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Armando H. Toledo La Antigüedad del Futuro<br />
Los Padres de la Iglesia y el Libro de Enoc<br />
Es de notarse la aceptación generalizada entre los más prominentes teólogos primitivos<br />
acerca de la noción de que los ángeles caídos poseían cuerpos físicos. Al principio, los Padres de<br />
la Iglesia habían dedicado gran parte de su atención al asunto de la caída del ángel a quien<br />
conocían como el Satanás bíblico. También se dedicaron al tema del carácter de otros ángeles<br />
caídos, el modus operandi de los espíritus malvados y la naturaleza del mal mismo.<br />
Convencidos de que estos antiguos malvados seguían activos todavía en el mundo, los primeros<br />
Padres de la Iglesia citaban a menudo el Libro de Enoc para sustentar su posición del bien<br />
contra el mal. Charles señala que “con los primeros patriarcas de la Iglesia y los apologistas, [el<br />
Libro de Enoc] tenía todo el peso de un libro canónigo”. 25<br />
En el siglo II, por ejemplo, Justino Mártir adscribe todo el mal a los demonios que,<br />
sostiene, son los descendientes de los ángeles que incurrieron en lascivia por las hijas de los<br />
hombres ―precisamente la historia enoquiana. Al parecer, los ángeles caídos ocuparon más el<br />
pensamiento de Justino que los mismos ángeles buenos, pues la conciencia del elemento<br />
demoníaco en el universo era central en la cosmología de Justino.<br />
Por ejemplo, en su Segunda apología, Justino concuerda con Enoc en que los ángeles<br />
incurren en lascivia, y explica que...<br />
“Subsecuentemente sometieron a la raza humana, en parte a través de escritos<br />
mágicos, en parte mediante el temor que instigaron en ellos y los castigos que les<br />
infligieron y, en parte, instruyéndolos en el uso de sacrificios, incienso y<br />
libaciones, que les hicieron verdadera falta una vez que habíanse convertido en<br />
esclavos de sus bajas pasiones; y, entre los hombres, engendraron asesinatos,<br />
guerras, adulterios, toda suerte de disipación y muchas especies de pecado” (Pág.<br />
124).<br />
Por su parte, Atenágoras, en su escrito titulado Legatio, de alrededor del año 170,<br />
considera a Enoc un verdadero profeta. Describe a los ángeles que “violaron tanto su naturaleza<br />
como su oficio”. 26 Atenágoras discute también el hecho de que los ángeles “se dejan conquistar<br />
por la carne.” Aquí puede estar implicando que estos ángeles eran (o al menos lo fueron en<br />
alguna ocasión) seres físicos. La corporeidad de los ángeles caídos no es más gráfica en lado<br />
alguno que en la descripción de Enoc de los malvados actos de su gigante descendencia, que<br />
devoró hombres y bestias para saciar su voraz apetito e incluso bebió su sangre (Enoc 7:1-6).<br />
La mayoría del resto de los primeros Padres de la Iglesia, así como de los judíos,<br />
sostenían aparentemente la misma creencia en la corporeidad de los ángeles caídos. Por<br />
ejemplo, dos apologistas cristianos, Lactancio (260-330 d. C.) y Taciano (110-172 d. C.),<br />
aceptaron completamente y especularon en sus obras sobre la naturaleza corpórea de los ángeles<br />
caídos. Lactancio llegó a creer que la caída de los ángeles había resultado en una degradación de<br />
la naturaleza misma de los ángeles, los cuales se habían vuelto ‘bastante terrenales’. Años antes,<br />
Taciano describió la manera en que los ángeles se volcaron hacia la materialidad ruda y sus<br />
placeres. Schneweis afirma que Taciano creía que “los ángeles caídos se hundieron cada vez<br />
25 CHARLES, R. H. (1893): The Book of Enoch; Edit y Trad. [Clarendon Press: Oxford]. Pág. 1.<br />
26 SCHOEDEL, William R. Edit. Y Trad. (1972): “Legatio”; Oxford Early Christian Texts: Legatio and De<br />
Resurrectione. [Clarendon Press: Oxford]<br />
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