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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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Las plagas <strong>de</strong> Egipto 237<br />

hubo antes ni la habrá <strong>de</strong>spués”. Llenaron el cielo hasta que la tierra<br />

se oscureció, y <strong>de</strong>voraron toda cosa ver<strong>de</strong> que quedaba.<br />

El faraón hizo venir inmediatamente a <strong>los</strong> profetas y les dijo:<br />

“He pecado contra Jehová, vuestro Dios, y contra vosotros. Pero os<br />

ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis<br />

a Jehová, vuestro Dios, para que aparte <strong>de</strong> mí al menos esta plaga<br />

mortal”. Así lo hicieron, y un fuerte viento <strong>de</strong>l occi<strong>de</strong>nte se llevó las<br />

langostas hacia el mar Rojo. Pero aun así el rey persistió en su terca<br />

resolución.<br />

El pueblo egipcio estaba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperar. Las plagas que<br />

ya habían sufrido parecían casi insoportables, y estaban llenos <strong>de</strong><br />

pánico por temor <strong>de</strong>l futuro. La nación había adorado al faraón como<br />

representante <strong>de</strong> su dios, pero ahora muchos estaban convencidos <strong>de</strong> [246]<br />

que él se estaba oponiendo a Uno que hacía <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> po<strong>de</strong>res <strong>de</strong><br />

la naturaleza <strong>los</strong> ministros <strong>de</strong> su voluntad. Los esclavos hebreos, tan<br />

milagrosamente favorecidos, comenzaban a confiar en su liberación.<br />

Sus comisarios no osaban oprimir<strong>los</strong> como hasta entonces. Por<br />

todo Egipto existía un secreto temor <strong>de</strong> que la raza esclavizada<br />

podría levantarse y vengar sus agravios. Por todo lugar <strong>los</strong> hombres<br />

preguntaban con el aliento en suspenso: “¿Qué seguirá <strong>de</strong>spués?”.<br />

De repente una gran oscuridad se asentó sobre la tierra, tan <strong>de</strong>nsa<br />

y negra que parecía que se podía palpar. No solo quedó la gente<br />

privada <strong>de</strong> luz, sino que también la atmósfera se puso muy pesada,<br />

<strong>de</strong> tal manera que era difícil respirar. “Ninguno vio a su prójimo, ni<br />

nadie se levantó <strong>de</strong> su lugar en tres días; pero todos <strong>los</strong> hijos <strong>de</strong> Israel<br />

tenían luz en sus habitaciones”. El sol y la luna eran para <strong>los</strong> egipcios<br />

objetos <strong>de</strong> adoración; en estas tinieblas misteriosas tanto la gente<br />

como sus dioses fueron heridos por el po<strong>de</strong>r que había patrocinado<br />

la causa <strong>de</strong> <strong>los</strong> siervos (véase el Apéndice, nota 5). Sin embargo,<br />

por espantoso que fuera, este castigo evi<strong>de</strong>nciaba la compasión <strong>de</strong><br />

Dios y su falta <strong>de</strong> voluntad para <strong>de</strong>struir. Estaba dando a la gente<br />

tiempo para reflexionar y arrepentirse antes <strong>de</strong> enviarles la última y<br />

más terrible <strong>de</strong> las plagas.<br />

Por último, el temor arrancó al faraón una concesión más. Al fin<br />

<strong>de</strong>l tercer día <strong>de</strong> tinieblas, llamó a Moisés, y le dio su consentimiento<br />

para que el pueblo saliera, con tal <strong>de</strong> que <strong>los</strong> rebaños y las manadas<br />

permanecieran. “No quedará ni una pezuña, porque <strong>de</strong> él hemos<br />

<strong>de</strong> tomar para servir a Jehová, nuestro Dios, y no sabemos con qué

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