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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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196 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

miel, aromas y mirra, nueces y almendras”, y también una cantidad<br />

doble <strong>de</strong> dinero. “Asimismo tomad también a vuestro hermano, y<br />

levantaos, y volved a aquel hombre”. Cuando sus hijos se disponían<br />

a empren<strong>de</strong>r su incierto viaje, el anciano padre se puso <strong>de</strong> pie, y<br />

levantando <strong>los</strong> brazos al cielo pronunció esta oración: “Que el Dios<br />

omnipotente haga que ese hombre tenga misericordia <strong>de</strong> vosotros, y<br />

os suelte al otro hermano vuestro y a este Benjamín. Y si he <strong>de</strong> ser<br />

privado <strong>de</strong> mis hijos, que lo sea”.<br />

De nuevo viajaron a Egipto, y se presentaron ante José. Cuando<br />

vio a Benjamín, el hijo <strong>de</strong> su propia madre, se conmovió profundamente.<br />

Sin embargo, ocultó su emoción, y or<strong>de</strong>nó que <strong>los</strong> llevaran a<br />

su casa, e hicieran preparativos para que comieran con él.<br />

Al ser llevados al palacio <strong>de</strong>l gobernador, <strong>los</strong> hermanos se alarmaron<br />

gran<strong>de</strong>mente, temiendo que se <strong>los</strong> llamara a cuenta por el<br />

dinero encontrado en <strong>los</strong> sacos. Creyeron que pudo haber sido puesto<br />

allí intencionalmente, con el fin <strong>de</strong> tener una excusa para convertir<strong>los</strong><br />

en esclavos. En su angustia, consultaron al mayordomo <strong>de</strong> la<br />

casa, y le explicaron las circunstancias <strong>de</strong> su visita a Egipto; y en<br />

prueba <strong>de</strong> su inocencia le informaron que habían traído <strong>de</strong> vuelta el<br />

dinero encontrado en <strong>los</strong> sacos, y también más dinero para comprar<br />

alimentos; y agregaron: “No sabemos quién haya puesto nuestro<br />

dinero en nuestros costales”. El hombre contestó: “Paz a vosotros,<br />

no temáis. Vuestro Dios y el Dios <strong>de</strong> vuestro padre os puso ese<br />

tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero”. Su ansiedad se<br />

alivió, y cuando se les unió Simeón, que había sido libertado <strong>de</strong> su<br />

prisión, creyeron que Dios era realmente misericordioso con el<strong>los</strong>.<br />

Cuando el gobernador volvió a ver<strong>los</strong>, le presentaron sus rega<strong>los</strong>,<br />

y humil<strong>de</strong>mente se inclinaron a él a tierra. José recordó nuevamente<br />

sus sueños, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saludar a sus huéspe<strong>de</strong>s, se apresuró a<br />

preguntarles: “¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien?<br />

¿Vive todavía? El<strong>los</strong> respondieron: “Tu siervo, nuestro padre, está<br />

bien; aún vive”. Y se inclinaron e hicieron reverencia”. Entonces<br />

sus ojos se fijaron en Benjamín, y dijo: “¿Es éste vuestro hermano<br />

menor, <strong>de</strong> quien me hablasteis?... Dios tenga misericordia <strong>de</strong> ti, hijo<br />

mío”. Pero abrumado por sus sentimientos <strong>de</strong> ternura, no pudo <strong>de</strong>cir<br />

más. “Y entró a su habitación, y lloró allí”.<br />

Después <strong>de</strong> recobrar el dominio <strong>de</strong> sí mismo, volvió, y todos procedieron<br />

al festín. De acuerdo con las leyes <strong>de</strong> casta, a <strong>los</strong> egipcios

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