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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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384 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

Según el juicio humano, Moisés no era culpable <strong>de</strong> un gran<br />

crimen; su pecado era una falta común. El salmista dice que “habló<br />

precipitadamente con sus labios”. Salmos 106:33. En opinión <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> hombres, ello pue<strong>de</strong> parecer cosa ligera; pero si Dios trató tan<br />

severamente este pecado en su siervo más fiel y honrado, no lo<br />

disculpará ciertamente en otros. El espíritu <strong>de</strong> ensalzamiento propio,<br />

la inclinación a censurar a nuestros hermanos, <strong>de</strong>sagrada sumamente<br />

a Dios. Los que se <strong>de</strong>jan dominar por estos males arrojan dudas<br />

sobre la obra <strong>de</strong> Dios, y dan a <strong>los</strong> escépticos motivos para disculpar<br />

su incredulidad. Cuanto más importante sea el cargo <strong>de</strong> uno, y tanto<br />

mayor sea su influencia, tanto más necesitará cultivar; la paciencia y<br />

la humildad.<br />

Si <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Dios, especialmente <strong>los</strong> que ocupan puestos <strong>de</strong><br />

responsabilidad, se <strong>de</strong>jan inducir a atribuirse la gloria que únicamente<br />

se <strong>de</strong>be a Dios, Satanás se regocija. Ha ganado una victoria.<br />

Así fue cómo él cayó, y así es cómo obtiene el mayor éxito en sus<br />

tentaciones para arruinar a otros. Para ponernos precisamente en<br />

guardia contra sus artimañas, Dios nos ha dado en su Palabra muchas<br />

lecciones que recalcan el peligro <strong>de</strong>l ensalzamiento propio. No hay<br />

en nuestra naturaleza impulso alguno ni facultad mental o ten<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong>l corazón, que no necesite estar en todo momento bajo el dominio<br />

<strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong> Dios. No hay bendición alguna otorgada por Dios al<br />

hombre, ni prueba permitida por él, que Satanás no pueda ni <strong>de</strong>see<br />

aprovechar para tentar, acosar y <strong>de</strong>struir el alma, si le damos la menor<br />

ventaja. En consecuencia, por gran<strong>de</strong> que sea la luz espiritual<br />

<strong>de</strong> uno, por mucho que goce <strong>de</strong>l favor y <strong>de</strong> las bendiciones divinas,<br />

<strong>de</strong>be andar siempre humil<strong>de</strong>mente ante el Señor, y suplicar con fe a<br />

Dios que dirija cada uno <strong>de</strong> sus pensamientos y domine cada uno <strong>de</strong><br />

sus impulsos.<br />

Todos <strong>los</strong> que profesan la vida piadosa tienen la más sagrada<br />

obligación <strong>de</strong> guardar su espíritu y <strong>de</strong> dominarse ante las mayores<br />

provocaciones. Las cargas impuestas a Moisés eran muy gran<strong>de</strong>s;<br />

pocos hombres fueron jamás probados tan severamente como lo fue<br />

él; sin embargo, eso no excusaba su pecado. Dios proveyó ampliamente<br />

en favor <strong>de</strong> sus hijos; y si el<strong>los</strong> confían en su po<strong>de</strong>r, nunca<br />

serán juguete <strong>de</strong> las circunstancias. Ni aun las mayores tentaciones<br />

pue<strong>de</strong>n excusar el pecado. Por intensa que sea la presión ejercida<br />

sobre el alma, la transgresión es siempre un acto nuestro. No pue<strong>de</strong>

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