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Armando H. Toledo La Antigüedad del Futuro<br />
explicados mediante una teoría que tome en cuenta la existencia de dimensiones más<br />
elevadas. 109 Dice que solo es necesario darse cuenta que, desde la perspectiva de unas<br />
dimensiones más elevadas, el interior de un sólido (como el cuerpo humano) está tan abierto<br />
como el interior de una figura plana lo está desde el reino de la tercera dimensión.<br />
Para entender lo anterior, el lector deberá imaginarse una simple figura geométrica ―un<br />
círculo, digamos. ¿Podría con su mano de tres dimensiones colocar algo en el interior de la<br />
figura, una simple marca o un pequeño objeto, por ejemplo, sin necesidad de abrirla? ¿Cuán<br />
fácil sería esta ‘operación de implante’? ¡Absolutamente fácil! Y bien, ahora imagine a un ser<br />
vivo de tres dimensiones—un psicópata, digamos. ¿Podría usted colocar un objeto o una idea en<br />
el interior de su cerebro sin abrirle la cabeza? Por supuesto que no podría hacerlo así, y eso<br />
debido a que usted y él serían de la misma complejidad dimensional. Sin embargo, tal operación<br />
sería tan sencilla para un ser dimensionalmente superior a nosotros como lo fue para nosotros la<br />
operación del primer ejemplo. Pues bien, un demonio—que por definición posee una naturaleza<br />
dimensionalmente superior a la naturaleza humana—no solo podría tener acceso epistémico a<br />
los pensamientos de una persona o implantar pensamientos en la psique de un ser humano, sino<br />
que si tuviera la oportunidad ¡en menos de un segundo le extraería a usted el intestino delgado<br />
sin abrirle la piel! La voluntad invasora de una entidad demoníaca podría incluso apoderarse de<br />
alguna región del cerebro de su víctima haciendo que ciertos órganos parecieran actuar con<br />
autonomía. 110<br />
En su famosa obra Cosmos, Carl Sagan recreaba el caso imaginario de un planolandés<br />
que escuchaba voces procedentes de un universo de cuatro dimensiones. Sagan dice que este<br />
imaginario planolandés se habría visto en la necesidad de acudir al psiquiatra por no poder<br />
explicar cómo es posible escuchar una voz que sale de su interior y de su exterior al mismo<br />
tiempo y sin aparente origen. Sin embargo, en la experiencia del planolandés, no se trataría de<br />
ninguna alucinación sino de una voz completamente real. Al no tener acceso a la tercera y cuarta<br />
dimensiones, para él la voz saldría al mismo tiempo de dentro y de fuera, y si esa entidad dueña<br />
de la voz le abdujera, introduciéndole en una nueva realidad de cuatro dimensiones, los otros<br />
planolandeses le verían esfumarse al instante, y al retornar le verían materializarse de la misma<br />
manera. En su testimonio, el sujeto abducido solo podría decir que estuvo en una situación<br />
completamente nueva e indescriptible, en un mundo superior extradimensional donde existe<br />
“arriba” y “abajo”. Está por demás decir que al no haber testigos de tales sucesos, un psiquiatra<br />
planolandés intentaría por todos los medios convencerle de que no existen tales cosas como<br />
“arriba” y “abajo”, y que la realidad en la que se mueven los planolandeses normales es plana y<br />
horizontal para todos sin excepción.<br />
¿No podrían existir, me pregunto, entidades interesadas en experimentar con las<br />
percepciones humanas manipulando la información a voluntad a fin de conseguir objetivos que<br />
escapan a la comprensión del sujeto abducido o poseído, aplicando técnicas de intervención del<br />
pensamiento?<br />
109<br />
BRAGDON, Claude. (1972): A Primer of Higher Space. [Tucson: Omen Press]<br />
110<br />
Este es el modo en que puedo explicar, por ejemplo, el conocido como “síndrome de la mano rebelde”, un mal<br />
del que solo se han detectado 40 casos desde 1909 (sin contar a las personas que prefieren mantener su lamentable<br />
situación en secreto). Esta perturbación neurológica, también conocida como “síndrome del doctor Strangelove”<br />
(en memoria de aquella película en que Peter Sellers interpretaba a un médico que sufría esta aberración), se<br />
caracteriza porque los pacientes observan asombrados cómo una de sus manos se comporta con aparente<br />
autonomía, como si tuviera su propio cerebro. El paciente es incapaz de controlar los movimientos de su propia<br />
extremidad que, en ocasiones, se vuelve contra el resto del cuerpo intentando hacerle daño. Según los<br />
investigadores, algunos afectados llegan a atarse las manos por temor de lo que ellas ‘pudieran hacerle’.<br />
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