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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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La ley dada a Israel 273<br />

Estos fueron <strong>los</strong> sagrados preceptos <strong>de</strong>l Decálogo, pronunciados<br />

entre truenos y llamas, y en medio <strong>de</strong> un <strong>de</strong>spliegue maravil<strong>los</strong>o<br />

<strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong> la majestad <strong>de</strong>l gran Legislador. Dios acompañó la [282]<br />

proclamación <strong>de</strong> su ley con manifestaciones <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r y su gloria,<br />

para que su pueblo no olvidara nunca la escena, y para que abrigara<br />

profunda veneración hacia el Autor <strong>de</strong> la ley, Creador <strong>de</strong> <strong>los</strong> cie<strong>los</strong> y<br />

<strong>de</strong> la tierra. También quería revelar a todos <strong>los</strong> hombres la santidad,<br />

la importancia y la perpetuidad <strong>de</strong> su ley.<br />

El pueblo <strong>de</strong> Israel estaba anonadado <strong>de</strong> terror. El inmenso po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> las <strong>de</strong>claraciones <strong>de</strong> Dios parecía superior a lo que sus temblorosos<br />

corazones podían soportar. Cuando se les presentó la gran norma<br />

<strong>de</strong> la justicia divina, comprendieron como nunca antes el carácter<br />

ofensivo <strong>de</strong>l pecado y <strong>de</strong> su propia culpabilidad ante <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> un<br />

Dios santo. Huyeron <strong>de</strong>l monte con miedo y santo respeto. La multitud<br />

clamó a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos;<br />

pero no hable Dios con nosotros, para no muramos”. Su caudillo<br />

respondió: “No temáis, pues Dios vino para probaros, para que su<br />

temor esté ante vosotros y no pequéis”. El pueblo, sin embargo, permaneció<br />

a la distancia, presenciando la escena con terror, mientras<br />

Moisés “se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios”.<br />

La mente <strong>de</strong>l pueblo, cegada y envilecida por la servidumbre<br />

y el paganismo, no estaba preparada para apreciar plenamente <strong>los</strong><br />

abarcantes principios <strong>de</strong> <strong>los</strong> diez preceptos <strong>de</strong> Dios. Para que las<br />

obligaciones <strong>de</strong>l Decálogo pudieran ser mejor comprendidas y ejecutadas,<br />

se añadieron otros preceptos, que ilustraban y aplicaban <strong>los</strong><br />

principios <strong>de</strong> <strong>los</strong> Diez Mandamientos. Estas leyes se llamaron “<strong>de</strong>rechos”,<br />

porque fueron trazadas con infinita sabiduría y equidad, y<br />

porque <strong>los</strong> magistrados habían <strong>de</strong> juzgar según ellas. A diferencia <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> Diez Mandamientos, estos “<strong>de</strong>rechos” fueron dados en privado a<br />

Moisés, quien <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> comunicar<strong>los</strong> al pueblo.<br />

La primera <strong>de</strong> estas leyes se refería a <strong>los</strong> siervos. En <strong>los</strong> tiempos<br />

antiguos algunas veces <strong>los</strong> criminales eran vendidos como esclavos<br />

por <strong>los</strong> jueces; en algunos casos <strong>los</strong> <strong>de</strong>udores eran vendidos por sus<br />

acreedores; y la pobreza obligaba a algunas personas a ven<strong>de</strong>rse a<br />

sí mismas o a sus hijos. Pero un hebreo no se podía ven<strong>de</strong>r como<br />

esclavo por toda la vida. El término <strong>de</strong> su servicio se limitaba a seis<br />

años; en el séptimo año había <strong>de</strong> ser puesto en libertad. El robo <strong>de</strong><br />

hombres, el homicidio intencional y la rebelión contra la autoridad

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