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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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El regreso a Canaán 175<br />

su corazón por el embuste y la violencia <strong>de</strong> sus hijos, se limitó a<br />

<strong>de</strong>cir: “Me habéis puesto en un grave aprieto al hacerme odioso a <strong>los</strong><br />

habitantes <strong>de</strong> esta tierra, el cananeo y el ferezeo. Como tengo pocos<br />

hombres, se juntarán contra mí, me atacarán, y me <strong>de</strong>struirán a mí y<br />

a mi casa”. El dolor y la aversión con que miraba el acto sangriento<br />

cometido por sus hijos se manifiesta en las palabras con las cuales<br />

recordó dicha acción, casi cincuenta años más tar<strong>de</strong> cuando yacía<br />

en su lecho <strong>de</strong> muerte en Egipto: “Simeón y Leví son hermanos;<br />

armas <strong>de</strong> maldad son sus armas. En su consejo no entre mi alma,<br />

ni mi espíritu se junte en su compañía, porque en su furor mataron<br />

hombres y en su temeridad <strong>de</strong>sjarretaron toros. Maldito sea su furor,<br />

que fue fiero, y su ira, que fue dura. Yo <strong>los</strong> apartaré en Jacob, <strong>los</strong><br />

esparciré en Israel”. Génesis 49:5-7.<br />

Jacob creyó que había motivo para humillarse profundamente.<br />

La crueldad y la mentira se manifestaban en el carácter <strong>de</strong> sus hijos.<br />

Había dioses falsos en su campamento, y hasta cierto punto<br />

la idolatría estaba ganando terreno en su familia. Si el Señor <strong>los</strong><br />

hubiera tratado según lo merecían, ¿no habrían quedado a merced<br />

<strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> las naciones circunvecinas?<br />

Mientras Jacob estaba oprimido por la pena, el Señor le mandó<br />

viajar hacia el sur, a Bet-el. El pensar en este lugar no solo le recordó<br />

su visión <strong>de</strong> <strong>los</strong> ángeles y las promesas <strong>de</strong> la gracia divina, sino<br />

también el voto que él había hecho allí <strong>de</strong> que el Señor sería su<br />

Dios. Determinó que antes <strong>de</strong> marchar hacia ese lugar sagrado, su<br />

casa <strong>de</strong>bía quedar libre <strong>de</strong> la mancha <strong>de</strong> la idolatría. Por lo tanto,<br />

recomendó a todos <strong>los</strong> que estaban en su campamento: “Quitad <strong>los</strong> [183]<br />

dioses ajenos que hay entre vosotros, limpiaos y mudad vuestros<br />

vestidos. Levantémonos y subamos a Bet-el, pues y allí haré un altar<br />

al Dios que me respondió en el día <strong>de</strong> mi angustia y que ha estado<br />

conmigo en el camino que he andado”.<br />

Con honda emoción, Jacob repitió la historia <strong>de</strong> su primera<br />

visita a Bet-el, cuando, como solitario viajero que había <strong>de</strong>jado<br />

la tienda <strong>de</strong> su padre, huía para salvar su vida, y contó cómo el<br />

Señor le había aparecido en visión nocturna. Mientras reseñaba<br />

cuán maravil<strong>los</strong>amente Dios había procedido con él, se enterneció<br />

su corazón, y sus hijos también fueron conmovidos por un po<strong>de</strong>r<br />

subyugador; había tomado la medida más eficaz para preparar<strong>los</strong> a<br />

fin <strong>de</strong> que se unieran con él en la adoración <strong>de</strong> Dios cuando llegaran

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