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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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152 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

<strong>de</strong>l mundo. En cambio, también pesaban responsabilida<strong>de</strong>s sobre el<br />

poseedor <strong>de</strong> la primogenitura. El que heredaba sus bendiciones <strong>de</strong>bía<br />

<strong>de</strong>dicar su vida al servicio <strong>de</strong> Dios. Como Abraham, <strong>de</strong>bía obe<strong>de</strong>cer<br />

<strong>los</strong> requerimientos divinos. En el matrimonio, en las relaciones <strong>de</strong><br />

familia y en la vida pública, <strong>de</strong>bía consultar la voluntad <strong>de</strong> Dios.<br />

Isaac presentó a sus hijos estos privilegios y condiciones, y les<br />

indicó claramente que Esaú, por ser el mayor, tenía <strong>de</strong>recho a la<br />

primogenitura. Pero Esaú no amaba la <strong>de</strong>voción, ni tenía inclinación<br />

hacia la vida religiosa. Las exigencias espirituales que acompañaban<br />

a la primogenitura eran para él una restricción <strong>de</strong>sagradable y hasta<br />

odiosa. La ley <strong>de</strong> Dios, condición <strong>de</strong>l pacto divino con Abraham,<br />

era consi<strong>de</strong>rada por Esaú como un yugo servil. Inclinado a la complacencia<br />

propia, nada <strong>de</strong>seaba tanto como la libertad para hacer<br />

su gusto. Para él, el po<strong>de</strong>r y la riqueza, <strong>los</strong> festines y el alboroto,<br />

constituían la felicidad. Se jactaba <strong>de</strong> la libertad ilimitada <strong>de</strong> su vida<br />

indómita y errante.<br />

Rebeca recordaba las palabras <strong>de</strong>l ángel, y, con percepción más<br />

clara que la <strong>de</strong> su esposo, comprendía el carácter <strong>de</strong> sus hijos. Estaba<br />

convencida <strong>de</strong> que Jacob estaba <strong>de</strong>stinado a heredar la promesa<br />

divina. Repitió a Isaac las palabras <strong>de</strong>l ángel; pero <strong>los</strong> afectos <strong>de</strong>l<br />

padre se concentraban en su hijo mayor, y se mantuvo firme en su<br />

propósito.<br />

Jacob había oído a su madre referirse a la indicación divina <strong>de</strong><br />

que él recibiría la primogenitura, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces tuvo un <strong>de</strong>seo<br />

in<strong>de</strong>cible <strong>de</strong> alcanzar <strong>los</strong> privilegios que esta confería. No era la<br />

riqueza <strong>de</strong>l padre lo que ansiaba; el objeto <strong>de</strong> sus anhe<strong>los</strong> era la<br />

primogenitura espiritual. Tener comunión con Dios, como el justo<br />

Abraham, ofrecer el sacrificio expiatorio por su familia, ser el progenitor<br />

<strong>de</strong>l pueblo escogido y <strong>de</strong>l Mesías prometido, y heredar las<br />

posesiones inmortales que estaban contenidas en las bendiciones<br />

<strong>de</strong>l pacto: estos eran <strong>los</strong> honores y prerrogativas que encendían sus<br />

<strong>de</strong>seos más ardientes. Sus pensamientos se dirigían constantemente<br />

hacia el porvenir, y trataba <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r sus bendiciones invisibles.<br />

Con anhelo secreto escuchaba todo lo que su padre <strong>de</strong>cía acerca<br />

<strong>de</strong> la primogenitura espiritual; retenía cuidadosamente lo que oía <strong>de</strong><br />

su madre. Día y noche este asunto ocupaba sus pensamientos, hasta<br />

que se convirtió en el interés absorbente <strong>de</strong> su vida. Pero aunque<br />

daba más valor a las bendiciones eternas que a las temporales, Jacob

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