
esa escuela, y por ende ha de venir errando
hasta confundirse con su ad versaría,
merced al progreso, en todas las cosas fuerza
irresistible y necesaria. ¿Qué digo? Es
tan grande la facultad del espíritu sobre
la materia, tan excelsa es esa chispa colocada
en nuestro frágil vaso por la omnipotencia
divina, que aún en nuestras caídas
pugnando está por Jevaütarnús hasta el
trono donde él se encuentra colocado. Esta
es una verdad que dentro de poco podremos
presentar á espíritus rebeldes con el
magisterio de las leyes más inconcusas.
Dice Bertini que en todo orden de cosas
hay un impulso ineomprensible, en virtud
del cuallafuerza se subordina á la mz6n, lo
cierto ,se hace cada vez mejor intérprete de
DON J. J. OBTIZ 4
©Biblioteca Nacional de Colombia

-52-
se transforma en expresión del mandato
de la conciencia y se muestra revestida con
la túnica incons{ltil del deber. Y a no es el
consejo de la utilidad; es la ley de lamoralidad.
«Dios impone esta ley, continúa
Ortiz. -Dando la libertad al hombre. se
propuso un fin altísimo y determinado; y
siendo Dios la perfección suma, no qmso
ni pudo querer otra cosa sino que la criatura
obrara el bien. Esta voluntad se la
manifiesta por esa voz secrefa que nos grita
en el abismo interior del coraz6n, unas veces:-¡
Has obmdo el bien!- y otras:­
¡Caíste, m·es culpable!- Voz tan infalible
en resonar allí, que de oírla no se escapan
ni el discípulo de Cristo ni el sectario de
Bentham)),
cqOh! ¡cuántas veces éste, en 'el silencio
de la noche, en lo más apartado del tráfago
de las cosas humanas, cuando han callado
todos los rumores del mundo y el hombre
cree hallarse completamente solo, habrá
oído, aún sin quererlo, esa voz acusadora,
como la que oía Caín, que le pide cuenta,
nó de la sangre derramada sino del alma
de sus hermanos, á quienes ha precipitado
en la sima del error!-cqCaín! ¡Caín! ¿Qué
©Biblioteca Nacional de Colombia

-53-
« has hecho de tu hermano?))-ccMi iuiquicc
dad es muy grande para merecer el percc
dóm)- tal será esa voz; pero si viésemos
su semblante nos pasmaría; si pusiésemos
nuestra mano sobre su corazón, sus latidos
nos asustarían ... »
«Para robutecer este criterio particular
del hombre, ó más bien como una manifestación
universal de él, hallamos la creencia
del mundo entero en las penas á que
se hace acreedor el malvado y An las recompensas
que merece el buenO)) (1) .
III
Ortiz, que fué defensor eminente de Jas
creencias católicas y :filósofo distinguido
entre los mejores de la bnena escuela, no
supo permanecer insensible á los dulces
halagos de las musas. No era su renombre
de poeta completamente desconocido para
nosotros; que desde años atrás venía ligándonos
á él un vínculo misterioso de simpatia.
Aquel canto hermosísimo en que, con
(1) Las Sirenas, cap. VII, p

-55-
me. La musa cristiana, la musa de la patria
y la del casto amor, prestáronle sus liras
para cantar cosas sublimes; pero ya sea
que entone himnos magníficos á la religión,
odas sublimes á los recuerdos de la patria
y endechas tiernas y sencillas á los misterios
del hogar, es el hombre que siente, es
el poeta que cree en un mundo más espléndido
que el nuestro, patria ele la justicia y
de la dicha.
No es· extraño, pues, que la poesía tenga
esos encantos, y que el autor con fuerza tan
poderosa nos haga sentir constantemente
la nostalgia ele lo mejor. Él aconsejaba á
sus hijos pequeños la rectitud del obrar,
prometiéndoles felicidades sin cuento:
o:Si el niiío es bueno y si de veras ama
á nuestro padre que en el cielo está,
y si con obras de su amor se inflama,
amigo de los ángeles será;
o:¡y cuando el niiío duerma, como hermanoe,
del cielo bajarán ángeles mil
.á cantarle cantares soberanos
y á remecer su cuna de marfil!
...................
«Los llevan á la gruta milagrosa
cuya puerta es un iris celestial,
de záfiro la bóveda lustrosa,
©Biblioteca Nacional de Colombia

-58-
que prisionera luego
á una cárcel tristísima pasaba.
Mi sueño sin sosiego
al clarear del alba interrumpía,
y al cortarles las alas temblorosas,
maligno niño súbito corría.
¡Hoy es; aun lo recuerdo! Los chirridos
de la avecilla dan en mis oídos,
y forcejeando trémula la veo,
y aun siento entre mi mano
de sus alas el rápido aleteo.
U na, y fué la po:atrera
infeliz prisionera,
con doloroso pío
enterneció mi alma
y de repente dije:
¡Pobre! ¡Vuelva á su campo¡ :o y al momento
abrí la débil palma
¡y ella rasgó precipitada el viento!» (1)
La golondrina había sorprendido al niño
juguetón en el instante mismo en que debía
empezar á ser adolescente, á entrar en .el
mundo de los afectos y de las sensaciones.
Esa edad, cuyo período está marcado en h
existencia de cada uno con los caracteres
(1) La Golondrina.
©Biblioteca Nacional de Colombia

-59-
perennes de luchas tenaces, terribles y
misteriosas; de conmociones internas y
dramas silenciosos que se han desenvuelto
en lo más recóndito del corazón; se despierta
de súbito ante el triste piar de la
avecilla y empieza ese trabajo en que el
sentimiento hace puente entre el rapazuelo
y el hombre. El senümiento: hé aquí la
nota predominante de los Versos del Hoga1·:
ora el padre que se conmueve ante el oscuro
porvenir de sus hijos; ora el esposo que
expresa sus afectos á la esposa; ora el hombre
que llora los recuerdos de su aldea,
nunca vuelta á ver, mas presente á su imaginación
con su campanario y sus casas.
Todo esto impregnado de una filosofía dulce
y melancólica, de una tristeza plácida que
se recrea en resucitar lo pasado sin sentir
los escozores del remordimiento ni lanzar al
cielo blasfemias atroces en forma de quejas
y suspiros apenados:
a:No es todo mal en la existencia humana,
ni el llanto sólo del mortal herencia;
que regocija al orbe en la mañana
tras la tormenta, el sol, con su presencia.
cr Y queda al fin de la ilusión perdida,
como puerto del náufrago del mundo,
©Biblioteca Nacional de Colombia

-61-
La poesía de éste es más incorrecta si
se quiere y el metro á veces no tiene la soltura
necesaria para mostrársenos gracioso
y apropiado; quizás aquél es más noble,
más puro, pero no tiene las sublimes notas
que el otro arrancaba á su lira cuando el
destino venía á herirlo en lo más preciado
de sus afecciones.
La poesi.n. es el himno del sentimiento, y
nada más; el poeta es un hombre que canta
lo que siente, y nada más; cuando la poesía
no es el himno del sentimiento, hablamos
del sentimiento en general, cuando el poeta
no es el fiel intérprete de lo que sucede
dentro de sí; entonces desaparece el encanto
misterioso del verso, la vida del espíritu
qne palpitaba en él huye muy lejos y queda
sólo la obra mecánica de la paciencia, semejante
á un cuerpo que no siente en su
interior el aleteo del espíritu. Este es gran
secreto del poeta, esto fué lo que á Caro
aconteció: Caro adolescente, y ve apartarse
de su lado y para siempre á su padre; Caro
ya viril, y se ve desterrado por causas de
la guerra; Caro viviendo la vida social, y
el error que amenaza entronizarse; así
pues, él se ve combatido y combate toda su
©Biblioteca Nacional de Colombia

-63-
nes y de los velos venerables de la tumba.
El pobre vivirá para hoy sin mañana, sin
ayer, como el viajero que atravesara eternamente
un túnel" tenebroso».
Aquel aym· está representado por la ... V.edl'taci6n
y Los sepulc1·os de la Aldea; aquel
mañana por los Húnnos á la Vz"1'flen. La necrópolis
es lugar que le recuerda lo deleznable
de nuestro cuerpo y las miserias de
nuestra condición; pero la Virgen le está
llamando contínuamente á sí, incitándole á
dejar volar libremente el espíritu con el
ímpetu del mañana, de eso día en que, dormidos
en la tierra, habremos de despertarnos
en el cielo. ¿Puede darse algo más hermoso
que esas tristezas que lanza cuando,
sentándose en la orilla del plácido remanso
que lo separa del aldeano cementerio, se
conmueve y llora?
¡Oh! Si dormir pudiera como duermen
bajo la alfambra de olorosa grama
en ese silencioso campo santo
los que el penoso viaje concluyeron
en este valle de dolor y llanto!
En el umbral que á traspasar no vuelve
el que expiró, la :Muerte está sentada :
mas no á buscarla iré : con frente leda
la miraré llegar; y cuando el lazo
©Biblioteca Nacional de Colombia

-65-
Su Eloísa sensible y su Abelardo,
parias en el amor y en la desgracia,
no en el culpable error de su ternura,
tuvo también la aldea;
y hoy una misma acacia
su humilde sepultura
con sus ramas gratísimas sombrea;
allí, cuando de tarde se alza el viento
entre las cañas del gadual, murmura
su nombre á la manera de un lamento:
lo conocen los ecos de los montes,
lo sabe repetir la onda del río;
y si ¡Pablo y Helena! en la espesura
de los montes resuena
responde el río allá¡ Pablo y Helena!
......................
¡Oh! ¡morir en el campo, contemplando
como corren las nubes por el cielo
escarmenadas por el viento blando,
de las yerbas del monte en la fragancia
el aire embalsamado, respirando!
j Morir do se ha nacido,
y reposar los fatigados huesos
bajo el árbol querido
de nuestra dulce infancia
en cuyo tronco esta inscripción se lea:
«También nací en Arcadia, y hoy reposo
en paz entre los hijos de mi aldea!» (1)
Pero donde adquiere toda su lozanía el
(1) Los sepulcros de la aldea.
DON J. J, ORTIZ 5
©Biblioteca Nacional de Colombia

-66-
estro de Ortiz, es sin duda. cuando canta
las glorias de la patria; para él las glorias
no son las proezas de los héroes, sino también
las maravillas de la tierra. La. patria.
no empieza, como creen muchos, en el grito
de e manci pació u ; su origen es más antiguo,
nosotros hemos venido á parar en lo que
somos desde que la. osadía española. trajo
á estas comarcas la luz de la civilización
con la luz del Evangelio. La unión de la
sangre azul con la sangre roja; la unión de
la inteligencia con la fuerza, que se vino
verificando lentamente al través de varios
siglos, ha producido nuestra raza enérgica
y valentona que á cada paso en los actos
más sublimes muestra la fiereza indómita
del suelo como en los más groseros da indicios
de la inteligencia de los colonos. Ortiz
canta esa fusión y celebra esos orígenes;
ora es Balboa quien descubre el mar del
Sur, ora es el indio decaído que vaga erran·
te y temeroso á orillas del Teq_uendama 6
el Magdalena; bien la paz del colono que
labora en su campo, bien la fiereza de Bolívar
que conquista laureles en Boyacá. El
idioma castellano tiene pocas composicio-
©Biblioteca Nacional de Colombia

- 67
nes de un lirismo más sublime que la oda
al Tequendama:

-68- .
el hombre en ti: capaz de más se siente:
de legar á los siglos su memoria,
de sér un héroe, un santo ó un poeta;
y sacar de su lira
un són tan armonioso y tan sublime
como el iris que brilla por tu frente,
como el eco de triunfo que en ti gime.»
Cláusulas como estas sólo Quintana fué
maestro en el arte de romperlas; pero Ortiz
no le imita; su poesía es la poesía de la libertad,
la genuína americana, que para
cantar pide acordes á la naturaleza exuberante
del suelo y busca inspiraciones en
las sagradas memorias de hechos preclaros
de los antepasados. Acordes que brotan de]
medio que rodea, entusiasmos que nacen de
hazañas heroicas no son trasplantados en
el poeta, mas nacidos en su corazón por virtud
propia. Ni siquiera en su lirismo conoce
bandería: él es tan sevillano como clásico;
su imaginación, su forma, más de aquella
escuela que de ésta; su pensamiento, su
dicción más de ésta que de aquélla: sentimentalismo
á lo Torre y fi losofía á lo León;
pasearse por los cielos con la inimitable
majestad del divino Herrera, sentir con la
profundidad del sencillo Rioj a : he ahí sus
©Biblioteca Nacional de Colombia

-69-
semejanzas, que en nada le hacen desmerecer.
Cuando leíamos la primera estrofa del
canto á Boyacá, se nos venía continuamente
á la,memoria Rodrigo de Caro en
sus Ruznas de Itálz"ca. ·y eamos cómo le recuerda:
crYo contemplé con pasmo religioso
alzarse el sol ardiendo en vivo campo,
una vez, y otra vez resplandeciente,
¡famoso Boyac

-70-
y pasta mi corcel la verde grama
que de los bravos el sepulcro arropa:
y aquí, de noche, los labriegos oyen
suspiros en el viento,
tropeles de caballos desbocados
y el retintín de aceros que se chocan,
cuando se pone la menguada luna
entre las negras nubes de occidente,
y el can ladra en las sombras tristemente.
De Ortiz podríamos decir lo que de Caro
decía él mismo cuando prologaba sus poesías:
«Discípulo de una escuela severa, sabía
que los adornos caen bien después de
los pensamientos, y nunca jamás se le ve
inmolar al espíritu 6 á la materia la idea de
su mente. Esto por una parte; y por la otra,
la buena, exquisita elección del argumento,
harán de sus poesías un libro de oro para
nuestra literatura nacional. Pues ¿cómo es
posible que un hombre se sienta inflamar
cuando no es grandioso e1 argumento de su
canto? Exagerará, se afanará, 1 logrará talvez
escribir melodiosos cantos; pero todo set·;íen
balde: nunca se producirán con la verdadera
elocuencia del alma, con aquella elocuencia
que, á pocas líneas leídas, interesa, luego
atrae y después fulmina, aterra y enajena.
©Biblioteca Nacional de Colombia

-71-
Como poeta lírico, sólo un rival conoce,
y este es Arboleda; Arboleda, el caudillo
idolatrado de su ejército, el que en la tribuna
fué un Demóstenes y en la prensa un
rayo, es también hijo mimado de la poesfa.
En su vuelo poético es tan atrevido este
varón como en sus bélicas hazañas; él
siempre por lo alto, aspirando siempre á lo
grande y ]o magnífico: ofrece libertades
para su patria, no se las reciben y allí aparece
en el campo de batalla dispuesto á hacer
comprender cómo es necesario que las
reciban; quéjanse los literatos de que América
no sea capaz de producir un poema
épico, y él remonta la cima á do subieron
el Tasso y Milton para descender con su
Gonzalo ele Oy6n, que si concluído, fuera
hoy preciosa joya del continente americano.
Pero la inspiración de Arboleda es más
sostenida y su poesía es más nerviosa; es
en sus manos, como 'el acero que él tan diestramente
meneaba: cuando más pacífica se
muestra, de pronto se estremece airada,
fulgura en el espacio, se parte en cien lenguas
de fuego y cae sobre los ojos atónitos
en forma de rayos y centellas. Escuchemos
su tristeza del · Vz·e,-nes Santo, su platónico
©Biblioteca Nacional de Colombia

-72-
amorío del Te quiero y remont.émosnos, si
es que podemos, hastn. esas alturas en que
En la cáTcel maldice al tirano de la patria.
¿Qué digo? Arboleda, Caro y Ortiz ¿por
ventura fueron rivales? ¿en cuáles campos
aprendieron á luchar el uno contra el otro?
Si rivalidad quiere decir santa emulación
para hacer el bien, si pugna por merecer
con títulos mejores la estimación de sus
compatriotas, confesemos que fueron rivales;
mas si por ello se entiende aquel constante
luchar para conseguir un mismo objeto
aun á costa de la verdad, entonces jamás ,
lo fueron: e¡¿ la verdad no cabe rivalidad,
sólo hay emulación; en la falsía sí que
cabe y en cantidad no pequeña: verdad es
unidad; mentira es multiplicidad; verdad
atrae y absorbe; mentira rechaza y contrapone.
En los anales políticos estas personas
me parece que han de formar una eepecie
de trilogía así como la que Dante, Tasso y
Ariosto forman en la literatura italiana.
Arboleda es el orador, el poeta y el polemista,
pero es también el militar; Caro es
el orador, el poeta y el polemista atrevido,
Ortiz es el escritor y el poeta, polemista,
©Biblioteca Nacional de Colombia

-73-
si lo queréis, pero él no nació para las acritudes
de esa faena; el primero ataca y se
defiende, pero cuando el enemigo no ceja
baja á repartirle hercúleos cintarazos; el
segundo ataca y se defiende también, pero
jamás vuelve á tirar una segunda estocada;
el tercero sólo se defiende: su espada no
tiene punta para enterrarse ni sus ojos saben
cegarse con el odio.
Consideremos sus ideales y sus creencias:
puntos al rededor de los cuales no
hacen más que girar durante toda su existencia
y en la medida que sus fuerzas se lo
permiten, y tendremos cuál es el centro en
que van á unirse tan encontradas naturale-.
zas: ¡Hasta sus destinos les correspondieron!
José Eusebio Caro murió volviendo
del destierro, en la ingrata playa de Santa
Marta; don Julio fué sorprendido por el
plomo en la tristemente célebre montaña
de Barruecos, cuando marchaba con sus
--
soldados quizás á librar una de esas famo-
sas batallas que él acostumbró; sólo Ortiz
termina tranquilamente su camino por este
valle de lágrimas y deja este mundo á la
manera que solían los antiguos patriarcas
de la Biblia: :fijos los ojos en el cielo y ro-
©Biblioteca Nacional de Colombia

-74-
gando á Dios por la suerte de su pueblo
mientras que éste deposita á sus pies la
mejor ofrenda que pueden esperar los buenos
ciudu.danos: lu. veneración y la gratitud
de sus semejantes.
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APÉNDICES
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APÉNDICE A
A CHILE
ÜON MOTIVO DEL INCENDIO DEL TEMPLO DE LA
ÜOMP.AÑÍA DE SANTIAGO (1863)
(Fragmentos)
Cuando el Eterno quiere alzar un pueblo
del poder á la cumbre y

._
-78-
en que la luz del sol se multiplica;
y las sábanas cubre y los oteros,
hasta los más remotos horizontes,
mies abundosa y rica,
que á guardar no alcanzaran
del Faraón antiguo los graneros.
Orillas de los ríos
pastan tranquilas las inmensas greyes
de ovejas níveas y de tardos bueyes;
mientras, vagando con los cierzos, cruzan
en raudo torbellino las manadas
de corceles bravíos;
con viento favorable sus navíos
surcan el ancho mar fiero é instable,
á llevar el sustento á otras naciones.
El ronco són del atambor un eco
jamás encuentra en la empinada roca
que alfombra de la vid el verde ramo,
de donde se alza el humo en turbión hueco,
y de do baja, cuando muere el día,
temblorosa la voz de la campana
que pidiendo con grave melodía
para el hombre piedad, á Dios invoca
. . . . . . . . . . . . . .......... .
¡No es crimen el dolor! Es como el fuego
que purifica en el crisol el oro;
es cual la tumba fria y silenciosa
en que la humilde larva se sepulta,
y de donde triunfante saldrá luego
con ala tinta en oro, azul y rosa
©Biblioteca Nacional de Colombia

-79-
á volar por el éter cristalino,
transformada en festiva mariposa.
Esta es la eterna ley; de nuestra raza
este el destino irrevocable y justo:
por el dolor alzarse hasta la gloria,
por el placer bajar hasta el abismo;
y á fuerza de luchar heróicamente
conseguir el laurel de la victoria.
¿No se llamaba un Hombre de dolores
el gran libertador del mundo mismo?
Mas ¿cuál es ese acento lamentable
que salvando la mar, hiere mi oido?
-Voz es de todo un pueblo generoso,
que por la mano del Señor herido
sobre un montón de ruinas
hoy derrama su llanto doloroso.
¡Todo es profunda paz! La ciudad bella
que honra en el suyo el nombre de Santiago,
corre al pie de las aras de la Virgen
Madre de Dios, y allí devotas preces
eleva fervorosa;
óyese ya del órgano que gime
la atronadora voz mezclada al canto;
y á alzarse empieza ya del puro incienso
la nacarada nube como un manto;
cuando ¡oh Dios! de repente
arde el altar y se derrama el fuego
como raudal inextinguible y ciego,
y en sus ondas rabiosas
©Biblioteca Nacional de Colombia

-80-
envuelve los inmensos artesones
que se desploman, y ábrense,
Cl'ugiendo caen; y las fieras llamas
cual las greñas de un monstruo del abismo
nuevas fuerzas cobrando,
cébanse en nuevo pábulo y ondean
en el ancho ropaje
de la casta matrona, y en los velos
de la doncella tímida, que en vano
mira á su alrededor, y se estremece,
y pidiendo favor alza á los cielos
los extraviados ojos,
y huye, y huyimdo m¡ts la llama crece.
¡Oh! ¡no hay salud para ninguno! Forman
impenetrable muro sobre el quicio
del templo, los cadáveres de aquellos
que afanosos pensaron
salvar la vida huyendo, y en las puertas
luchando unos con otros
detenidos, postrados expiraron.
De la aterrada gente nueva ola
que huyendo va, frenética se avanza,
y cae; y nueva ola le sucede
que á morir llega allí sin esperanza.
o •• o • • o • •• o •• •••••••
Se oye dentro del templo,
que arde como un volcán, el largo aullido
de las mujeres míseras, mezclado
al traquear del fuego, entre las mangas
del humo que se eleva ennegrecido.
©Biblioteca Nacional de Colombia

-81-
¡Oh! no hay acento que,¡ pintar alcance
la confusión, el pasmo, la agonía
de esa gente infeliz, que de la mnerte
el rostro descarnado
contempla frente á frente en aquel trance.
Allí cayó la flor de la nobleza,
y el brillo se eclipsó de la belleza;
la hembra que expira sollozando, el hombre
que, en pie, sereno, espera el crudo asalto
sin que el horror terrífico le asombre;
y el inocente niño que miraba
las llamas ondular con rostro ledo
en sepulcro común yacen, sin nombre,
cubiertos con un manto ele ceniza.
A los ayes de espanto y ele querella,
al sordo estruendo, cual de mar qne bramrt
y en promontorio altísimo se estrella,
se sucede silencio repentino! ...
¡Llorad, madres chilenas,
las sin ventura y huérfanas, un día
cuando lo quiso el cielo, de alegría
henchido el corazón, de gozo llenas!
Hoy . . . Bendecid la mano poderosa
que en la pena os sumerge y en el llanto!
¡El dolor no es el crimen !
¡y si, para templar vuestro quebranto
. algo puede valer la simpatía
del mundo de Colón, donde se cuenta
vuestro infortunio, recibid el canto
qne por mi voz América os envía!
DON J. J. Ornrz
JOSÉ JOAQUÍN ÜRTIZ
©Biblioteca Nacional de Colombia
6

APÉNDICE B
· Don José Antonio Sofia, amistoso y franco, y pE>rsigniendo
su idea de atraer el cariño de Colombia hacia
Chile, no desperdiciaba oportunidad de insinuarse en
el animo de los literatos; y ciertamente que consiguió
mucho para nuestra causa. Acostumbraban en Bogotá
los hombres de letras á reunirse en tertulias propias
para hacer gozar con el cultivo de la poesía; y á una
de esas reuniones los invitó Soffia, con este soneto dirigido
á muchos de los principales:
«Siguiendo una costumbre muy simpática,
la cual me gozo en aplaudir fi'enético,
le invito para el viernes á un poetico
mosaico, sin liturgia diplomática.
«La colombiana sal, que á la ática
vence y humilla en el palenque estético,
para todo pesar será un emético,
brindado en copas de sabrosa plática.
«Alguien arrancar