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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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124 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

hallar<strong>los</strong> allí otra vez y recibir más instrucción; pero ninguno <strong>de</strong><br />

el<strong>los</strong> vino en su ayuda. Parecía que las tinieblas le habían cercado;<br />

pero la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Dios resonaba en sus oídos: “Toma ahora tu hijo,<br />

tu único, Isaac, a quien amas”. Aquel mandato <strong>de</strong>bía ser obe<strong>de</strong>cido,<br />

y él no se atrevió a retardarse. La luz <strong>de</strong>l día se aproximaba, y <strong>de</strong>bía<br />

ponerse en marcha.<br />

Abraham regresó a su tienda, y fue al sitio don<strong>de</strong> Isaac dormía<br />

profundamente el tranquilo sueño <strong>de</strong> la juventud y la inocencia.<br />

Durante unos instantes el padre miró el rostro amado <strong>de</strong> su hijo, y se<br />

alejó temblando. Fue al lado <strong>de</strong> Sara, quien también dormía. ¿Debía<br />

<strong>de</strong>spertarla, para que abrazara a su hijo por última vez? ¿Debía<br />

comunicarle la exigencia <strong>de</strong> Dios? Anhelaba <strong>de</strong>scargar su corazón<br />

compartiendo con su esposa esta terrible responsabilidad; pero se<br />

vió cohibido por el temor <strong>de</strong> que ella le pusiera obstácu<strong>los</strong>. Isaac era<br />

la <strong>de</strong>licia y el orgullo <strong>de</strong> Sara; la vida <strong>de</strong> ella estaba ligada a él, y el<br />

amor materno podría rehusar el sacrificio.<br />

Abraham, por último, llamó a su hijo y le comunicó que había<br />

recibido el mandato <strong>de</strong> ofrecer un sacrificio en una montaña distante.<br />

A menudo había acompañado Isaac a su padre para adorar<br />

en algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> distintos altares que señalaban su peregrinaje, <strong>de</strong><br />

modo que este llamamiento no lo sorprendió, y pronto terminaron<br />

<strong>los</strong> preparativos para el viaje. Se alistó la leña y se la cargó sobre un<br />

asno, y acompañados <strong>de</strong> dos siervos iniciaron el viaje.<br />

Padre e hijo caminaban el uno junto al otro en silencio. El patriarca,<br />

reflexionando en su pesado secreto, no tenía valor para hablar.<br />

Pensaba en la amante y orgul<strong>los</strong>a madre, y en el día en que él habría<br />

<strong>de</strong> regresar solo adon<strong>de</strong> ella estaba. Sabía muy bien que, al quitarle<br />

la vida a su hijo, el cuchillo heriría el corazón <strong>de</strong> ella.<br />

Aquel día, el más largo en la vida <strong>de</strong> Abraham, llegó lentamente<br />

a su fin. Mientras su hijo y <strong>los</strong> siervos dormían, él pasó la noche en<br />

oración, todavía con la esperanza <strong>de</strong> que algún mensajero celestial<br />

viniera a <strong>de</strong>cirle que la prueba era ya suficiente, que el joven podía<br />

regresar sano y salvo a su madre. Pero su alma torturada no recibió<br />

alivio. Pasó otro largo día y otra noche <strong>de</strong> humillación y oración,<br />

mientras la or<strong>de</strong>n que lo iba a <strong>de</strong>jar sin hijo resonaba en sus oídos.<br />

Satanás estaba muy cerca <strong>de</strong> él susurrándole palabras llenas <strong>de</strong> dudas<br />

e incredulidad; pero Abraham rechazó sus sugerencias. Cuando se<br />

disponían a iniciar la jornada <strong>de</strong>l tercer día, el patriarca, mirando

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