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204 de la tradición, colaboraban en rituales más sencillos que en África, con los iniciados, para que cumplieran con los pasos que asegurasen la supervivencia de las principales tradiciones. La posibilidad de alegría iba de la mano de determinadas ceremonias, aunque no de todas. Ante las circunstancias se celebraría la posibilidad de sobrevivir, poder verse, hablar, cantar y bailar aunque fuera una vez a la semana. La «chicha», bebida primorosamente preparada, contribuía junto con los tambores para lograr el clima exacto. Palillos, marimbas, porongos, hueseras, el entrechocar medido, métrico de los trozos de hierro, llevaba a preparar el momento justo de culto e incorporación. «Pitando Pango» en cachimbo, a la usanza africana, invocaban los espíritus elevados que les permitiera la fuerza suficiente para su liberación. La energía positiva, engendrada en las «ingenuas e inocentes» reuniones, era recibida por los concurrentes para poder enfrentar la diaria tragedia de la esclavitud. Mina Magí-Ewe Fon Uno de los más de veinte pueblos africanos que tuvieron presencia activa en estas tierras durante el siglo XIX, en particular en Montevideo, fue el Ewe Fon. Sus componentes fueron protagonistas fundamentales de la rebelión que mantuvo en vilo a Montevideo en 1803. Desde tiempo atrás se venía programando una huida en grupo desde Montevideo hacia lo profundo de la vegetación, traspasando los límites de la Banda Oriental para formar allí una población separada, únicamente afro. Las autoridades montevideanas vieron con temor este intento de los africanos que constituían más del 40 por ciento de la población de la ciudad capital. Entre los detonantes que desencadenaron esta rebelión se destacan los contactos que se dieron en el puerto de Montevideo entre los Mina Magí (Fon) esclavizados en esta ciudad con sus hermanos Ewe Fon de Haití, que venían en los barcos franceses como tripulación liberta o como esclavos. El Gobernador montevideano Joseph de Bustamante y Guerra le adjudicó fundamental importancia a este contacto, tanto que comenta en sus escritos que los esclavos de aquí querían reproducir los sucesos de Haití. En los censos de principios de ese siglo no se los diferenciaba de sus vecinos los Nagó Yorubá, denominándoseles a ambos como Mina. Si bien también se llamaba Mina a los Carabalí (Efik Efó) y a los Santé (Ashanti), en esos censos se hacía alusión a este segundo nombre. Esta doble denominación era debida a que el puerto de salida de estos africanos era el de Elmina en la denominada Costa de los esclavos. La diferenciación más clara se comienza a dar con las crónicas que redactaba el licenciado Jacinto Ventura de Molina. Los amuletos comunes en la vida diaria de los Ewe-Fon estaban presentes en las salas, aunque nunca en exhibición que llamara la atención de los “amitos”. La invocación de poderes superiores, por medio de conjuros, era práctica común en los pueblos africanos. Los tributos a las deidades debían ser camuflados, sólo perceptibles para los iniciados. UNESCO SEGUNDO PANEL
LA RUTA DEL ESCLAVO EN EL RÍO DE LA PLATA: SU HISTORIA Y SUS CONSECUENCIAS En lugar de las clásicas ofrendas africanas con animales o frutos, se las ingeniaron para no llamar la atención y no quedar en evidencia con llamativas ceremonias públicas. Las divinidades “sabrían entender” la situación dramática y los cultos de emergencia deberían realizarse en lugares no siempre adecuados. Damballah (el dios serpiente) o Papa Legba estarían presentes en las salas de nación Fon Magí. Papa Legba abriendo los caminos cumplía el fundamental rol de orientar a los hermanos de sala. En Haití, en las ceremonias Vodú, Legba es el dios de la generación y la fecundidad. Es el “señor de las encrucijadas y de los grandes caminos”. (Arthur Ramos, “Las culturas negras en el Nuevo Mundo”, 1943, pág. 152) Para quienes continúan afirmando que los africanos en estas tierras sólo adoraban figuras del catolicismo puede resultar novedoso enterarse que cada pueblo africano con presencia obligada en Montevideo realizó rituales de veneración a sus entidades espirituales autóctonas, aunque es verdad que hubo miembros de pueblos, como los congos y los vanguelas que rindieron culto a San Baltasar y San Benito por la identificación étnica que estos santos católicos conllevaban. Ceremonias Magí “Si sus dioses examinados ampliamente carecen de implacabilidad y voluptuo- Oscar Montaño sidad con que el misterio los ha rodeado, la representación de sus ritos, más comúnmente llamada ceremonia, es muy simple, muy alejada de todo sobrenaturalismo. Los ritos pueden reducirse a simples invocaciones, ruegos, súplicas, ofrecidos en perfecta buena fe a los dioses primitivos, mezclados a veces con lentos cantos guerreros recordando la vida de las tribus. Estos cantos y oraciones eran siempre acompañados por contorsiones y gritos de admiración o sorpresa, que correspondían perfectamente a los sonidos emitidos del ‘Macu’ (tambor grande) a los que añadían los estridentes sonidos derivados de los huesos, pedazos de hierro y varios metales, instrumentos por medio de los cuales los negros reconstruían, lo mejor que podían, las costumbres que se pueden encontrar en las florestas del África tropical. Y era esta gran alma de la raza africana, sencilla como era, la que daba origen a tales leyendas absurdas y escalofriantes. Pretendiendo saber los rituales originales practicados por los africanos en sus reuniones o ceremonias, varios escritores, de acuerdo con los negros del Río de la Plata, han sostenido que sus dioses eran los del calendario de la Iglesia Romana; pero no es así.” (Marcelino Bottaro) “Los magises” “Los magises era una de las más temibles sectas, no tanto por la naturaleza de hierro de sus organizadores, sino por las absurdas leyendas que se contaban acerca de ellos, por sus ceremonias y misteriosos rituales; era una secta que tenía muchas divisiones y un gran número de lugares de asamblea. Sus imágenes realizadas por crudos artistas, representaban a los dioses Magis que eran completamente diferenciados en sus características físicas, lo mismo que sus 205
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Dambal<strong>la</strong>h (<strong>el</strong> dios serpi<strong>en</strong>te) o Papa Legba estarían pres<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> <strong>la</strong>s sa<strong>la</strong>s <strong>de</strong> nación Fon<br />
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<strong>el</strong> Nuevo Mundo”, 1943, pág. 152)<br />
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<strong>la</strong>s tribus. Estos cantos y oraciones eran siempre acompañados por contorsiones y gritos <strong>de</strong><br />
admiración o sorpresa, que correspondían perfectam<strong>en</strong>te a los sonidos emitidos <strong>d<strong>el</strong></strong> ‘Macu’<br />
(tambor gran<strong>de</strong>) a los que añadían los estrid<strong>en</strong>tes sonidos <strong>de</strong>rivados <strong>de</strong> los huesos, pedazos<br />
<strong>de</strong> hierro y varios metales, instrum<strong>en</strong>tos por medio <strong>de</strong> los cuales los negros reconstruían, lo<br />
mejor que podían, <strong>la</strong>s costumbres que se pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>contrar <strong>en</strong> <strong>la</strong>s florestas <strong>d<strong>el</strong></strong> África tropical.<br />
Y era esta gran alma <strong>de</strong> <strong>la</strong> raza africana, s<strong>en</strong>cil<strong>la</strong> como era, <strong>la</strong> que daba orig<strong>en</strong> a tales<br />
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<strong>Río</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> P<strong>la</strong>ta, han sost<strong>en</strong>ido que <strong>su</strong>s dioses eran los <strong>d<strong>el</strong></strong> cal<strong>en</strong>dario <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia Romana;<br />
pero no es así.” (Marc<strong>el</strong>ino Bottaro)<br />
“Los magises”<br />
“Los magises era una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s más temibles sectas, no tanto por <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong><br />
hierro <strong>de</strong> <strong>su</strong>s organizadores, sino por <strong>la</strong>s ab<strong>su</strong>rdas ley<strong>en</strong>das que se contaban acerca <strong>de</strong><br />
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