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Armando H. Toledo La Antigüedad del Futuro<br />

El redescubrimiento del Libro de Enoc:<br />

La caída de los ‘hijos de Dios’<br />

A mediados del s. XVIII, rumores de una copia sobreviviente del Libro de Enoc llevaron<br />

al noble explorador escocés James Bruce de Kinnaird a la distante Etiopía. En 1768 Bruce salió<br />

de Inglaterra con rumbo hacia Abisinia 7 . Los rumores fueron confirmados: el Libro de Enoc<br />

había sido preservado por la Iglesia Etiope por haberle otorgado igual importancia que a los<br />

demás libros de la Biblia. Bruce se hizo no de uno, sino de tres ejemplares etíopes del preciado<br />

libro y los llevó de vuelta a Europa y a la Gran Bretaña.<br />

Fue en 1821 cuando los largos años de dedicado trabajo del reverendo Richard Laurence,<br />

arzobispo de Cashel y profesor de hebreo de la Universidad de Oxford, dieron su fruto final con<br />

la publicación de la primera traducción del Libro de Enoc jamás hecha al idioma inglés. Al fin,<br />

el mundo podía echar una primera ojeada a los misterios prohibidos del profeta Enoc.<br />

La obra de Enoc desarrolla la historia contada en Génesis 6 acerca de las impías medidas<br />

que tomaron los ‘hijos de Dios’ (los inmortales ángeles celestiales) para relacionarse físicamente<br />

con las ‘hijas de los hombres’ (las mortales mujeres terrestres), tomando esposas a su antojo.<br />

El problema realmente comenzó cuando, ‘en los días de Jared’, doscientos Vigilantes<br />

‘descendieron’ sobre ‘Ardis’, la cima del Monte Hermón. Su líder, Shem-Hazai (o Semyaza),<br />

temiendo descender solo a la tierra de los hombres, logró convencer a 200 ángeles (los<br />

Vigilantes) para que participaran en esta aventura ilícita. Según Enoc no había hembras, el<br />

grupo estaba compuesto solo de individuos machos, y dice que había 19 líderes, a quienes<br />

también se llamaba ‘jefes de decenas’. Estos ángeles del cielo desarrollaron una pasión morbosa<br />

hacia las ‘hijas de los hombres’ y un deseo maligno de tener hijos con ellas:<br />

“Los ángeles, hijos de los cielos, las vieron y las desearon y se dijeron entre ellos:<br />

‘Vamos, escojamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos hijos’.<br />

Entonces, Semyaza, su líder, les dijo: ‘Temo que quizá no queráis cumplir esa<br />

obra; y yo seré, yo solo, responsable de un gran pecado’ ” (Enoc 6:2-4).<br />

Sobre el Monte Hermón, los Vigilantes hicieron juramentos y se comprometieron<br />

solemnemente a no renunciar hasta haber culminado su fechoría. Al parecer, sabían muy bien<br />

las consecuencias que esta decisión les traería tanto a ellos como a la humanidad (1º Enoc 6:4-<br />

5). 8<br />

“Pero todos le respondieron: ‘Hagamos todos un juramento y prometámonos<br />

todos con un anatema no cambiar de destino, sino ejecutar realmente ese destino.<br />

Entonces todos juntos juraron y se comprometieron acerca de ello los unos y los<br />

otros con un anatema. Todos ellos eran doscientos, y descendieron sobre Ardis, la<br />

cima del monte Hermón” (Enoc 7:5-7).<br />

Una vez sellado el pacto, la traición sería castigada con increíbles horrores. Así lo<br />

hicieron. Descendieron y tomaron esposas de entre las mujeres mortales. Ese fue un pacto que<br />

7<br />

BRUCE, James. (1964): Travels to Discover The Source of the ile, [Ed. C. F. Beckingham: Edimburg<br />

University Press]<br />

8<br />

Todas los fragmentos de Iº Enoc son tomadas de Charlesworth, The Book of Enoc, 1912, a menos que se indique<br />

otra cosa.<br />

20

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