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Revista del Col·legi Cardenal Spínola Abat Oliba

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Reportaje<br />

virtudes intelectuales: sabiduría,<br />

entendimiento, ciencia, arte y<br />

prudencia<br />

Las virtudes morales. Las<br />

virtudes morales son aquellas<br />

por las que el hombre se<br />

encuentra rectamente dispuesto<br />

en sus potencias apetitivas para<br />

moverse al bien proporcionado<br />

a su perfección como hombre.<br />

Mediante estas virtudes el hombre<br />

encuentra facilidad para llevar una<br />

vida moralmente buena, regular<br />

y ordenar las pasiones, tener<br />

dominio sobre sus actos y superar<br />

con alegría los obstáculos que le<br />

impiden la consecución <strong>del</strong> bien.<br />

Las principales virtudes morales<br />

y la prudencia se denominan<br />

virtudes cardinales porque sobre<br />

ellas se agrupan todas las demás<br />

virtudes.<br />

Estas virtudes cardinales, sobre<br />

las que se apoya el edificio<br />

educativo, son:<br />

a) Prudencia: «La prudencia es<br />

la virtud que dispone la razón<br />

práctica a discernir en toda<br />

circunstancia nuestro verdadero<br />

bien y a elegir los medios rectos<br />

para realizarlo... Es la ‘regla recta<br />

de la acción’... Conduce a las<br />

otras virtudes indicándoles regla<br />

y medida. Es la prudencia quien<br />

guía directamente el juicio de la<br />

conciencia. El hombre prudente<br />

decide y ordena su conducta<br />

según este juicio. Gracias a<br />

esta virtud aplicamos sin error<br />

los principios morales a los<br />

casos particulares y superamos<br />

las dudas sobre el bien que<br />

debemos hacer y el mal que<br />

debemos evitar» (CEC 1806).<br />

6<br />

L a s v i r t u d e s<br />

cardinales, al orientar<br />

t o d a l a v i d a d e l<br />

educando, facilitan<br />

que este pueda usar<br />

rectamente de los<br />

bienes, considerando<br />

el bien común y las<br />

necesidades de los<br />

demás<br />

Fin de la educación cristiana<br />

e s p o r c o n s i g u i e n t e e l<br />

hombre prudente, es decir,<br />

el hombre que decide bien en<br />

las distintas circunstancias,<br />

y que juzga adecuadamente<br />

sobre como ordenar cada<br />

uno de sus actos según el<br />

bien objetivo. Sin prudencia<br />

no se acierta y la toma de<br />

decisiones es larga y pesada,<br />

de manera que el hombre<br />

imprudente tenderá a lo<br />

fácil e inmediato, o juzgará<br />

frívola y precipitadamente<br />

o sencillamente terminará<br />

no eligiendo y arrastrado<br />

p o r e l d e v e n i r d e l o s<br />

acontecimientos sin poder<br />

actuar libremente en ellos y<br />

sobre ellos.<br />

b) La justicia: «La justicia es la<br />

virtud moral que consiste en la<br />

constante y firme voluntad de<br />

dar a Dios y al prójimo lo que le<br />

es debido. La justicia para con<br />

Dios es llamada ‘la virtud de la<br />

religión’. Para con los hombres,<br />

la justicia dispone a respetar<br />

los derechos de cada uno y<br />

a establecer en las relaciones<br />

humanas la armonía que<br />

promueve la equidad respecto<br />

a las personas y al bien común»<br />

(CEC 1807).<br />

El hombre justo no sólo se halla<br />

dispuesto para conceder a otro<br />

lo que a este le corresponde,<br />

sino que quiere dárselo y se<br />

alegra haciéndolo. Busca no<br />

sólo el derecho <strong>del</strong> prójimo sino<br />

también el bien común de toda<br />

la sociedad. La educación <strong>del</strong><br />

hombre en la justicia presupone,<br />

por consiguiente, la apertura de<br />

éste a la dimensión social de la<br />

vida humana, el reconocimiento<br />

y respeto por el prójimo, la<br />

valoración, acogida y respeto<br />

de los bienes <strong>del</strong> otro, el servicio<br />

desinteresado y el ofrecimiento<br />

de sus talentos para edificación<br />

común. La realidad <strong>del</strong> colegio, la<br />

comunidad escolar, es también<br />

un lugar en que se vive la justicia<br />

con naturalidad y se anteponen<br />

las exigencias generales a los<br />

intereses particulares.<br />

c) La fortaleza: «La fortaleza es<br />

la virtud moral que asegura en<br />

las dificultades la firmeza y la<br />

constancia en la búsqueda <strong>del</strong><br />

bien. Reafirma la resolución de<br />

resistir a las tentaciones y de<br />

superar los obstáculos en la vida<br />

moral. La virtud de la fortaleza<br />

hace capaz de vencer el temor,<br />

incluso a la muerte, y de hacer<br />

frente a las pruebas y a las<br />

persecuciones. Capacita para ir<br />

hasta la renuncia y el sacrificio<br />

de la propia vida por defender<br />

una causa justa» (CEC 1808).<br />

La virtud de la fortaleza<br />

perfecciona el apetito irascible

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