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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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La magnanimidad <strong>de</strong> David 627<br />

nuestro amo, y él <strong>los</strong> ha <strong>de</strong>spreciado. Aquel<strong>los</strong> hombres han sido<br />

muy buenos con nosotros, y cuando estábamos en el campo nunca [655]<br />

nos trataron mal, ni nos faltó nada en todo el tiempo que anduvimos<br />

con el<strong>los</strong>. Muro fueron para nosotros <strong>de</strong> día y <strong>de</strong> noche, todos <strong>los</strong><br />

días que hemos estado con el<strong>los</strong> apacentando las ovejas. Ahora,<br />

pues, reflexiona y mira lo que has <strong>de</strong> hacer, porque ya está <strong>de</strong>cidida<br />

la ruina <strong>de</strong> nuestro amo y <strong>de</strong> toda su casa”.<br />

Sin consultar a su marido ni <strong>de</strong>cirle su intención, Abigail hizo<br />

una provisión amplia <strong>de</strong> abastecimientos y, cargada en asnos, la<br />

envió a David bajo el cuidado <strong>de</strong> sus siervos, y fue ella misma en<br />

busca <strong>de</strong> la compañía <strong>de</strong> David. La encontró en un lugar protegido<br />

<strong>de</strong> una colina. “Cuando Abigail vio a David, se bajó en seguida <strong>de</strong>l<br />

asno; inclinándose ante David, se postró en tierra, y echándose a<br />

sus pies le dijo: ¡Que caiga sobre mí el pecado!, señor mío, pero te<br />

ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las<br />

palabras <strong>de</strong> tu sierva”.<br />

Abigail se dirigió a David con tanta reverencia como si hablara<br />

a un monarca coronado. Nabal había exclamado <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosamente:<br />

“¿Quién es David?” Pero Abigail lo llamó: “Señor mío”. Con<br />

palabras bondadosas procuró calmar <strong>los</strong> sentimientos irritados <strong>de</strong><br />

él, y le suplicó en favor <strong>de</strong> su marido. Sin ninguna ostentación ni<br />

orgullo, pero llena <strong>de</strong> sabiduría y <strong>de</strong>l amor <strong>de</strong> Dios, Abigail reveló la<br />

fortaleza <strong>de</strong> su <strong>de</strong>voción a su casa; y explicó claramente a David que<br />

la conducta hostil <strong>de</strong> su marido no había sido premeditada contra él<br />

como una afrenta personal, sino que era simplemente el arrebato <strong>de</strong><br />

una naturaleza <strong>de</strong>sgraciada y egoísta.<br />

“Ahora pues, señor mío, ¡vive Jehová, y vive tu alma!, que Jehová<br />

te ha impedido venir a <strong>de</strong>rramar sangre y vengarte por tu propia<br />

mano. Sean, pues, como Nabal tus enemigos, y todos <strong>los</strong> que procuran<br />

el mal contra mi señor”. Abigail no atribuyó a sí misma el<br />

razonamiento que <strong>de</strong>svió a David <strong>de</strong> su propósito precipitado, sino<br />

que dio a Dios el honor y la alabanza. Luego le ofreció sus ricos<br />

abastecimientos como ofrenda <strong>de</strong> paz a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> David, y<br />

aun siguió rogando como si ella misma hubiese sido la persona que<br />

había provocado el resentimiento <strong>de</strong>l jefe.<br />

“Te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa; pues Jehová<br />

hará <strong>de</strong> cierto una casa perdurable a mi señor, por cuanto mi señor<br />

pelea las batallas <strong>de</strong> Jehová, y no vendrá mal sobre ti en todos tus

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