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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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La repartición <strong>de</strong> Canaán 475<br />

pueblo sirvió para amonestar a Jerusalén. “Id ahora a mi lugar en<br />

Silo, don<strong>de</strong> hice habitar mi nombre al principio -<strong>de</strong>claró el Señor<br />

por medio <strong>de</strong>l profeta Jeremías-, y ved lo que le hice por la maldad<br />

<strong>de</strong> mi pueblo Israel [...], haré también a esta Casa, sobre la cual es<br />

invocado mi nombre, en la que vosotros confiáis, y a este lugar que<br />

os di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo”. Jeremías<br />

7:12-14.<br />

“Y <strong>de</strong>spués que acabaron <strong>de</strong> repartir la tierra”, y cuando ya todas<br />

las tribus habían recibido la heredad que les tocara, Josué presentó<br />

su <strong>de</strong>recho. A él, como a Caleb, se le había prometido una herencia<br />

especial; no pidió, sin embargo, una provincia gran<strong>de</strong>, sino una<br />

sola ciudad. “Le dieron la ciudad que él pidió; [...] y él reedificó<br />

la ciudad, y habitó en ella”. Josué 19:49, 50. El nombre que se le<br />

puso a la ciudad fue Timnat-sera, “la parte que sobra”, y atestiguó<br />

para siempre el carácter noble y espíritu <strong>de</strong>sinteresado <strong>de</strong>l vencedor<br />

que, en vez <strong>de</strong> ser el primero en apropiarse <strong>de</strong>l botín <strong>de</strong> la victoria,<br />

postergó su <strong>de</strong>recho hasta que <strong>los</strong> más humil<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su pueblo habían<br />

recibido su parte.<br />

Seis <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s dadas a <strong>los</strong> levitas, tres a cada lado <strong>de</strong>l<br />

Jordán, fueron <strong>de</strong>signadas como ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> refugio, a las cuales<br />

pudieran huír <strong>los</strong> homicidas en busca <strong>de</strong> seguridad. La <strong>de</strong>signación<br />

<strong>de</strong> estas ciuda<strong>de</strong>s había sido or<strong>de</strong>nada por Moisés, para que en<br />

ellas se refugiara “el homicida que hiera a alguien <strong>de</strong> muerte, sin<br />

intención. Esas ciuda<strong>de</strong>s serán para refugiarse <strong>de</strong>l vengador -dijo-,<br />

y así no morirá el homicida antes <strong>de</strong> haber comparecido a juicio<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la congregación”. Números 35:11, 12. Lo que hacía<br />

necesaria esta medida misericordiosa era la antigua costumbre <strong>de</strong><br />

vengarse particularmente, que encomendaba el castigo <strong>de</strong>l homicida<br />

al pariente o here<strong>de</strong>ro más cercano al muerto. En <strong>los</strong> casos en que<br />

la culpabilidad era clara y evi<strong>de</strong>nte, no era necesario esperar que<br />

<strong>los</strong> magistrados juzgaran al homicida. El vengador podía buscarlo<br />

y perseguirlo don<strong>de</strong>quiera que lo encontrara. El Señor no tuvo a<br />

bien abolir esa costumbre en aquel entonces; pero tomó medidas<br />

para afianzar la seguridad <strong>de</strong> <strong>los</strong> que sin intención quitaran la vida a<br />

alguien.<br />

Las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> refugio estaban distribuidas <strong>de</strong> tal manera que<br />

había una a medio día <strong>de</strong> viaje <strong>de</strong> cualquier parte <strong>de</strong>l país. Los caminos<br />

que conducían a ellas <strong>de</strong>bían conservarse en buen estado; y a lo [493]

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