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Historia de los Patriarcas y Profetas (2008) - Ellen G. White Writings

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116 <strong>Historia</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Patriarcas</strong> y <strong>Profetas</strong><br />

necesario vincular a <strong>los</strong> miembros <strong>de</strong> la familia, para construir una<br />

barrera contra la idolatría tan generalizada y arraigada en aquel<br />

entonces. Abraham trataba por todos <strong>los</strong> medios a su alcance <strong>de</strong><br />

evitar que <strong>los</strong> habitantes <strong>de</strong> su campamento se mezclaran con <strong>los</strong><br />

paganos y presenciaran sus prácticas idólatras; pues sabía muy bien<br />

que la familiaridad con el mal iría corrompiendo insensiblemente<br />

<strong>los</strong> sanos principios. Ponía el mayor cuidado en excluir toda forma<br />

<strong>de</strong> religión falsa y en hacer compren<strong>de</strong>r a <strong>los</strong> suyos la majestad y<br />

gloria <strong>de</strong>l Dios viviente como único objeto <strong>de</strong>l culto.<br />

Fue un sabio arreglo, dispuesto por Dios mismo, el aislar a su<br />

pueblo, en lo posible, <strong>de</strong> toda relación con <strong>los</strong> paganos, para hacer <strong>de</strong><br />

él un pueblo separado, que no se contase entre las naciones. Él había<br />

separado a Abraham <strong>de</strong> sus parientes idólatras, para que el patriarca<br />

pudiera capacitar y educar a su familia alejada <strong>de</strong> las influencias<br />

seductoras que la hubieran ro<strong>de</strong>ado en Mesopotamia, y para que la<br />

verda<strong>de</strong>ra fe fuera conservada en su pureza por sus <strong>de</strong>scendientes,<br />

<strong>de</strong> generación en generación.<br />

El amor <strong>de</strong> Abraham hacia sus hijos y su casa lo movió a resguardar<br />

su fe religiosa, y a inculcarles el conocimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> estatutos<br />

divinos, como el legado más precioso que pudiera <strong>de</strong>jarles a el<strong>los</strong><br />

y por su medio al mundo. A todos les enseñó que estaban bajo el<br />

gobierno <strong>de</strong>l Dios <strong>de</strong>l cielo. No <strong>de</strong>bía haber opresión <strong>de</strong> parte <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> padres, ni <strong>de</strong>sobediencia <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos. La ley <strong>de</strong> Dios<br />

había <strong>de</strong>signado a cada uno sus obligaciones, y solo mediante la<br />

obediencia a dicha ley se podía obtener la felicidad y la prosperidad.<br />

Su propio ejemplo, la silenciosa influencia <strong>de</strong> su vida cotidiana,<br />

era una constante lección. La integridad inalterable, la benevolencia<br />

y la <strong>de</strong>sinteresada cortesía, que le habían granjeado la admiración<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> reyes, se manifestaban en el hogar. Había en esa vida una<br />

fragancia, una nobleza y una dulzura <strong>de</strong> carácter que revelaban a<br />

todos que Abraham estaba en relación con el cielo. No <strong>de</strong>scuidaba<br />

siquiera al más humil<strong>de</strong> <strong>de</strong> sus siervos. En su casa no había una<br />

ley para el amo, y otra para el siervo; no había un camino real<br />

para el rico, y otro para el pobre. Todos eran tratados con justicia y<br />

compasión, como cohere<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la gracia <strong>de</strong> la vida.<br />

Él “mandará a su casa <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sí”. En Abraham no se vería<br />

negligencia pecaminosa en lo referente a restringir las malas inclinaciones<br />

<strong>de</strong> sus hijos, ni tampoco habría favoritismo impru<strong>de</strong>nte,

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