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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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182 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

En la agonía <strong>de</strong> su terror imploró a uno y a otro <strong>de</strong> sus hermanos,<br />

pero en vano. Algunos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> fueron conmovidos, pero el temor<br />

al ridículo <strong>los</strong> mantuvo callados. Todos tuvieron la impresión <strong>de</strong><br />

que habían ido <strong>de</strong>masiado lejos para retroce<strong>de</strong>r. Si perdonaban a<br />

José, este <strong>los</strong> acusaría sin duda ante su padre, quien no pasaría por<br />

alto la crueldad cometida contra su hijo favorito. Endureciendo sus<br />

corazones a las súplicas <strong>de</strong> José, lo entregaron en manos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

merca<strong>de</strong>res paganos. La caravana continuó su camino y pronto se<br />

perdió <strong>de</strong> vista.<br />

Rubén volvió a la cisterna, pero José no estaba allí. Alarmado<br />

y acusándose a sí mismo, <strong>de</strong>sgarró sus vestidos y buscó a sus hermanos,<br />

exclamando: “El joven no parece; y yo, ¿adón<strong>de</strong> iré yo?”<br />

Cuando supo la suerte <strong>de</strong> José, y que ya era imposible rescatarlo,<br />

Rubén se vio obligado a unirse con <strong>los</strong> <strong>de</strong>más en un intento por<br />

ocultar su culpa. Después <strong>de</strong> matar un cabrito, tiñeron con su sangre<br />

la ropa <strong>de</strong> José, y la llevaron a su padre, diciéndole que la habían<br />

encontrado en el campo, y que temían que fuera la <strong>de</strong> su hermano.<br />

“Reconoce ahora -dijeron- si es o no la ropa <strong>de</strong> tu hijo”.<br />

Con temor habían esperado esta escena, pero no estaban preparados<br />

para la angustia <strong>de</strong>sgarradora, ni para el completo abandono al<br />

dolor que tuvieron que presenciar. “Es la túnica <strong>de</strong> mi hijo; alguna<br />

mala bestia lo <strong>de</strong>voró; José ha sido <strong>de</strong>spedazado”. Sus hijos trataron<br />

inútilmente <strong>de</strong> consolarlo. Entonces Jacob rasgó sus vestidos, se<br />

puso ropa áspera sobre su cintura y guardó luto por su hijo durante<br />

muchos días. El tiempo no parecía aliviar su dolor. “¡Descen<strong>de</strong>ré<br />

enlutado junto a mi hijo hasta el seol!”, era su grito <strong>de</strong>sesperado.<br />

Los jóvenes estaban aterrados por lo que habían hecho; y sin embargo,<br />

espantados por <strong>los</strong> reproches que les haría su padre, seguían<br />

ocultando en sus propios corazones el conocimiento <strong>de</strong> su culpa,<br />

que aun a el<strong>los</strong> mismos les parecía enorme.

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