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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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La prueba <strong>de</strong> la fe 125<br />

hacia el norte, vio la señal prometida, una nube <strong>de</strong> gloria, que cubría<br />

el monte Moria, y comprendió que la voz que le había hablado<br />

procedía <strong>de</strong>l cielo.<br />

Ni aun entonces murmuró Abraham contra Dios, sino que fortaleció<br />

su alma espaciándose en las evi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> la bondad y la<br />

fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> Dios. Se le había dado este hijo inesperadamente; y el<br />

que le había dado este precioso regalo ¿no tenía <strong>de</strong>recho a reclamar<br />

lo que era suyo? Entonces su fe le repitió la promesa: “En Isaac te<br />

será llamada <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia” (Génesis 21:12), una <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia incontable,<br />

numerosa como la arena <strong>de</strong> las playas <strong>de</strong>l mar. Isaac era el<br />

hijo <strong>de</strong> un milagro, y ¿no podía <strong>de</strong>volverle la vida el po<strong>de</strong>r que se la<br />

había dado? Mirando más allá <strong>de</strong> lo visible, Abraham comprendió la<br />

divina palabra, “porque pensaba que Dios es po<strong>de</strong>roso para levantar<br />

aun <strong>de</strong> entre <strong>los</strong> muertos”. Hebreos 11:19.<br />

No obstante, únicamente Dios pudo compren<strong>de</strong>r la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l<br />

sacrificio <strong>de</strong> aquel padre al acce<strong>de</strong>r a que su hijo muriese; Abraham<br />

<strong>de</strong>seó que nadie sino Dios presenciara la escena <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida.<br />

Or<strong>de</strong>nó a sus siervos que permanecieran atrás, diciéndoles: “Yo y el<br />

muchacho iremos hasta allí, y adoraremos, y volveremos a vosotros”.<br />

Isaac, que iba a ser sacrificado, cargó con la leña; el padre llevó el<br />

cuchillo y el fuego, y juntos ascendieron a la cima <strong>de</strong>l monte. El<br />

joven iba silencioso, <strong>de</strong>seando saber <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> vendría la víctima, ya<br />

que <strong>los</strong> rebaños y <strong>los</strong> ganados habían quedado muy lejos. Finalmente<br />

dijo: “Padre mío [...] tenemos el fuego y la leña, más ¿dón<strong>de</strong> está<br />

el cor<strong>de</strong>ro para el holocausto?” ¡Oh, qué prueba tan terrible era<br />

esta! ¡Cómo hirieron el corazón <strong>de</strong> Abraham esas dulces palabras:<br />

“Padre mío!” No, todavía no podía <strong>de</strong>cirle, así que le contestó: “Dios<br />

proveerá <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro para el holocausto, hijo mío”. Génesis 22:5-8.<br />

En el sitio indicado construyeron el altar, y pusieron sobre él<br />

la leña. Entonces, con voz temblorosa, Abraham reveló a su hijo<br />

el mensaje divino. Con terror y asombro Isaac se enteró <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino;<br />

pero no ofreció resistencia. Habría podido escapar a esta suerte<br />

si lo hubiera querido; el anciano, agobiado <strong>de</strong> dolor, cansado por<br />

la lucha <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> tres días terribles, no habría podido oponerse<br />

a la voluntad <strong>de</strong>l joven vigoroso. Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la niñez se le había<br />

enseñado a Isaac a obe<strong>de</strong>cer pronta y confiadamente, y cuando el<br />

propósito <strong>de</strong> Dios le fue manifestado, lo aceptó con sumisión voluntaria.<br />

Participaba <strong>de</strong> la fe <strong>de</strong> Abraham, y consi<strong>de</strong>raba como un

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