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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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342 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

nes claras y precisas <strong>de</strong> la verdad y <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, discernimiento agudo<br />

y sano juicio. Pero no quisieron someterse a las restricciones y a<br />

<strong>los</strong> mandamientos <strong>de</strong> Dios, y esto les impidió, en gran parte, llegar<br />

a la alta norma que él <strong>de</strong>seaba que el<strong>los</strong> alcanzaran, y recibir las<br />

bendiciones que él estaba dispuesto a conce<strong>de</strong>rles.<br />

Dice el salmista: “Pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo<br />

comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, diciendo: “¿Podrá poner<br />

mesa en el <strong>de</strong>sierto? Él ha herido la peña, y brotaron aguas y torrentes<br />

inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para<br />

su pueblo?”. Y lo oyó Jehová y se indignó”. Salmos 78:18-21. Las<br />

murmuraciones y las asonadas habían sido frecuentes durante el<br />

trayecto <strong>de</strong>l Mar Rojo al Sinaí, pero porque se compa<strong>de</strong>cía <strong>de</strong> su<br />

ignorancia y su ceguera Dios no castigó el pecado <strong>de</strong> el<strong>los</strong> con sus<br />

juicios. Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces se les había revelado en Horeb. Habían<br />

recibido mucha luz, pues habían visto la majestad, el po<strong>de</strong>r y la<br />

misericordia <strong>de</strong> Dios; y por su incredulidad y <strong>de</strong>scontento incurrieron<br />

en gran culpabilidad. A<strong>de</strong>más, habían pactado aceptar a Jehová<br />

como su rey y obe<strong>de</strong>cer su autoridad. Sus murmuraciones eran ahora<br />

rebelión, y como tal habían <strong>de</strong> recibir el merecido castigo, si se<br />

quería preservar a Israel <strong>de</strong> la anarquía y la ruina. “Se encendió<br />

entre el<strong>los</strong> un fuego <strong>de</strong> Jehová que consumió uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> extremos<br />

<strong>de</strong>l campamento”. Véase Números 11. Los más culpables <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

quejosos quedaron muertos, fulminados por el rayo <strong>de</strong> la nube.<br />

Aterrorizado, el pueblo suplicó a Moisés que intercediera ante el<br />

Señor en su favor. Así lo hizo, y el fuego se extinguió. En memoria<br />

<strong>de</strong> este castigo Moisés llamó aquel sitio Tabera, “Incendio”.<br />

Pero la iniquidad empeoró pronto. En vez <strong>de</strong> llevar a <strong>los</strong> sobrevivientes<br />

a la humillación y al arrepentimiento, este temible castigo<br />

no pareció tener en el<strong>los</strong> otro fruto que intensificar las murmuraciones.<br />

Por todas partes el pueblo se reunía a la puerta <strong>de</strong> sus tiendas,<br />

llorando y lamentándose. “La gente extranjera que se mezcló con<br />

el<strong>los</strong> se <strong>de</strong>jó llevar por el hambre, y <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel también volvieron<br />

a sus llantos, diciendo: “¡Quién nos diera a comer carne! Nos<br />

acordamos <strong>de</strong>l pescado que comíamos en Egipto <strong>de</strong> bal<strong>de</strong>, <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

pepinos, <strong>los</strong> melones, <strong>los</strong> puerros, las cebollas y <strong>los</strong> ajos. ¡Ahora<br />

nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos!””.<br />

Así manifestaron su <strong>de</strong>scontento con <strong>los</strong> alimentos que su Creador<br />

les proporcionaba. No obstante, tenían pruebas constantes <strong>de</strong> que

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